El asesino del bar La Pará se acabó su copa tras matar al propietario

El hombre que mató a Jin Ling Min cometió el crimen a sangre fría, esperando a que el local se vaciara y tras robar una furgoneta para trasladar el televisor que sustrajo

Fernando Pérez Ávila

05 de junio 2008 - 05:03

El presunto asesino de Jin Ling Min entró en el bar La Pará a las once de la noche del 24 de mayo, se sentó en un taburete junto a la barra y pidió un ron con coca-cola. Los pocos clientes que quedaban estaban viendo el festival de Eurovisión en un televisor de plasma de cuarenta pulgadas. El criminal esperó a que se fueran marchando hasta que se quedó solo con el ciudadano chino que regentaba el negocio desde seis meses atrás. Sobre la medianoche ya no había nadie más en el bar. Fue entonces cuando el asesino degolló a Jin en el cuarto de baño. Luego regresó tranquilamente a la barra, apuró su copa y se fumó un cigarrillo dejando la colilla en un cenicero junto al vaso. Después salió del bar con 200 euros, el televisor y el ordenador portátil de su víctima.

Así fue cómo Daniel C. M., de 35 años, delincuente y toxicómano, cometió el crimen que ha sobrecogido al barrio de Triana porque en él trabajaba la víctima y residía el asesino. La Policía Nacional explicó ayer en rueda de prensa la secuencia de los hechos y los detalles de la investigación que concluyó con la detención y encarcelamiento del presunto criminal. De ella se desprende que éste mató al dueño del bar a sangre fría y que tenía planificado el asesinato desde unos días atrás.

Tanto es así que había entrado varias veces en el bar como cliente para observar los objetos que podía llevarse. Uno de ellos era el televisor de plasma. Como no podía salir del local cargando con la pantalla robó una furgoneta para transportarla una vez cometido el robo y también el crimen. Daniel había salido de la prisión de Huelva en enero tras cumplir siete años de condena por robos. El testimonio de una de las víctimas que lo identificó fue clave para que lo encarcelaran. Esta vez no estaba dispuesto a que nadie lo reconociera. Por eso tenía claro que iba a matar al dueño del bar.

Mientras esperaba que el local se vaciara de clientes, Daniel vio que en la puerta del bar se había quedado un aparcamiento libre. Le preguntó a Jin si podía sacar una mesa para reservar el hueco mientras acercaba la furgoneta. El dueño del bar le dijo que no había problema y así lo hizo. Por eso había una mesa de pie y unas sillas fuera del local a la mañana siguiente, cuando se descubrió el cadáver del ciudadano chino.

Cuando se quedaron solos, el delincuente atacó al dueño del bar y éste corrió a refugiarse en los aseos, desde donde pretendía hacer una llamada de socorro con su móvil. No le dio tiempo. El asesino le alcanzó y le asestó once puñaladas, ocho de ellas en el cuello. Luego se terminó la copa y llegó hasta donde estaba la caja registradora, detrás de la barra. La forzó e hizo lo mismo con el cajetín del teléfono. En total había menos de 200 euros. Después llevó el televisor y el portátil a la furgoneta y se marchó. Las pisadas de sangre que había en el suelo revelan la secuencia completa de los hechos. El delincuente también se dejó olvidada una mochila con alicates, tijeras y rollos de papel. María, la viuda de la víctima, relató que se había acercado al bar por la noche y se lo encontró cerrado. Posiblemente el asesino estaba todavía dentro.

El hombre fue detenido tres días después en la calle San Jorge, donde compartía piso con un familiar. En esta vivienda había una mochila similar a la que olvidó en el bar y tres billetes chinos. No confesó el crimen aunque sí admitió que estuvo allí, pero para auxiliar al hostelero porque entró en el bar y se lo encontró sangrando. En vez de llamar a la Policía, huyó y arrojó la ropa manchada de sangre y las zapatillas deportivas que calzaba al Guadalquivir.

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