SEVILLA

"Soy uno de los daños colaterales del terrorismo y me quedé fuera de juego para siempre"

  • Alejandro Ramos, hijo de un Guardia Civil asesinado por ETA, padece discapacidad al 50% como consecuencia del atentado 

  • La Administración no le ha indemnizado los 200.000 euros que le corresponden y le exigen pagar 8.300 por las costas de reclamarlo

Alejandro Ramos en las escaleras de su domicilio porta una imagen de sus padres recién casados y el tricornio que formaba parte del uniforme de su padre.

Alejandro Ramos en las escaleras de su domicilio porta una imagen de sus padres recién casados y el tricornio que formaba parte del uniforme de su padre. / Antonio Pizarro

La casa de protección oficial que le dieron a la madre de Alejandro Ramos en Tomares está plagada de recuerdos. Algunos físicos, como fotos de su niñez o el tricornio que usaba su padre cuando era Guardia Civil en el municipio guipuzcoano de Oñate. Otros son intangibles. Permanecen en forma de heridas que ETA se encargó de abrir con sus balas el 8 de junio de 1986 y jamás se cerrarán.

Antonio Ramos, natural de Espera (Cádiz), llevaba 11 años ejerciendo de cabo de la Guardia Civil en Oñate. Un destino que, en los 80, era parecido a una condena en vida para los Cuerpos de Seguridad. Se trasladó con su mujer al País Vasco y durante el ecuador de su estancia nació su primogénito Alejandro. El Guardia Civil había sido ascendido a sargento y solicitado su traslado a su añorado sur el mismo año que lo asesinaron.

Una tarde de junio Antonio Ramos quedó con una conocida en Mondragón, a unos 11 kilómetros de Oñate, para tomar algo. Por la noche, cuando cogía su característico coche azul para regresar, fue asesinado a tiros por el comando liderado por Josu Uribetxeberia Bolinaga. El comando Bellotxa que también secuestró a José Antonio Ortega Lara y precisamente el hito de su liberación marcó también la desarticulación de la banda.

El juez admite las secuelas y lesiones en 2015

Las consecuencias de este asesinato se han convertido en cicatrices que perduran todavía. Alejandro padece trastorno límite de la personalidad, un grado de discapacidad del 50%, e hipocausia leve. No tiene recursos, vive de las ayudas de Cáritas y de los trabajos temporales que le facilitan en la Seguridad Social. En la sentencia que condena a los asesinos de su padre, emitida en 2015, el juez admite que sus secuelas y lesiones son una consecuencia directa del atentado que sufrió su padre. Precisamente este punto lo convierte en un caso prácticamente exclusivo en España.

El coche en el que asesinaron a Antonio Ramos. El coche en el que asesinaron a Antonio Ramos.

El coche en el que asesinaron a Antonio Ramos. / Antonio Pizarro

A pesar de ello, lejos de indemnizarle con los 200.000 euros que les corresponden, el ministerio de Justicia lo condenó en 2017 a pagar 8.300 euros por las costas de tratar de recibir su compensación completa. Una cuantía que se le volvió a reclamar el año pasado.

Cuando Alejandro regresó a Sevilla junto a su madre, que estaba embarazada, lo hizo acompañando el ataúd del padre de familia en el avión. El primogénito tenía cinco años y desarrolló mutismo durante los tres siguientes.

Es de los pocos recuerdos que perduran en su memoria. El resto aparecen cada noche en forma de pesadillas. Prefiere dormir en el sofá, porque ya se ha caído de la cama un par de veces, grita y patalea en sueños. "Hay dos que se repiten constantemente. Cuando tiraron un cóctel molotov por una ventana mientras jugaba en la habitación y mi padre me salvó. El otro es de un bombardeo que vivió el cuartel", explica a este periódico Alejandro, quien indica además que el diagnóstico médico es claro: las pesadillas serán crónicas.

Aparte de estos dolorosos episodios, de los años en los que vivía su padre en Oñate tiene muchas lagunas. Sólo recuerda que constantemente le reprendían por asomarse a la ventana o por dejar las cortinas abiertas. Las tardes de juego eran en una habitación con las puertas cerradas a cal y canto como medida de protección. La situación de vivir en un búnker con forma de cuartel provocó una manía persecutoria en la familia que en Alejandro todavía es latente. De hecho, si está dormido y las cortinas están abiertas se despierta "pegando voces".

El cuartel de la Guardia Civil de Oñarte (Guipúzcoa). El cuartel de la Guardia Civil de Oñarte (Guipúzcoa).

