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Sevilla era el paraíso y se convirtió en un infierno

  • Recuerdo. En su libro 'El olvido que seremos', Héctor Abad Faciolince reivindica la memoria de su padre, doctor Abad Gómez, que pasó la infancia en Sevilla, capital del valle del Cauca

El pabellón de Colombia para la Exposición Iberoamericana de 1929.

El pabellón de Colombia para la Exposición Iberoamericana de 1929. / juan carlos muñoz

Cuando Héctor Abad Faciolince (Medellín, Colombia, 1958) llegó a Sevilla para hablar en la tertulia literaria del Colegio Notarial de Andalucía de su libro El olvido que seremos (Alfaguara), igual pasó por su memoria el día que su padre, el doctor Héctor Abad Gómez, tuvo que abandonar Sevilla, la ciudad colombiana. Con la crisis económica de los años 30, el abuelo Antonio, padre del médico, viajó a caballo con su esposa, Eva, embarazada. Fue "un éxodo bíblico con llegada feliz a la tierra prometida, el Valle del Cauca, una región donde no existía el diablo".

El diablo terminaría apareciendo. Héctor Abad Gómez estudió Primaria y Secundaria en Sevilla, y el Bachillerato en el Liceo General Santander de esa ciudad. "Sus amigos de la primera juventud", cuenta su hijo, "eran también vallunos, de Sevilla, pero en los años de la Violencia de mediados de siglo se los fueron matando a todos uno por uno, por liberales". El abuelo tuvo fincas de café y ganadería, pero tuvo que venderlo todo para irse de allí.

Lo matan el 25 de agosto del 87. Llevaba el soneto de Borges que da título al libro

Al doctor Héctor Leal Gómez lo asesinaron el 25 de agosto de 1987. Llevaba en el bolsillo el soneto de Borges que empieza con el título del libro y de la película de Fernando Trueba y una lista con los objetivos de los paramilitares. Despertaba sospechas en los dos frentes. La "izquierda estúpida y fundamentalista" criticó que fuera director de la Escuela Nacional de Salud Pública con aportes de la Fundación Rockefeller. El arzobispo de Medellín, Alfonso López Trujillo, prohibió que se le hiciera un funeral a quien no era practicante, pese a que se definía "cristiano en religión, marxista en economía, liberal en política". Ese obispo fue presidente del Pontificio Consejo para la Familia en el Vaticano.

Héctor Abad Faciolince era el único hijo varón de una familia gobernada por las mujeres. Cita su manual de instrucciones, "si quieres que tu hijo sea bueno, hazlo feliz; si quieres que sea mejor, hazlo más feliz". Si Borges quedó como el único argentino al que no le gustaba el fútbol, algo parecido podría decirse del doctor Abad en Colombia. Buscaba en la radio del coche información de un amigo asesinado y decía: "La ciudad se desbarata, pero aquí no hablan sino de fútbol".

Con veinte años, acompañó a su padre a una misión especial en México. Entró en contacto con la intelectualidad, salvo los tres inaccesibles: Juan Rulfo, Gabriel García Márquez y Octavio Paz.

Tres meses después del asesinato de su padre, Héctor Abad Faciolince participó en el recinto de la Asamblea de Antioquía en el acto de reconstitución del Comité para la Defensa de los Derechos Humanos que presidía el doctor Abad. A los otros tres intervinientes los fueron asesinando: Luis Fernando Vélez, del Partido Conservador; Gabriel Jaime Santamaría, diputado del Partido Comunista; y Carlos Gómina, miembro del viejo comité. Cuando apareció el cadáver del primero, Abad Faciolince supo que tenía que abandonar Medellín, como cuando su padre y su abuelo dejaron Sevilla en el paradisíaco valle del Cauca. El día de Navidad de 1987, vía Panamá, llegó a Madrid, acogido por Alberto Aguirre, amigo de su padre algo excéntrico al que muchos le pedían autógrafos confundiéndolo con Alberti.

Abad Faciolince tituló su conferencia Dinos cómo sobrevivir a nuestra violencia. El año que llega a España, 1987, Eta cometió 52 asesinatos, incluidas las 23 víctimas mortales del atentado de Hipercor en Barcelona y las 11 de la casa-cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza. Ayer se cumplieron 24 años del asesinato de Miguel Ángel Blanco, a quien ni siquiera dejaron la posibilidad de que ningún hijo lo recordara. Los hijos que no tuvimos, como cantaba Aute contra los últimos fusilamientos del franquismo.

A Héctor Abad Gómez lo tildaban de marxista y su hijo dice que nunca leyó a Marx y confundía a Hegel con Engels. No era de misa dominical, pero se persignaba en los aviones. "Le pareció grotesco cuando los marxistas quisieron convertir y convirtieron la vieja capilla de la ciudad universitaria en un laboratorio, y luego en un teatro, pues si bien la universidad debía ser laica, había nacido religiosa, es más, había nacido en un convento".

En su libro Primeras personas, Juan Cruz cuenta que Abad Faciolince intentó sin éxito reconciliar a Gabriel García Márquez con Mario Vargas Llosa. Borges murió un año antes de que mataran al médico que llevaba su soneto en el bolsillo. "…Ya somos en la tumba las dos fechas / del principio y el término". A su hijo no dejaba de leerle las Coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre y fueron juntos a ver Muerte en Venecia, de Visconti.

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