De carabelas lentas y trenes veloces

Calle Rioja

El domingo de Feria volvía en el AVE desde Madrid el nuevo titular de la letra 'e' de la Real Academia de la Lengua, Juan Gil, junto a su esposa.

El latinista español Juan Gil Fernández.
El latinista español Juan Gil Fernández.
Francisco Correal

10 de mayo 2011 - 05:03

Subían juntos las escaleras mecánicas de la estación de Santa Justa. No había ninguna comitiva para recibirlos, nadie exhibía pancartas alusivas a la proeza. Pasaron completamente desapercibidos, con la única excepción de quien firma estas líneas. Yo esperaba la llegada de mis hijas, que volvían de Madrid en el mismo tren. Me acerqué a saludarlos y lo primero que hice fue felicitar a Juan Gil. Ya volvía académico de la Lengua, con la letra e que había ocupado el gran Miguel Delibes. Le acompañaba su esposa, Consuelo Varela. En su momento conté la historia de amor de la americanista y el profesor que en 1971 ocupó la cátedra de Latín de la Universidad de Sevilla. Se conocieron en el instituto Beatriz Galindo de Madrid, donde él era profesor y ella alumna. El instituto femenino en el que se jubiló como profesor Antonio Domínguez Ortiz.

Juan Gil y Consuelo Varela se enamoraron en un viaje de estudios a Italia. Se casaron en la iglesia de los Dominicos de Alcobendas, patria chica de la actriz Penélope Cruz. El catedrático Juan Gil, a quien el próximo jueves sus discípulos y alumnos le rinden un homenaje en el Aula Carriazo de Geografía e Historia, no es amante de la caza, una de las grandes aficiones de Delibes. La cazadora era Consuelo Varela. Juan Gil fue ayudante de cátedra en Sevilla de Agustín García Calvo, ese zamorano heterodoxo e iconoclasta que hizo una defensa machadiana de los trenes lentos, detractor de esta Alta Velocidad que sin embargo es como una secuela de la materia en la que este matrimonio, tal vez sin proponérselo, se convirtieron en grandes especialistas.

El AVE no es sino la consecuencia tecnológica de aquel sueño de Cristóbal Colón al que Consuelo Varela llegó después de desertar de su carrera de Económicas y Juan Gil haciendo un paréntesis de una década en sus quehaceres como latinista para publicar su trilogía Mitos y Utopías del Descubrimiento: Colón y su tiempo, El Pacífico y El Dorado. En el prólogo al primero de esos libros, Juan Gil habla de 1992 como "fecha fatídica" "con la enojosísima carga política que llevan consigo a nivel mundial tales festejos y celebraciones en las que todos quieren llevar agua a su molino".

Esa fecha del 92 significó también el tránsito de Consuelo Varela de conservadora del Alcázar a la dirección de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos. El Latín no está tan muerto como nos pensamos, aunque los curas le hayan dado la espalda a su idioma matriz. La misma mañana de su regreso en el AVE, Juan Gil le contaba a Domi del Postigo en la cadena Ser que la palabra etcétera, tan recurrente, es un vocablo del latín que significa "y los demás". Ahí estaba Juan Gil con su etcétera de viajeros. Rocío Carande es una de las organizadoras del homenaje. Su abuelo, Ramón Carande, me hizo un día la traducción de curriculum vitae: carretilla de la vida. Varios vagones hacen falta para el compendio curricular del académico, cazador cazado, que subía las escaleras mecánicas de Santa Justa el Domingo de Feria.

El americanismo está de enhorabuena en Sevilla. Enriqueta Vila se ha convertido en la primera mujer que preside la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, recogiendo el testigo del medievalista Manuel González Carmona, y Consuelo Varela es académica consorte del nuevo inquilino de la letra e. Enriqueta y Consuelo son ambas discípulas de Francisco Morales Padrón. Dos mujeres de nuestro tiempo: si la primera consta como asesora de libros del hispanista Hugh Thomas o la novelista Matilde Asensi, la segunda, en compañía del propio Juan Gil, figuró como guionista de una de las películas que la industria de Hollywood dedicó a los viajes de Colón, con Marlon Brando en el papel de Torquemada. Dominico como los frailes de Alcobendas que los casaron.

stats