"Pese a la pandemia, la esperanza es cerrar el año con un 25% menos de cirugías pendientes que en 2019"
Entrevista | Daniel Díaz. Coordinador del área quirúrgica del Hospital Virgen del Rocío
El doctor Díaz coordina una de las unidades más afectadas colateralmente por la crisis
Sacar la actividad quirúrgica del entorno del hospital, fomentar la cirugía sin ingresos e intervenir los sábados, las claves de la reorganización
La segunda ola de la pandemia empieza a remitir poco a poco en Sevilla y los hospitales, con el coronavirus integrado en su rutina, pero lejos ya de aquellos días negros que invitaban solamente a los malos presagios, también recuperan su actividad en busca de una normalidad perdida de un hachazo hace ya diez meses. Los aspectos más relevantes conciernen a las pruebas diagnósticas y al calendario quirúrgico, los grandes gólems de la sanidad pública y que quedaron pausados o muy limitados durante los peores momentos de la crisis sanitaria, y que ahora se están retomando.
Daniel Díaz Gómez es cirujano y coordinador del Área Quirúrgica del Hospital Virgen del Rocío y reconoce que los pacientes pendientes de una operación no urgente se han convertido en "afectados indirectos" de la pandemia. Tener disponible el mayor número de camas y profesionales para atender la creciente expansión del coronavirus entre la población ha supuesto una revolución en el día a día del centro hospitalario que aspira a recuperar su actividad normal en los próximos meses ahora que la inminente vacunación y el notable descenso de la incidencia de la enfermedad empiezan a mostrar luz al final de túnel.
En un momento tan delicado y con la cirugía como uno de los servicios colateralmente más afectados, el doctor saca pecho por el trabajo de una unidad que, pese a todas las circunstancias, está cerca de cerrar el 2020 haciendo historia y, por primera vez en años, reduciendo el porcentaje de cirugías pendientes.
–¿Cómo está afectando la pandemia a la cirugía?
–Podríamos decir que los pacientes que están a la espera de una intervención quirúrgica programada, sin criterios de preferencia, son afectados indirectos por la pandemia de Covid-19. En el momento que se hace necesario readaptar el hospital para dar cabida a todos los nuevos pacientes que genera esta enfermedad, uno de los primeros pasos que damos es limitar las intervenciones programadas de patologías que pueden ser retrasadas, con la intención de emplear los recursos que esos pacientes necesitarían, principalmente las camas de hospitalización y el personal, a la asistencia Covid.
–¿Cómo se organiza un hospital desde el punto de vista quirúrgico ante una pandemia como la actual?
–Lo más importante siempre ha sido que no se afecte la asistencia quirúrgica de los pacientes cuyas enfermedades puedan empeorar en su pronóstico con el retraso de la cirugía. Por esto se han priorizado las intervenciones sobre patología urgente, de tumores malignos y de trasplantes, que se han mantenido sin cambios respecto a los tiempos previos a la pandemia. A partir de ahí, en esta segunda ola nos hemos focalizado también sobre las intervenciones que no precisan ingresos hospitalarios, es decir, que no siendo patología urgente o tumoral, podría ser resuelta en régimen ambulatorio. Afortunadamente, en nuestro centro disponemos de una unidad de cirugía mayor ambulatoria separada del edificio principal que ha permitido también que la mayor parte de los pacientes operados sin ingreso no hayan tenido ni que aproximarse a los circuitos en que se asistía a pacientes Covid-19, evitando así riesgos de contagios.
–¿Cómo ha cambiado el Covid el trabajo dentro de un quirófano?
–Lo principal ha sido garantizar la seguridad de todos los actores participantes en el acto quirúrgico, tanto profesionales como pacientes. Para ello ha sido preciso montar todo un dispositivo de cribado previo a las intervenciones para corroborar que los pacientes que acuden al hospital para ser operados se encuentran libres de infección Covid. Para ello, el proceso de programación se inicia siempre con una entrevista telefónica varios días antes de la cirugía, que pretende identificar el riesgo de padecer la enfermedad del paciente en virtud de sus posibles síntomas o contactos estrechos con contagiados en los días previos. Los que pasan esta criba son sometidos además a un test diagnóstico antes de la cirugía, bien PCR o de antígenos, y sólo los negativos son intervenidos de forma programada. Nos hemos focalizado además en extremar las medidas de seguridad personal, con utilización de los equipos de protección apropiados a cada circunstancia concreta, y con la fortuna de que en esta segunda ola la disponibilidad ha sido prevista con mayor anticipación.
–¿En qué momento se encuentra actualmente el funcionamiento de los quirófanos?
–Nos encontramos en una fase de normalización progresiva. El retroceso de la presión de la pandemia nos ha permitido liberar recursos que estábamos dedicando a la asistencia Covid-19 para recuperar su función original, aunque siempre mirando de reojo las cifras de incidencia diaria porque sabemos que en cualquier momento la tendencia puede invertirse y puede ser necesario volver a modificar los circuitos. Para los equipos directivos, ser capaces de decidir cambios en la organización de la actividad hospitalaria con la suficiente agilidad para adaptarnos, primero a la presión creciente de los ingresos por Covid-19 y, posteriormente, con la mejoría de dicha presión, a la actividad habitual, en el menor tiempo posible, ha constituido uno de los grandes retos de gestión de esta pandemia.
–Desde el punto de vista quirúrgico, ¿qué estrategias se han seguido en los momentos álgidos de la crisis?
