"Sevilla todavía no se ha enterado de lo mucho que le debe a América"
Enriqueta Vila. Directora de la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla
Después de tres años de intenso y desinteresado trabajo, esta americanista deja el puesto de mando de la Casa de los Pinelo con la satisfacción de haber sorteado los escollos de la crisis
-Ha decidido poner fin a tres años como directora de la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla y no optará a su reelección en las próximas elecciones. ¿A qué se debe esta decisión?
-Los dos últimos años han sido durísimos. Me ha cogido una época bastante difícil, con unos gastos muy superiores a los ingresos y sin posibilidad de financiación por parte de los bancos. Para mí estos tres años han sido el equivalente a seis y le puedo asegurar que ya se me han acabado las ideas... Tenga en cuenta que estoy en la junta de gobierno desde el año 99... Quince años de trabajo.
-¿Qué ha sido lo más duro?
-Prescindir de los dos empleados a tiempo parcial que tenía la Academia y salir a buscar dinero, algo que siempre me ha costado mucho trabajo... Nunca se me ha dado bien.
-Pero las cosas han mejorado, ¿no?
-La cosa ha ido funcionando poco a poco, con mucho trabajo. Hemos tenido la suerte de contar con el apoyo del abogado Manuel Mesa, que nos ha asesorado gratuitamente en la creación de la Fundación Buenas Letras, lo cual ha supuesto un auténtico cambio estructural, algo que siempre es muy trabajoso. Además, las subvenciones de Ayuntamiento y Junta han aumentado este año y, gracias a un convenio con la Universidad de Sevilla logrado por Rafael Valencia, contamos con un grupo de becarios.
-¿Lo mejor de la experiencia?
-El haber sido directora de esta Academia ha sido el honor más grande de mi vida. Dirigir una institución de casi trescientos años, con los primeros espadas en muchas disciplinas... Es un auténtico privilegio. Quiero reseñar especialmente que los académicos han dado muchas conferencias sin cobrar absolutamente nada para así poder destinar los fondos a la institución. Jamás ninguno se ha negado a nada de lo que le he pedido, todos han estado a una... Eso me produce una gran satisfacción.
-¿Algún momento en especial?
-Una visita que hicimos a Itálica guiados por Pilar León. Además, Aquilino Duque, Jacobo Cortines y Joaquín Caro Romero leyeron poemas en los lugares en los que se habían inspirados para escribirlos.
-Mucho antes de ser académica navegó en el proceloso mar de la política como concejal de Cultura con Alejandro Rojas Marcos.
-Yo no militaba en el Partido Andalucista, pero siempre los había votado por las mismas razones que ahora, para evitar que Andalucía fuese una autonomía de segunda respecto a Cataluña, Galicia y el País Vasco. Cuando Alejandro me llamó para su candidatura yo le dije al principio que no, pero mi marido me convenció para que aceptase. Primero estuve en la oposición cuando el socialista Manuel del Valle fue alcalde y, después, cuando Rojas Marcos ocupó el puesto, me nombró delegada de Cultura, entre el 91 y el 95.
-Recuerdo alguna campaña mediática en su contra. Era a todas luces desmesurada.
-Eso, afortunadamente, está superado. El tiempo pone a cada persona en su sitio. De alguna manera me amargaron la segunda mitad del mandato, pero estoy muy contenta con el trabajo que realizamos en aquellos años... Hasta hace muy poco, lo que se ha hecho es lo que nosotros dejamos diseñado.
-Destaque sus logros.
-El Teatro de la Maestranza. Cuando acabó la Expo, el Estado nos lo entregó raso, sin ni siquiera personal. En el Consorcio que formábamos con la Junta y la Diputación nos pusimos manos a la obra y, en tres meses, conseguimos que fuese la sede de la Sinfónica, por lo que pudimos reabrir el teatro. Sin embargo, de lo que me siento especialmente orgullosa fue de poner en marcha la red municipal de bibliotecas en los barrios, un trabajo en el que conté con la especial colaboración de Juana Muñoz. También resucitar el Servicio de Publicaciones, que estaba prácticamente muerto, y el programa La cultura va por barrios, que quitaron en cuanto me fui... Me acuerdo de los farrucos bailando en la parroquia del Rocío.
