Blas Infante esquina con Alberto Jiménez-Becerril

Calle Rioja

Ofrenda floral en el 89 aniversario del fusilamiento de Blas Infante, un día antes del día que el concejal asesinado por ETA con su esposa habría cumplido 65 años

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Estación de Metro Blas Infante, en la Avenida República Argentina.
Estación de Metro Blas Infante, en la Avenida República Argentina. / M. G.

Banderas cumplió ayer 65 años y mañana los habría cumplido Alberto Jiménez-Becerril. Tenía 37 cuando lo asesinó ETA junto a su esposa Ascensión García Ortiz. Ese 12 de agosto de 1998 debería haber llegado a los 38, la edad con la que asesinaron a Federico García Lorca el 18 de agosto de 1936. Una semana después de que en el kilómetro 4 de la carretera de Carmona fusilaran a un hombre de bien llamado Blas Infante Pérez de Vargas. Su aniversario se mezcla en el calendario con los cumpleaños del actor malagueño y del concejal sevillano.

En los años de la Transición el Blas notario más popular era Blas Piñar, líder de Fuerza Nueva. Hoy Blas Infante es el único nombre propio del Estatuto de Andalucía, como Pilatos en el Credo, aunque a él lo mataron porque nunca quiso lavarse las manos y mirar para otro lado. Ahora su nombre rotula calles y avenidas de todas las poblaciones de Andalucía; en Ayamonte da nombre a un estadio de fútbol y en Sevilla a una estación de Metro. Blas Infante y Alberto Jiménez-Becerril están en el callejero sevillano. Es muy probable que también figurasen si no hubieran sido asesinados en dos de las acechanzas de la sed de mal de que hablaba Orson Welles en su película.

Los dos murieron demasiado jóvenes, con un bagaje personal y profesional como para haber hecho muchísimas cosas. Dos servidores públicos, uno como notario, el otro como edil del Ayuntamiento desde muy temprana edad. A Blas Infante, malagueño de Casares, paisano de cuna de Antonio Banderas, se lo llevaron de su casa de Villa Alegría, en Coria del Río, para asesinarlo con 51 años. Ya se ha dicho que Alberto tenía 37, dos menos que Sergio Ramos, que se dio a conocer como futbolista en el Sevilla, el equipo a cuya directiva, de la mano de su tío Gabriel Rojas, llegó con 21 años. Precoz en todo: en el fútbol, en la política, en el matrimonio, en el cultivo de la amistad. Hasta para morir. Y no es descartable que Sevilla contara con una Avenida Blas Infante y una Avenida Alberto Jiménez-Becerril, porque con su perfil el notario podría haber llegado a presidente de la República y de Alberto dicen los que trabajaron a su lado que hubiera sido un excelente presidente del Gobierno. Hombre de diálogo, como bien lo saben sus amigos y coetáneos José Luis Villar y Luis Pizarro, también nacidos en 1960, que llegaron el mismo año que Alberto al Ayuntamiento, uno con el Partido Andalucista, el otro con Izquierda Unida.

La vida de Blas Infante es un mapa sentimental de Andalucía. Nació en Casares, Málaga, pueblo que llegó a tener un alcalde del GIL (siglas del partido que fundó Jesús Gil, que en el tránsito del siglo XX al XXI era presidente del Atlético de Madrid y alcalde de Marbella). El notario se casa en Peñaflor con Asunción García Parias, sobrina del temible gobernador Pedro Parias, que no movería un dedo por salvar a su marido del pelotón de fusilamiento. Fue notario de Cantillana, Isla Cristina y Coria del Río, topónimos inseparables de su aura humanista e ilustrada. Se pateó toda Andalucía y visitó en Marrakech la tumba de Al-Mutamid, el rey poeta que fue buen amigo del Cid. Cuando lo matan, deja viuda y cuatro hijos: Luisa (ocho años), María de los Ángeles (seis), Luis Blas (cuatro) y Alegría, como la casa de la que se lo llevaron, una niña que sólo tenía once meses cuando se quedó sin padre. Ascensión, la mujer de Alberto, no enviudó porque la mataron con él. Uno de sus asesinos, José Luis Martín Barrios, acaba de estrenar la libertad condicional. Como Blas Infante, Alberto y Ascen dejaron huérfanos muy pequeños: tres niños de ocho años (Ascensión), siete (Alberto) y cuatro (Clara). Prácticamente la misma secuencia de edades de los vástagos del notario.

El papel que durante tantos años han ejercido las hijas de Blas Infante (el varón, Luis Blas, emigró y trabajó de camarero en Amsterdam, la ciudad holandesa donde murió), en el caso de Alberto Jiménez-Becerril lo ha jugado su madre, Teresa Barrio, prácticamente hasta el día de su muerte, y su hermana Teresa, que dejó su zona de confort profesional en Italia para meterse en el barro de la política llevando la causa de su hermano.

Con Blas Infante, en el mismo punto kilométrico del oprobio, fueron asesinados ese día Fermín de Zayas, Manuel Barrios Jiménez, José González y Fernández de la Bandera y Rafael Barbero. Los dos últimos, como Alberto, servidores públicos en el Ayuntamiento de Sevilla: el primero, extremeño de Puebla de la Calzada (Badajoz), alcalde entre el 26 de junio de 1931 y el 30 de diciembre de 1933; el segundo, concejal. Por medio de Juan Ortiz Villalba, autor de la monumental obra Sevilla 1936, conocí en Heliópolis a su hija Pepita Barbero.

Ni Blas Infante ni Alberto Jimenez-Becerril llegaron a conocer a sus nietos. Conozco muy bien a dos de los nietos del notario de Coria del Río, hijos de María de los Ángeles Infante: Javier Delmás sucedió a su madre en la presidencia de la Fundación Blas Infante, que ayer presidió la ofrenda floral en el kilómetro 4 de la carretera de Carmona. Alejandro Delmás es una referencia nacional e internacional del periodismo deportivo, un trotamundos de Juegos Olímpicos y mundiales de basket. Un bisnieto de Blas Infante jugó en el Coria.

Alberto era dos días más joven que Antonio Banderas. En el cine, el pintor Juan Valdés encarnó a Blas Infante en la película La Lola se va a los Puertos, adaptación que Josefina Molina hizo de la obra teatral de los hermanos Machado, en la que Rocío Jurado canta el himno de Andalucía. El cineasta riojano Antonio Gonzalo dirigió la película Blas Infante, una pasión singular, en la que el actor argentino Daniel Freire encarnó al notario y Juan Diego al funesto tío de su mujer.

El asesinato de Blas Infante y los otros cuatro republicanos tuvo lugar en el cuarto aniversario del fracaso del golpe de Sanjurjo, que el 20 de julio de 1936 murió en un accidente de aviación cuando salía del aeródromo de Cascais. A Alberto y Ascen los acribillan en la calle Don Remondo, a dos pasos de su casa, cincuenta años después del asesinato de Gandhi. El cadáver de Ascen, registradora de la propiedad, apareció con tres rosas para cada uno de sus hijos, que un día después iban a celebrar la Jornada Mundial de la Paz.

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