"Seguir escribiendo para seguir viviendo"
calle rioja
Novedad. Un pícaro en la posguerra española protagoniza la primera incursión en la novela de José León-Castro, catedrático de Derecho Civil y ex hermano mayor del Gran Poder
Tarde lluviosa bajo los soportales. Suena a versos de Machado en Soria, pero así estaba el barrio de Los Remedios cuando algunas personas entraban en la librería La Botica. Entre cientos de títulos de libros, buscaban unas palabras. 'Postales sólo de ida'. Es el título de la primera novela de José León-Castro Alonso (Sevilla, 1950). Por volver al símil machadiano, el autor tiene escritos nueve poemarios. "Este oficio, esta hermosísima aventura de escribir siempre empieza por la poesía", confiesa el novel novelista, pero ya avezado autor de textos jurídicos. La especialidad de quien fue catedrático de Derecho Civil en la Hispalense.
El autor en el centro. A un lado, Manuel Baraja, el editor, que después de trabajar en la librería Céfiro, montó desde Barcelona con otros socios andaluces la editorial Terra Ignota. Al otro lado, Manuel Rancaño, jurista, articulista, amigo de León-Castro, con el que se reúne a hablar de lo divino y de lo humano en el ágora del bar José Luis de la plaza de Cuba. El amigo presentó la novela, que inscribe en la picaresca del Siglo de Oro, aunque cronológicamente se sitúa en la posguerra española. Agustín Cruz Expósito, el protagonista, es deudor literario, según Rancaño, del Buscón, del Lazarillo de Tormes y hasta del Gabrielillo de Trafalgar, uno de los Episodios de Benito Pérez Galdós, que fue según las estadísticas el texto más leído durante la pandemia.
Un pícaro cuya aventura equinoccial, parafraseando al Sender de Lope de Aguirre, empieza saliendo del orfelinato de Brihuega en pos de un sinfín de afanes y vicisitudes. León-Castro fue hermano mayor del Gran Poder. Entre el público, su amigo Juan Ruiz, que fue hermano mayor de la Macarena cuando ambos cofrades suscribieron en 2003 el acuerdo de la Concordia, justo en el centenario de la histórica controversia en tiempos de Marcelo Spínola.
Un pícaro como el Guzmán de Alfarache, cuyo autor, Mateo Alemán, fue hermano mayor del Silencio y murió en la indigencia y el olvido en México. León Castro habló a continuación de los dos Manueles, su editor y su amigo y presentador. Un telonero de altura que dio motivos más que suficientes para comprar su novela y sobre todo leerla. "Si al escritor lo va llevando, al lector lo va arrastrando", dice uno de los que la han leído, el periodista Paco Giménez Alemán.
La novela surgió "un poco espontáneamente, casi sin proponérmelo", dice León-Castro. Su gestación es tan apasionante como el resultado. "Una novela no empieza cuando uno quiere, empieza cuando quiere ella". Se encontró con su personaje, Agustín Cruz Expósito, "hasta en sueños", y le da la razón a los que ven esbozos del autor en el protagonista, "es verdad, le he pasado vivencias de mi infancia, juventud y madurez". "Ficción biográfica", la llama Rancaño. Menos diplomático, el autor considera esta novela un modesto artefacto "contra esta milonga que nos están contando de la desmemoria histórica que nadie sabe lo que es, pero todos sabemos por qué la quieren sacar". Ayer salió en el BOE este 'best seller' del Consejo de Ministros.
El pícaro que sale del orfelinato y va recorriendo parajes y oficios, un poco como el soldado Schweik de Jaroslav Hasek, termina en un destino que explica el título de la novela. "Es destinado a Correos, las dependencias que hoy son el Ayuntamiento de Madrid, a un departamento que le llaman de Vía Muerta; correspondencia perdida y no recibida. Agustín se pone a buscar a algunos de esos destinatarios".
Postales sólo de ida escritas por un autor que no está de vuelta. "Quiero seguir escribiendo por una razón fundamental. Escribir y seguir escribiendo es de alguna manera seguir viviendo". La verdadera autoayuda, escribir como manual de supervivencia. De hecho, informó a su editor que ya está en camino un nuevo sueño, no el de los poemarios con el que pretende hacer una antología, sino una segunda entrega de este pícaro que en palabras de Rancaño responde a unas pautas diferentes. "Es un pícaro con fortaleza moral, sentido del compromiso y de la responsabilidad".
Una ficción biográfica porque son reales los años que León-Castro pasó en Chipiona, donde también traslada a su protagonista. "Tuve ocasión de conocer en persona a Fray Leopoldo de Alpandeire en el monasterio de Regla, y a ese personaje que llamaban Murillo". Una novela empieza cuando ella quiere y termina de la misma manera. "Tuve la inmensa fortuna de intuir el final. Agustín me lleva de la mano y me lleva hasta el final".
La escritura, que en la librería ya es literatura, es su manera de aplicar ese "ocio laborioso" como Goethe entendía la jubilación. El catedrático y ex hermano mayor confía en que muchos lectores le escriban postales de vuelta y encuentren el destinatario, como soñaba el antihéroe de su novela. José León-Castro nace en 1950, el año del gol de Zarra a Inglaterra en Maracaná. Anuncia a quien se aventure a adentrarse en sus páginas "un final trepidante, inesperado, ilusionante, sorprendente. Me costó mucho trabajar literariamente con dos ideologías que empiezan en los años cincuenta".
Como hacía en sus clases de Derecho Civil, quiso buscar la participación del público que se acercó a esta librería, La Botica, que suena a Madame Bovary. Allí estaba Pilar León-Castro, hermana del autor, incondicional de sus escritos, catedrática de Arqueología. Llévense el libro y no olviden los paraguas.
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