Una cesárea 'sobresedada' y desinformada: "Nunca me he sentido más vulnerable. Me ha costado reconocer mi cuerpo"

DÍA DE LA MUJER

El testimonio de María pone de relieve la necesidad de humanizar los partos: "Me sentí muy agredida"

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Una mujer de parto
Una mujer de parto / IA

La violencia obstétrica es aquella que se ejerce sobre las mujeres en el proceso del embarazo y del parto; una faceta más del conjunto de agresiones que sufren muchísimas mujeres a diario, pero menos visible.

Una de las técnicas consideradas como este tipo de violencia es la maniobra de Kristeller, que consiste en empujar literalmente encima del cuerpo de la embarazada la parte superior coincidiendo con la contracción y el empuje de la madre.

Si bien el parto que relata María no es este caso, porque acaba en una cesárea de urgencia, su testimonio es digno de ser contado cualquier día corriente, o el 8M, para concienciar sobre la importancia de humanizar y respetar el embarazo y el parto de la mujer.

Parece estar socialmente aceptado que en estos procesos toca "sufrir", aunque no deba ser así.

Un parto "no respetado"

No pocas madres recuerdan haber sido tratadas de un modo infantil en una etapa crucial como esta, que sin duda marca un antes y un después en el desarrollo psíquico, cerebral y emocional de las mujeres, y cómo no, en el cuerpo.

El parto de María (1993), que utiliza un nombre ficiticio para contar su historia porque no quiere ser juzgada cuando toque nuevamente pasar por los paritorios del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla, pone de manifiesto la importancia de humanizar los procesos, y la falta de empatía que en ocasiones sufren muchas púerperas como ella.

María es diabética, por lo que su embarazo fue catalogado de alto riesgo desde el inicio.

"Tenías que haber planeado el embarazo"

Por parte de su equipo médico, siempre se barajó la posibilidad de practicar una cesárea llegado el momento, y estuvo bajo hipervigilancia.

En el comienzo del seguimiento médico, María cuenta que escuchó todo tipo de comentarios entre endocrinos sobre el tamaño de su bebé: "me dijeron que tenía que haber planificado el embarazo por mi diabetes, que era una inconsciente, que lo tenía que haber planeado bien, porque el bebé podría ser muy grande y acabar en cesárea", cuenta.

Inicialmente, se programó la inducción del parto para la semana 37, dado que el bebé presentaba un percentil 100 en crecimiento, pero dos días ante de lo previsto María rompió aguas.

Durante el trayecto al hospital, sus contracciones se detuvieron, y al llegar, los médicos decidieron inducir el parto debido a que la bolsa se había roto, lo que generalmente provoca el inicio natural del parto en pocas horas.

"Se me pararon las contracciones"

María accedió al procedimiento y pasó al menos un día y medio con medicación, derivada de oxitocina y demás fórmulas químicas que se aplican con objeto de acelerar el proceso y evitar mayor dolor hacia la madre.

Su plan de parto incluía evitar la epidural, ya que deseaba un proceso lo más natural posible, entendiendo que el parto no es una enfermedad, sino un proceso fisiológico.

Sin embargo, el equipo sanitario intentó persuadirla insistentemente.

¿Tú no estás viendo que eres la única que está sufriendo?

Finalmente, María cedió al escuchar en numerosas ocasiones que todo estará mejor, "así no te va a doler".

Según el testimonio María, que desde entonces vuelve recurremente a terapia para reconciliarse con tanto con su cuerpo como un proceso de parto que nunca quiso, la epidural le fue administrada con una "dosis superior a la necesaria": "Yo estaba sobre sedada. Mi madre es enfermera y cuando entró a la habitación vio que la cantidad de medicación que me estaban administrando era demasiada", relata.

Según cuenta, la "dosis la dejó sin capacidad de empujar y con episodios de somnolencia", lo que provocó que la dilatación se detuviera por completo cuando estaba dilatada de unos 5 centímetros.

Tras 30 horas de trabajo de parto y con signos de sufrimiento fetal, los médicos recomendaron una cesárea de urgencia; y aunque en desacuerdo accedió a las recomendariones sanitarias.

"La sensación más grande vulnerabilidad que yo he tenido en mi vida".

Exhauta y aturdida, fue llevada al quirófano sin explicaciones claras.

