Sexo en Sevilla
La Sevilla del guiri
ES verdad que la serie Sexo en Nueva York está basada en una columna de periódico?, me preguntó mi mujer una mañana muy temprano. No aparté la vista de mi ordenador. Estaba repasando mi próxima entrega al periódico. A mi mujer le encanta hablar por la mañana. A mí, trabajar. Los momentos antes de que se despierten los niños son algunos de los únicos tranquilos en todo el día y siempre intento aprovecharlos. E insistió:
-¿La protagonista de la serie es una persona real, o es un personaje creado por un director?
Me retrasé en responderle para terminar una frase en la que estaba trabajando.
-¿Me estás escuchando? -me dijo-.
A veces, evadir el asunto es aún peor.
-He leído la columna sólo dos o tres veces. No he visto la serie nunca. En cuanto a que sea verdad o no, siempre me ha dado la impresión de que, en vez de las actrices haciendo los papeles de neoyorquinas reales, las neoyorquinas, locas por la serie, empezaron a hacer los papeles de las protagonistas. ¡Que lástima que tan sólo proyecten lo más frívolo de mi país!
-Seguro que no te va a gustar. Es muy feminista. Pero tiene sus puntos buenos.
-Cariño, ¿podemos aplazar esta conversación para otro momento?
-Siempre igual. Desayuno cada mañana con un marmolillo al lado.
-Habla más bajito -dije mirando hacia la habitación de los niños-.
-¿Encima me manda a callar?
Di un suspiro y dejé a un lado el artículo:
-¿Quieres hablar? Vale. Hablemos en plata. La primera vez que entré en tu piso y vi los DVD de Sexo en Nueva York, esto fue un punto en tu contra.
-¿Hubieras preferido encontrar una serie sobre los conventos de clausura?
-Menos mal que fue una falsa alarma. Seguro que la serie trata de tonterías nada más.
-Bueno, tonterías graciosas. Hay un capítulo que siempre recuerdo. Una de las protagonistas a la que le gusta mucho el sexo encuentra por fin al hombre perfecto: guapo, respetuoso, inteligente, romántico, rico. Ella intenta controlarse y no tener sexo con él para no estropear la relación como en otras ocasiones. Total, llega la noche en la que decide acostarse con él. Están en la cama los dos. Todo un sueño para ella, ¿sabes? El preámbulo, perfecto, alucinante. No puede resistirse más. Dice, sin aliento, ¡Métela! Dice él, Ya está. Dice ella, con cara de susto. ¿Cómo? ¿Que ya está?
Mi mujer levantó el meñique:
-Tenía un pene así. ¡La pobre! Pasó todo el día siguiente llorando.
-La pobre -dijo ella, mi propia mujer-.
-Los hombres comen con la vista. ¿Por qué no las mujeres también?
-¿Se supone que debo creer que me hubieras dejado si no hubiera tenido un pene adecuado para tus gustos?
Se quedó pensativa.
-Déjate de bromas -le dije-. Las americanas toman este papel de mujer moderna y sexualmente abierta totalmente en serio. Por eso estoy contigo, una andaluza. Sabes perfectamente el valor de las cosas.
-Entonces tú no le das mucha importancia al sexo. Si decido llevar una vida célibe contigo, no tendrías problema.
-Lo que quiero decir, cielo, es que, aunque no quiero ser cura, y no quiero vivir con una monja, me alegro de que mi mujer se haya criado en un ambiente no totalmente desprovisto de valores tradicionales. El fin de este papel de mujer moderna y sexualmente abierta es, sin excepciones, la
soledad.
-Entonces, para que una mujer no se quede sola, necesita aceptar ciertos valores machistas. Si mi marido tiene un pene como un camarón, lo aguanto con actuaciones dignas de un Oscar. Pero si mi marido va con otra para satisfacer mejor sus deseos, soy yo la culpable. Gracias a series como Sexo en Nueva York, por fin estamos ya saliendo de esta esclavitud. Ya era hora.
-¿Sabes por qué hay tantos divorcios en la vida moderna?
-Sí, por la serie Sexo en Nueva York.
-Escúchame. La cultura actual convence a la gente joven de que si no estás con tu pareja como dos conejos en una jaula, ya no hay futuro, y deberías ir en busca de...
-Orgasmos.
-Más o menos. Sabes igual que yo que hay etapas en las que el sexo no está tan alto en la lista de prioridades. Hoy día se da por sentado que si no hay mucho sexo en una relación, está vacía. Pues puede ser perfectamente lo contrario.
-Por eso, en las supuestas relaciones llenas, el hombre sale a buscar el sexo fuera de ella. Y cuando les pillan, lo justifica diciendo que era solo sexo, nada importante. ¿Te tranquilizaría a ti esta respuesta?
Otra vez miré hacia la habitación de los niños. Tanto hablar de sexo me estaba quitando las ganas de escribir. Me puse de pie, giré la cabeza de un lado a otro, estirando el cuello.
-¡Uf! cariño, tengo un tirón en la espalda. ¿Puedes darme un masaje en la habitación?
-Ya te vas a comportar como un hombre frívolo, ¿eh? Como en la caja tonta. Pues, yo quiero una relación llena de...
En ese momento, un grito descomunal partió el silencio glorioso de la mañana, un grito de un niño hambriento y, un momento después, las quejas del otro.
Por la falta de escenas eróticas, me temo que el contenido mis artículos no inspirará jamás una serie de televisión.
También te puede interesar
Lo último
Contenido Patrocinado
Contenido ofrecido por el Ayuntamiento de Rota
Contenido ofrecido por Nervión Plaza
Contenido ofrecido por Restalia