Romerito de Jerez: "El flamenco es mi vida"
Romerito de Jerez, Manuel Romero Pantoja, tiene en su cuerpo mucho flamenco. Esa es su vida, lo ha sido desde que nació en la calle Nueva, en el barrio de Santiago en el año 1932. Los tabancos de la posguerra fueron testigos de cómo dos críos, Terremoto y él se alternaban para cantar y bailar "para llevar a casa algo que comer porque pasábamos mucha hambre. Cantábamos, bailábamos y pasábamos la gorrita".
Los dos inseparables, Terremoto y Romerito, llegaron desde Cádiz a la Sevilla de posguerra, a un tablao que había en la calle Salado. "Allí cantaba y bailaba. Nos pagaban unas 80 pesetas, que entonces era un dinero", recuerda con una mirada joven, como si viajara con los ojos a esos años. Era otra época, otra forma de entender el flamenco. "No somos artistas de academia, el flamenco lo llevamos dentro. Lo gitano sale cuando canto. Sentimos de otra manera", explica. Como a los cabales, le gusta dejar las cosas claras por eso advierte "que el payo que canta bien, lo hace de caramelo... pero de otra manera".
Romerito lleva muchos años viviendo en Sevilla. Su tertulia mañanera -hasta tiene su propio modo de café, un romerito - es más o menos fija. Es fácil verlos en el bar Pasaje de la calle Luis Montoto. Desde allí controla la vida y es raro el vecino que no se pare aunque sea cinco minutos antes de ir a trabajar. Él tiene siempre algo que decirles a cada uno, incluso tiene algunos que otros nietos postizos a los que ha visto crecer a fuerza de caminos al colegio.
En el flamenco ha bailado con Imperio de Triana y ha cantado para bailaoras como Matilde Coral o Merche Esmeralda y bailaores como Enrique El Cojo. "Él tenía mucho arte, cuando bailaba no eras capaz de notarle la cojera", recuerda. "Eso viene en los genes. Mis hermanos todos cantaban. Me faltan dos, Juan El Guapo y Manuel, pero desde chicos hemos cantado. No hemos ido a academia ninguna".
Una larga carrera que ha sido reconocida con la cátedra de honor que la Cátedra de Flamencología de Jerez entrega el 4 de noviembre dentro de los Premios Nacionales de Flamenco 2023 y que aún sigue en activo. El próximo 24 de noviembre cantará en la Peña Terremoto en Jerez. "Me cuido mucho. Ni fumo ni bebo, y además ensayo para hacer voz".
Orgulloso de ser de Jerez, ha llevado su nombre por todo el mundo. Fue de los primeros flamencos que hizo una gira por Tokio. "Me llevaba bien con los japoneses porque son muy flamencos". Asegura que no le ha gustado mucho viajar, pero ha estado por toda España, varias veces en París y en la Costa Azul francesa llevando soleás, seguiriyas, alegrías y bulerías por bandera.
Ha vivido de primera mano la evolución del flamenco y aunque supera los 90 años, la sique de cerca. "Hay chavales que cantan muy bien. Me gustan las cosas nuevas que se están haciendo, como cantan los cantes grandes: soleás, seguiriyas", afirma.
Recuerda la época grande de los tablaos, cuando estuvo con Caracol en Los Canasteros o en El Patio Andaluz, que estaba entonces en la plaza del Duque. "De ahí fui a Madrid, donde estuve once años. Eran los años 60 o 70 y había cola todas las noches para entrar en Las Brujas o Torrebermeja. Allí había muy buenos flamencos".
Cante y baile
Como además de cantaor ha bailado, conoce perfectamente cómo hacer que cante y baile sean uno. "Mi palo favorito es la soleá, me gusta mucho, pero también las bulerías, las alegrías y los tarantos.. Hay que conocerlos todos para llenar una hora", aconseja. "En el cante para el baile hay que ensayar mucho, saber cuándo va a entrar la bailaora y conocer la forma que cada uno tiene de plante, taconeo, etc. En el baile ha cambiado mucho. Antes había menos técnica, se taconeaba menos y se movían más las manos. Ahora hay muy buenos bailaores. Son formas diferentes".
En su trayectoria hay un antes y un después de la publicación del disco Canta Jerez. De este mítico trabajo que reunió a lo más representativo de la época quedan dos representantes: Paco Cepero y él. "Tengo cuatro discos grandes y otros más pequeños de sevillanas. He grabado con Melchor de Marchena, Isidro y Manolo Sanlúcar".
Pero lo mejor de Romerito de Jerez es escucharle, no sólo cantar, sino contar porque es la memoria viva de la historia del flamenco.
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