Un homenaje en tres tiempos

El monumento a Antonio Machado se ideó en la Transición, pero no fue hasta 1991 cuando Jesús Aguirre le dio forma. El proyecto quedó varado hasta rescatarse en la etapa de Zoido.

El monumento a Antonio Machado se encuentra ya instalado delante de la Casa de las Dueñas.
El monumento a Antonio Machado se encuentra ya instalado delante de la Casa de las Dueñas.
Diego J. Géniz

SEVILLA, 09 de diciembre 2015 - 13:08

La culminación de una reurbanización que ha costado 43.693 euros. Así ha anunciado el Ayuntamiento la colocación del monumento a Antonio Machado en la calle Dueñas, cuya gestión se inició en el mandato de Zoido. La obra, constituida por un relieve y una escultura, se ideó en vísperas de la Expo 92 por el marido de la duquesa de Alba, Jesús Aguirre, pero no fue hasta hace pocos años cuando se retomó su colocación junto a la casa donde el poeta pasó su infancia. Se cumple así el viejo anhelo de un grupo de artistas y personas vinculadas a la cultura que desde la Transición reclamaban este homenaje al prolífico autor de la Generación del 98.

Al poco de morir Franco, surge en Sevilla el club Gorca, cuya finalidad era la difusión cultural andaluza más allá de los tópicos sobre esta tierra que la dictadura había explotado como identidad nacional. Una de las acciones planteadas en ese momento fue el reconocimiento público y popular de Antonio Machado, un sevillano que, según esta asociación, había estado "olvidado" durante el franquismo. Entre los actos a organizar se encontraba la realización de un monumento, que se colocaría en la plazoleta delantera de la Casa de las Dueñas, enclave donde finalmente ha sido instalado recientemente.

Sin embargo, la escultura planteada entonces difería bastante de la actual. El boceto - para ser ejecutado en bronce- reproducía la figura del poeta de pie, con sombrero, bastón y la cabeza ligeramente inclinada. La escultura (de tres metros y medio de altura) carecía de pedestal, ya que estaría enclavada directamente "en la tierra que lo vio nacer".

El monumento no se llegó a ejecutar, pero su idea perduró en el tiempo. La retomó en 1991 Jesús Aguirre, marido de la duquesa de Alba y comisario del Pabellón de Sevilla de la Exposición Universal. El diseño era totalmente diferente al planteado en la Transición. Se encargó su ejecución al artista Julio López. El proyecto se quedó, de nuevo, varado por las discrepancias surgidas entre Aguirre y el alcalde andalucista Alejandro Rojas Marcos.

El fichaje del profesor universitario de Historia del Arte, Benito Navarrete, por Zoido permitió recuperar la iniciativa. Navarrete, de la mano de técnicos municipales, se pusó en contacto con Julio López, quien le mostró los moldes del monumento que realizó en su día y por los que cobró 25 millones de pesetas. Sólo quedaba fundirlos y darles forma. El resultado se pudo comprobar en el antiguo convento de Santa Clara, donde estuvo expuesto el monumento. La obra consta de dos partes: un relieve que representa el pasado con una imagen del poeta y la escultura de una lectora que simboliza el presente. La obra se completa con un olivo y un limonero que Urbanismo plantará en el entorno.

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