El cuartel de la Guardia Civil de Oñarte (Guipúzcoa). / Antonio Pizarro

El retorno a Sevilla agravó la situación. La viuda de Antonio Ramos se volvió una madre ausente, a nivel físico y mental. "No ha habido día en que, como canción de cuento de cuna, mi madre no me haya contado cosas que pasaron allí. A algunos niños les leían Caperucita Roja y a mí me recordaba todos los días cómo había muerto mi padre, que lo hizo con el arma en la mano y que llegaron a colarse en el cuartel para colocar bombas debajo de los coches".

"No ha habido día en que, como canción de cuento de cuna, mi madre no me haya contado cosas que pasaron allí"

En cuanto a su hermano, que nació en diciembre del mismo año que murió su padre, lo hizo con autismo profundo, hiperactividad y retraso de genes conocidos. "Siempre digo que a mi hermano se lo cargaron antes de nacer", cuenta Alejandro mientras enseña la marca redonda de un mordisco que tiene en la mano provocada por él. Ahora se encuentra internado en un centro especializado en Huelva.

La madre de ambos no pudo soportar los avatares de la vida que le había tocado. Aunque tenía etapas en las que estaba bien, intentó suicidarse en diferentes ocasiones mediante ingesta de pastillas, su hijo mayor recuerda que llegó a imitarla con nueve años. Finalmente lo consiguió, dos días antes del cumpleaños de Alejandro y en la misma cocina de la casa en la que vive actualmente. Era diabética y se pinchó cinco o seis plumas de insulina para matarse. "Dos días antes de cumplir 26 me la encontré tirada en el suelo de la cocina con una notita que ponía Feliz cumpleaños". 

Un año después tuvo a su hijo Airam, el nombre de María, la madre del que hoy es adolescente, pero al revés. Su gran salvavidas. "Me han ofrecido cuando era más joven y el niño más pequeño irme de Despeñaperros para arriba a trabajar, pero yo quiero que él tenga un grupo de amigos y la juventud que yo no pude tener". Confiesa que ha "pecado" de contar a Airam algunos detalles sobre la vida de la familia que "no debería haber explicado a ciertas edades".

"A mi hijo le he contado que su abuelo dio la vida por este país"

"Le he contado que su abuelo dio la vida por este país y en ocasiones pienso que para nada. ¿Para qué ha muerto tanta gente si pasan cosas como ésta? Yo soy uno de los daños colaterales del terrorismo de ETA y me quedé fuera de juego para siempre", se pregunta. Con "cosas como ésta" se refiere a la indemnización de 200.000 euros que le corresponde según dictó un juez en 2015 y que cuando reclamó sólo le dieron la mitad.

"Los médicos forenses me dieron la discapacidad absoluta por terrorismo, pero cuando eché los papeles en el ministerio del Interior para recibir esta cantidad me dijeron que tenía la discapacidad parcial y que sólo me darían la mitad", indica. "Te ves sin condiciones laborales, sin nada estable y decidí demandar. Perdí el contencioso administrativo y me pidieron que pagara las costas judiciales que ascienden a 8.300 euros". 

El tricornio de Antonio Ramos y tres medallas que recibió mientras vivía, junto a una fotografía que se tomó en Oñate. El tricornio de Antonio Ramos y tres medallas que recibió mientras vivía, junto a una fotografía que se tomó en Oñate.

El tricornio de Antonio Ramos y tres medallas que recibió mientras vivía, junto a una fotografía que se tomó en Oñate. / Antonio Pizarro

Asociaciones como el Colectivo de Víctimas del Terrorismo en el País Vasco (Covite) o la Asociación Andaluza Víctimas del Terrorismo le han dado pequeñas ayudas. Aparte ha ejercido "de lo que ha ido saliendo" gracias a las instituciones dedicadas a la inserción para personas con discapacidad: de jardinero, de limpieza y mantenimiento, en la puerta de urgencias de un hospital durante la pandemia, de camarero. Su objetivo y el de su pareja María, el otro salvavidas de su vida además de Airam, es llenar la nevera cada mes.

"A veces pienso cuando veo la tele que lo único que falta es que a los terroristas les demos el Nobel de la Paz"

Sin embargo, ahora que el tema de ETA solo sale a la palestra durante la campaña electoral y parece que la ciudadanía se ha olvidado de la organización terrorista, él también se siente ignorado por la sociedad y por la Administración. "A veces pienso cuando veo la tele que lo único que falta es que a los terroristas les demos el Nobel de la Paz, porque estamos en un plan que parece que no ha pasado nada".

Tiene dos deseos, que a veces se antojan como sueños que nunca llegarán a cumplirse: encontrar un trabajo estable y que las Administraciones reconozcan su error. "Los malos sí tienen derecho a hacerse ricos, pero se supone que la víctima soy yo, ¿no?".

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