-¿Sigue vinculada al Partido Andalucista?
-Sí, sigo teniendo el carné, pero testimonialmente... No voy a nada.
-La formación está en decadencia...
-Muy en decadencia.
-¿Los políticos de aquella época eran mejor que los de ahora, como se repite hasta la saciedad?
-Había muy buen ambiente, lo contrario que ahora. Manuel del Valle y Alejandro eran dos caballeros y, aunque se daban fuerte y flojo en los plenos, cuando éstos acababan todos nos íbamos a tomar una copa. Las comidas de Navidad, que pagábamos de nuestro bolsillo, eran muy divertidas.
-¿De su bolsillo?
-Que recuerde, ni yo ni muchos de mis compañeros firmamos ninguna factura de restaurante. A mí me hubiese parecido normal invitar algún día a comer o a una copa a los miembros del consejo asesor del Servicio de Publicaciones, que no cobraban nada, pero el alcalde no me dejaba. La austeridad en la época de Alejandro fue máxima, pese a todo aquello del urbanismo bajo sospecha... Cuatro auditorías y no han podido demostrar nada.
-Dentro de su dilatada carrera como gestora cultural también fue directora de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos, una de esas instituciones con solera que, sin embargo, son las grandes desconocidas para la mayoría de los ciudadanos.
-Ahora ya no, pero fue muy conocida cuando acogía en el sótano al club La Rábida, que fue creado por el mismo fundador de la Escuela, Vicente Rodríguez Casado, un señor del Opus Dei, que en esa época era lo más progre del régimen. Allí iban los mejores pintores, los mejores filósofos, los mejores poetas... De hecho, la gente conocía el edificio de la calle Alfonso XII como el club La Rábida.
-Pero eso son tiempos pasados.
-Sí, la Escuela es mucho más conocida en el extranjero que en la ciudad. La verdad es que la institución cuenta con un presupuesto muy bajo. Los ciudadanos desconocen su magnífica biblioteca, con unos fondos impresionantes. Sevilla todavía no se ha enterado de lo mucho que le debe a América. Esa es, precisamente una de mis metas actuales, cambiar este desconocimiento.
-El otro día, el ex presidente Felipe González decía en el Foro Joly una cosa muy interesante: uno se da cuenta de qué es España cuando viaja por Latinoamérica.
-Es verdad. Los ignorantes tienen complejos y piden perdón por lo que hicimos en Hispanoamérica. En mi discurso de ingreso en la Academia puse de relieve cómo la hispanización de América fue un proceso similar al de la romanización de Europa: se unieron pueblos muy diferentes y dispersos, con lenguas y culturas extrañas entre sí. ¿Renegamos los españoles de los romanos porque machacaron a los íberos? Pues no, toda colonización es dura.
-Ahora dice la Junta que quiere convertir las Atarazanas en un "centro de diálogo con América".
-Sí, pero no sé con que americanistas está contando. Desde luego, conmigo no. En general, me parece una idea estupenda y, si se expone bien, puede contar con el apoyo decidido del Rey, que siempre ha tenido un interés extraordinario por América. Esta ciudad tiene que volver a ser lo que era, la unión entre Europa y América.
-Dejemos su faceta de gestora para pasar a la de investigadora, que también ha sido prolífica. Su libro más conocido es Los Corzo y los Mañara. Tipo y arquetipo del mercader con Indias. De la lectura de esta obra saco una conclusión que quizás está dictada por el tópico: en Sevilla el comercio siempre se ha mirado con desconfianza, quizás por un complejo aristocratizante. Cuando un cargador a Indias prosperaba, pasaba a ocultar sus orígenes mercantiles para ennoblecerse.
-No era ocultación, era afán de superación. Tomás Mañara nunca ocultó que era comerciante, pero adquirió para sus hijos hábitos de órdenes militares. A Miguel, con cuatro años, le compró el de Calatrava. ¿Eso era no querer ser comerciante? No, él siguió con sus negocios y financiando al Rey. Ahora, sí es verdad que, después de estudiar una lista de todos los miembros del Consulado en el siglo XVII, se saca la conclusión de que la actividad comercial no duraba en una familia más de tres generaciones. La mayoría de los nietos se hacían caballeros.