–Hemos iniciado algunas medidas ingeniosas para maximizar nuestra actividad quirúrgica sin interferir con la asistencia de los pacientes Covid-19, como por ejemplo intervenir los sábados a pacientes en régimen de cirugía mayor ambulatoria o de corta estancia. Así mismo, hemos intentado utilizar todos los medios disponibles para paliar los efectos peyorativos que la pandemia ha ocasionado tanto a los pacientes que la han padecido directamente como aquellos a los que indirectamente podría haber afectado. Con todas estas actuaciones, y a pesar de la situación tan extrema que estamos viviendo, la esperanza es que lleguemos a final de año con nuestra lista de espera con alrededor de un 25% menos de intervenciones pendientes respecto a 2019. Teniendo en cuenta que durante los últimos años el número de pacientes en espera de cirugía cada 31 de diciembre se mantenía o crecía respecto al año anterior, este hecho es para que todos nos sintamos orgullosos del trabajo realizado.
–¿Hasta qué punto se ha llegado a reducir la actividad quirúrgica?
–Con las medidas emprendidas, en el hospital hemos mantenido alrededor de un 60% de la actividad quirúrgica que veníamos realizando. Pero no hay que olvidar que a la pandemia hay que añadir las dificultades que supone tener en obras alrededor del 20% de los quirófanos con los que cuenta el hospital. En el edificio de Traumatología se ha logrado finalizar este mes la obra de los quirófanos de la quinta planta, iniciada en el primer semestre de 2019, demorada por problemas de diversa índole y que implicaba a cuatro quirófanos; mientras que en el Hospital Infantil se iniciaron tras el verano las obras de reforma de toda su área quirúrgica después de más de 10 años de retraso, que permitirá pasar de una dotación de cinco quirófanos a siete y que finalizarán a lo largo del próximo enero. Además, se han emprendido soluciones para sacar actividad quirúrgica del entorno del hospital, como a la unidad de cirugía mayor ambulatoria o los hospitales concertados, lo que ha permitido, en números absolutos, mejorar los datos de accesibilidad quirúrgica.
–Ahora la situación en los hospitales ha mejorado pero, ¿cómo era hace un mes?
–Muy diferente. Estábamos casi en el momento más álgido de esta segunda ola, aunque empezábamos ya a visualizar los efectos de las medidas restrictivas adoptadas a primeros de noviembre. Respecto a la actividad quirúrgica, las únicas intervenciones que se realizaban eran las motivadas por patología urgente, por tumores, los trasplantes y las de patologías benignas que podían empeorar su pronóstico con la demora de la intervención, además de las que podían realizarse en régimen sin ingreso.
–¿Qué diferencias ha habido en la organización del área respecto a la pasada primavera?
–En primavera, con la declaración del estado de alarma, se adoptó desde el primer momento la decisión de cerrar toda actividad quirúrgica no esencial (se mantuvo sólo la urgente y tumoral), incluida la de trasplantes. En esta segunda fase, tras las lecciones aprendidas de la primera ola, vimos que una actitud tan drástica no era ni necesaria ni recomendable, demostrándose también que con las medidas de protección correctas, la actividad quirúrgica es segura para profesionales y usuarios.
–¿Se aprovechó el verano para aligerar las listas de espera teniendo en cuenta el frenazo de la pandemia?
–El verano siempre es una época difícil desde el punto de vista de la actividad quirúrgica, ya que ésta disminuye sistemáticamente por diversos motivos. Este año, además, los sanitarios estábamos realmente agotados después de la primera ola, cuando todos nos volcamos al 100% para dar una respuesta solvente a una enfermedad tan devastadora como desconocida. Por ello, y quizás más que otros veranos, necesitábamos unas vacaciones, para afrontar las previsibles nuevas oleadas, como así se ha confirmado. Sin embargo, el escenario de actividad quirúrgica en el que nos movimos fue idéntico al de otros años, con la misma programación estival, por lo que durante este verano de 2020, y a pesar de las circunstancias adversas, hemos mantenido el mismo nivel de intervenciones que en los años precedentes.
–¿Cuáles son los retos ahora que se empieza a ver otra vez algo de luz?
–Pues como en el resto de la sociedad, el gran reto es recuperar la actividad normal cuanto antes. En el hospital, esto pasa porque no tengamos que disponer recursos materiales y humanos específicos para atender a los pacientes de Covid-19, lo que permitirá que sean destinados a su actividad habitual. Si la población se comporta con responsabilidad y la incidencia de la enfermedad se mantiene en unos niveles controlables, podremos recuperar una actividad quirúrgica completa o muy próxima a ella, lo que redundará en poder atender a los miles de pacientes que, a pesar de la mejoría en nuestros datos de accesibilidad, mantenemos en espera de una intervención.
Un cirujano docente con dotes investigadoras
Daniel Díaz Gómez. Natural de Sevilla, la trayectoria del doctor Díaz está ligada al quirófano desde sus inicios, aunque muy relacionada con la enseñanza y la investigación. Dentro del campo quirúrgico, Díaz es reconocido por su especial dedicación a la cirugía Hepatobiliar y Pancreática, Laparoscópica y Endrocrinologica y, desde el año 2002, ejerce como cirujano general. También se dedica a la investigación con participación en nueve proyectos competitivos y más de cien publicaciones científicas y comunicaciones a congresos nacionales e internacionales. Es licenciado en Medicina por la Universidad de Sevilla y realizó la especialidad de Cirugía General en el Hospital Universitario de Valme donde ejerció como facultativo especialista de área desde el año 2002 hasta abril de 2019 cuando trasladó su trabajo al Hospital Virgen del Rocío donde, un año después de su llegada, fue nombrado coordinador médico del Área Quirúrgica. Con una amplia trayectoria como docente, Daniel Díaz ha sido tutor MIR y profesor asociado de la Universidad de Sevilla. Institución académica por la que es Doctor y en la que fue reconocido con el Premio Extraordinario de Doctorado en el año 2011 por la investigación realizada a través de su tesis doctoral, basada en la Encefalopatía Hepática.
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