María narra que no podía moverse, y una vez colocada en la camilla por el equipo médico fue atada de manos, y le colocaron una sábana delante para no interferir en el campo quirúrjico de una cirujía mayor.

"Sédala entera que está muy nerviosa"

Cuando iniciaron la intervención, sintió el primer corte con bisturí eléctrico y gritó de dolor. "Es como en el dentista, lo vas a notar un poco", le respondieron.

Pero ella sintió un corte real, un dolor real. Intentó moverse y soltar sus manos, pero la sedaron completamente sin ser informada directamente: "No recuerdo nada, hablaban entre ellas de sus planes del fin de semana, y solo escuché que decían que había que sedarme entera porque estaba muy nerviosa. Desde entonces no recuerdo nada, todo borroso y fugaz".

"Nunca pensé que encima le podía pasar algo a mi bebé. Como si por ponerme nerviosa me sedaron por completo, y por eso puse en riesgo a mi bebé. Es lo que peor he llevado de todo esto".

María despertó horas después en una sala sola sin saber dónde se encontraba. Dos personas se acercaron a explicarle que había sido sedada porque "estaba muy nerviosa".

Sin embargo, el exceso de sedación también afectó a su bebé, quien tuvo que ser reanimado y trasladado a la UCI neonatal.

María pasó sus primeras horas de maternidad sola, sin poder ver a su bebé, ingresado en la UCI y acompañado de su padre, y por supuesto sin poder hacer el piel con piel con el niño, que tiene hoy seis meses, y recuerda todo "borroso, porque fue todo rápido, sin explicar, a lo loco. Entiendo que se puede hacer cesárea de urgencia, pero con más información, acompañada, atendida, escuchada y respetada; con menos violencia", detalla.

"Me sentí muy agredida"

Los primeros meses, María cuenta que "no podía hablar del parto, porque hay gente incluso que se me dice que es lo normal pasarlo así de mal", y durante estos seis meses ha ido poco a poco realizando su proceso de terapia, recordando y superando cada momento tramáutico que pasó en el quirófano: "Ha sido difícil reencontrarme connmigo misma. No podía permitir que nadie me tocara. Me daban ataques de ansiedad. Mi cuerpo respondió así", cuenta.

María conoció a su bebé un día después de dar a luz, y meses después tiene aún el recuerdo de lo que podía haber sido de otra forma, dado que al menos "necesitaba que alguien me diera la mano para calmarme, y ni eso".

El protocolo del Hospital Virgen del Rocío

Por su parte, fuentes del hospital, uno de los referentes a nivel nacional por su equipo médico, existe un procedimiento general en cesáreas pero que "se adapta siempre a la urgencia del caso y a las condiciones de salud de la mujer y su bebé".

De este modo, según informa el centro, "el bienestar y la salud de la madre y el bebé frente al dolor, con lo que en algunas cesáreas de urgencias ha podido tener que realizarse cuando la anestesia locoregional no ha terminado de hacer efecto, si hay desprendimiento de placenta o problemas con el cordón, por ejemplo", apuntan.

Sobre las medidas de contención

Las medidas de contención, referidas al momento de atar las madres de la madre a la camilla, "son necesarias porque la mujer pierde la sensibilidad por la anestesia y existe riesgo de que se pueda caer o resbalarse de la mesa quirúrgica si pierde el control de la fuerza de su cuerpo o incluso, por los nervios, afectar con el movimiento de brazos a la intervención quirúrgica", detallan.

En ningún caso, detalla el hospital, se permite un acompañante durante la cesárea, por el mismo motivo.

El protocolo incluye también la incorporación durante el proceso de unos paños como campos estériles que se crean para poder intervenir con toda la seguridad para la madre y el bebé, dado que "disminuye el riesgo de contaminación o infecciones durante la cesárea".

Si bien María no pudo hacer el piel con piel con su bebé con motivo del ingreso del recién nacido en la UCI de neonatos, el hospital detalla que el centro "ha empezado a ofrecer el cuidado piel con piel a determinadas familias que cumplen una serie de requisitos y las circunstancias, tanto de la madre, como del bebé, lo permiten".

En el caso de María, el padre pudo hacer el piel con piel con el bebé, según detalla "lo tuvo que pelear muchísimo, en la UCI no te dejan quitarte la camiseta", cuenta.

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