-Eso es lo que quería decir. Los descendientes de los comerciantes se convertían en señoritos.
-Pero eso pasa ahora también.... Aunque menos.
-Corzo, Mañara... Usted ha estudiado mucho los apellidos italianos en Andalucía. Digamos que después de Roma se produjo una segunda italianización de Sevilla.
-Son apellidos fundamentalmente genoveses. Llegaron mucho antes del descubrimiento de América. Esta casa que es sede de la Academia fue la residencia de una familia llamada Pinelo, que arribaron en la segunda mitad del siglo XV. Desde el siglo XIII, después de la conquista cristiana, se detecta en Sevilla una colonia de grandes comerciantes genoveses. Era el único puerto de interior y, antes de con América, había una gran relación con los países nórdicos, con Flandes y con Italia... Usted ha dicho antes que mi libro más emblemático es Los Corzo y los Mañara... Eso es cierto para Sevilla, pero mi obra más conocida internacionalmente, la más citada, es Hispanoamérica y el comercio de esclavos.
-Precisamente ése es el tema que quería tratar ahora. Quizás por la influencia del cine, cuando se habla de esclavitud tendemos a pensar en los oceánicos campos de algodón de Virginia, en Lincoln, en la Guerra de Secesión norteamericana... Pero pocos caen en la cuenta de que Sevilla fue uno de los grandes centros esclavistas de la historia.
-Sevilla, junto a Lisboa, fue uno de los puertos negreros más importantes de Europa. Eso no significa que todos los esclavos que iban para América pasasen por la ciudad. Era lo que se llamaba el comercio triangular: los barcos fletados por portugueses salían de Sevilla cargados de pertrechos, capturaban a los esclavos en los ríos de África, los llevaban a América y luego volvían a Europa. A finales del XVI los negros ya habían llegado hasta Chile; América entera se había ennegrecido. Los principales negreros fueron portugueses, genoveses, franceses e ingleses, quienes en el siglo XVIII, a partir de Utrecht, se convirtieron en los mayores comerciantes de esclavos, con esos barcos que todos conocemos con los negros acostados. Si Inglaterra abolió la esclavitud en el siglo XIX fue porque, debido a sus intereses coloniales, no querían que África se despoblase.
-¿Y los españoles no eran negreros?
-El negrero español apareció en el XIX y se encarnó principalmente en el propietario cubano de las grandes explotaciones de caña de azúcar, algunos de cuyos apellidos permanecen en Sevilla. Tenga en cuenta que en España la esclavitud se abolió a mitad del XIX, pero que en sus colonias no se hizo hasta finales del siglo. La trata y el comercio negrero fue el mayor genocidio de la historia. Cuatro siglos, del XVI al XIX, cogiendo negros en África y llevándolos a América... Nunca sabremos el número de muertos.
-También ha estudiado la otra cara de la moneda, el abolicionismo español.
-Muy poca gente fue abolicionista en España, ni los más liberales, que se callaron como monos en la muy liberal Constitución de Cádiz. Lo intentó Argüelles, pero los cubanos formaron una tremenda. Habrá que esperar a la generación de Castelar, quien hizo un gran alegato en las Cortes contra la esclavitud. En Sevilla, poco a poco, los esclavos empezaron a desaparecer en el siglo XVIII, como demuestra Domínguez Ortiz.
-Muchos culpan de esta esclavitud de los negros a Fray Bartolomé de las Casas, quien por proteger a los indios animó este comercio.
-En cierta medida tienen razón. Pero hay que tener en cuenta que esta solución la propuso el padre Las Casas como mal menor y se arrepintió de ella durante toda su vida.
-Las Casas... Es impresionante el desprecio olímpico de la sociedad sevillana -que suele dar gran bombo a auténticos mediocres- a este gigante de la historia.
-Probablemente, insisto, por el gran desconocimiento que hay en Sevilla sobre América. Por ejemplo, todo el mundo habla de que el Archivo de Indias es una maravilla, pero el 80% de los sevillanos ni lo conocen ni saben que es el único archivo continental que hay en el mundo. Nunca se ha enseñado bien la Historia de América. Cuando yo estudiaba el Bachillerato, el capítulo sobre América era muy breve y estaba muy mal escrito... Siempre me lo saltaba.
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