Francos: de las franquezas a las franquicias

Calle Rioja

En los archivos del Círculo Mercantil están los nombres de los socios que residían en la calle Francos. Calle nuclear de la Semana Santa y el Corpus en la que quedan los penúltimos mohicanos

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Javier Rodríguez, de Casa Rodríguez (1913) y Jesús Spínola, de Cordonería Alba (1904) en el Mercantil.
Javier Rodríguez, de Casa Rodríguez (1913) y Jesús Spínola, de Cordonería Alba (1904) en el Mercantil. / Paco Robles

El jueves pasó el Corpus por la calle Francos. Un tributo con la historia y también con la ficción. ¿Qué fue de la legendaria calle Francos? “¿Pero hubo más de uno?”, le preguntó el escritor uruguayo Eduardo Galeano a Jesús Quintero cuando ambos daban un paseo cerca del palomar donde el de San Juan del Puerto tenía los estudios de Radio América. Francos, según el Diccionario de las Calles de Sevilla de Félix González de León, de 1839, vendría de las ‘franquezas’ que concedió Fernando III a sus moradores.

Ni de Franco ni de las franquezas. La calle Francos de la actualidad debería venir de franquicias: casi una veintena de este tipo de tiendas o establecimientos de ‘souvenirs’. De Francos a Sierpes, el reverso de la carrera oficial. El Círculo Mercantil acogió un debate sobre el pasado, el presente y el futuro de esta calle. Una calle por la que pasea Arturo Pérez-Reverte cada vez que viene a Sevilla y de la que era usuario cotidiano hasta su muerte Fausto Velázquez, vecino de San Isidoro esquina con Francos.

En primera fila, dos jóvenes llamados Jesús Spínola y Javier Rodríguez que representan a sendos establecimientos más que centenarios. Jesús nació en 1974 y está al frente de Cordonería Alba, que abre sus puertas en 1904. El pionero se llamaba Francisco Alba Galán. Jesús es ahijado de un hijo del fundador. Javier Rodríguez tiene 36 años y es bisnieto del que puso en marcha en 1913 Casa Rodríguez, una firma especializada en artículos religiosos. La jubilación de su madre, nieta del fundador, llevó a este periodista a hacerse con las riendas del negocio familiar en la mejor exclusiva de su vida. Los penúltimos mohicanos de la calle Francos.

En los archivos del Círculo Mercantil están los nombres de todos los inquilinos de la calle Francos durante la Revolución Gloriosa de 1868 que acabó con el reinado de Isabel II. En el número 45, con datos que aporta Fernando Gabardón de la Banda, vivía Eulogio García, un comerciante que llegó a presidir el Círculo Mercantil. Entre 1919 y 1921 lo presidió Augusto Peyré (1863-1960). Un francés de Francos. El legado lo lleva el periodista Lucas Haurie (Sevilla, 1973), bisnieto de Madelaine Peyré Sarrat, hermana de Augusto Peyré, nacido en Saucéde, en los Pirineos Atlánticos; en 1880, con 16 años, viaja desde su pueblo natal hasta El Coronil reclamado por su hermana Jeanne y por un pariente.

Sin hijos, Peyré tuteló a centenares de aprendices de la industria textil a los que ayudó a establecerse por su cuenta después de acogerlos en la calle Francos, 50, donde les daba alojamiento y comida. Peyré pidió dispensa papal para casarse con su sobrina Marie Jeanne Zoé, con la que no tuvo hijos. El novio tenía 45 años; la novia, 18. Como Antonio Machado y Leonor. Sus sobrinos Edmond y Pierre, hermanos de su mujer, se incorporaron al negocio en Sevilla. En 1914 son llamados a filas en la Primera Guerra Mundial. El primero murió en el frente; el segundo, en un hospital militar. En una segunda hornada, reclama la savia nueva de otros parientes franceses: los Lahore, los Haurie, los Pommarez, los Massigoge. La versión textil de los cien mil hijos de San Luis, primo de San Fernando, el rey que concedió las franquezas. Lucas Haurie está casado con la hija del biógrafo de Fernando III, el medievalista Manuel González Jiménez.

Tres días antes del Corpus, tuvo lugar el bloomsday. Celebración del 16 de junio de 1904, el día en el que transcurre la acción del ‘Ulises’ de James Joyce. El mismo año de Cordonería Alba y la Cruzcampo. Al traductor Paco García Tortosa le gustaba decir que si un siniestro destruyera la ciudad de Dublín podría reconstruirse a partir de las páginas del ‘Ulises’. ¿Con qué obra se podía hacer algo parecido en Sevilla? Tal vez con el ‘Ocnos’, de Luis Cernuda. Paco Robles, que nace el mismo año que muere el autor de ‘Perfil del aire’, apunta que en la calle Francos vive Miguel Polaino-Orts, profesor de Derecho que todos los años viaja a México para renovar las flores de la tumba de Cernuda.

En las ciudades, sus hijos son enterrados en el cementerio. El camposanto da idea de afueras, de márgenes. Hay otro cementerio mucho más céntrico: el de los negocios que apagan la luz, cierran la puerta. Pasó con Peyré, que llegó a tener más de medio millar de empleados y 43 viajantes en un conglomerado de 17 casas que agrupó con un diseño de Aníbal González, a quien también le encargó el panteón familiar.

Esta calle tan historiada es puro 82, un canto a la Transición. En 1982 llega a Sevilla Jesús Quintero para ponerse con música de Pink Floyd la camisa de fuerza de El loco de la colina. En 1982 arrasan los socialistas en las elecciones generales. Felipe y Guerra entraban con frecuencia en la sede del PSOE donde Francos se bifurca entre Conteros y Placentines. El segundo era vecino: la librería Antonio Machado pasaría de la calle Miguel Mañara a Álvarez Quintero, la calle donde vivía Ramón Carande que después pasó a ser la casa de Juan Robles. Uno de aquellos diputados del 82 será José Manuel Macarro, historiador, apellido de uno de los negocios señeros de Francos que también echó el cerrojo. En 1982, procedente de la diócesis de Tánger, llegó a Sevilla un nuevo arzobispo, Carlos Amigo Vallejo. La prolongación de Placentines, calle desde la que se ve la Giralda, lleva su nombre.

Sevilla conmemora, tambores del 27 y del 29, con la misma facilidad con que olvida. Por Francos pasan una treintena de cofradías cada Semana Santa. Y el Corpus. Gabardón recuerda que el itinerario de los turistas desde las Setas de la Encarnación hasta la Catedral, es el mismo que hace ocho siglos se hacía desde la Mezquita del Salvador, la más antigua de la ciudad, hasta la Mezquita Aljama. Ahora hay que pasar las cuestas del Rosario y del Bacalao, los dos premios de la Montaña con que cuenta la muy llana y mariana ciudad de Sevilla.

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