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La llegada a la Luna desde Sevilla

En la mili, la cárcel, el tablao o la carretera

  • La madrugada que Armstrong pisa la Luna abren 26 salas de fiestas en Sevilla l El suceso lunar eclipsó el pleno en el que Franco designó sucesor a Juan Carlos

La Luna, la noche del jueves al trasluz del Giraldillo.

La Luna, la noche del jueves al trasluz del Giraldillo. / Antonio Pizarro

La España yeyé nació en la posguerra. Ésa sí que fue una revolución cultural. De Morena Clara a Los Diablos y Brigitte Bardot. Neil Armstrong pisó la Luna en las primeras horas del lunes 21 de julio de 1969. Después lo hizo Edwin Aldrin y... se acabó. En Sevilla también era lunes. ¿Dónde estaba usted cuando el hombre puso el pie en la Luna? ¿Recuerda que un día después Franco puso los pies en la tierra para nombrar al príncipe Juan Carlos sucesor a título de rey? En cierta forma, recién llegado el hombre a la Luna, se acababa el Cara al Sol.

La hazaña de los tres astronautas fue un acontecimiento televisivo que hizo que en Inglaterra se disparasen las ventas de café, té y vino de jerez. En Italia permitieron que los trabajadores llegaran al trabajo más tarde, porque muchos trasnocharon. Hasta el Papa Pablo VI, que una semana después viajaba a Uganda, vio la Luna por un telescopio del Observatorio Vaticano. El presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, habló con los tres héroes. El efecto de dos periodistas, los que destaparon el caso Watergate, eclipsó el de los tres astronautas.

José Rodríguez de la Borbolla tenía 22 años. Le cogió en el campamento de Montejaque, Ronda, en las milicias universitarias, que tuvo que aplazar dos veces por un problema en el ojo y porque estaba pendiente de un juicio militar. “Me gustaría reunir medio siglo después a mi promoción castrense –acaba de morir uno de ellos, Emilio Molina Lamothe– y celebrar la llegada del hombre a la Luna y el nombramiento de Juan Carlos sucesor a título de rey”.

Los dos de Huelva, los dos Jesús, los dos periodistas. Jesús Quintero, que tenía 28 años, recuerda el mérito de su paisano Jesús Hermida. Al loco de la colina le cogió con El Hombre de la Roulotte en Radio Nacional, recorriendo España enn un coche lleno de sartenes y libros de viajes, “de Marco Polo a Cuadernos de Níjar, de Juan Goytisolo”. Quintero puso los pies en Luna Park para convertirla en Montpensier.

“Todo el mundo estaba pendiente del televisor”. Cristina Hoyos era una joven pero ya consagrada bailaora de 23 años. Esa noche había actuado con Antonio Gades en el espectáculo Suite Flamenca en la sala La Arboleda, de Palamós, en la Costa Brava. “Había recorrido toda Europa en autobús, pero cuando vi a esos hombres dije: madre mía, dónde vamos a llegar”. Llegaron a la Luna en la madrugada sevillana, ciudad que contaba con 26 salas de fiestas, algunas tan clásicas comoLos Gallos o Viñablanca.

El mismo día que todo el mundo espera el alunizaje, Manuel Melado, con 28 años, fue seleccionado para participar en los campeonatos europeos de peluquería que se celebrarían en Madrid. Y el Quijote de Oro, guiño literario a la bacía de barbero que el ingenieso hidalgo tomó por yelmo de Mambrino. “Vi la llegada del Apolo 11 en un televisor del que había pagado dos letras. Vivía en Bustos Tavera, frente al cine Apolo. Echado en el sofá, mi mujer y mis dos niños durmiento”. Después vendrían tres más.

El 24 de enero de 1969 Franco decretó el estado de excepción. Hubo más de setecientos detenidos. Uno de ellos fue Eduardo Saborido. La llegada del hombre a la Luna la vivió deportado en Santiago de la Espada, un pueblo de la Sierra de Segura de Jaén. Tenía 29 años, uno de los tres sindicalistas sevillanos, como los astronautas, del Proceso 1001, junto a Soto y Acosta. “De la cárcel de Jaén me trasladaron a Segovia por una huelga de hambre pidiendo el Estatuto del Preso Político”. Esa izquierda apoyaba los proyectos soviéticos, “que empezaron antes la carrera espacial”. “El puntito luminoso del Sputnik lo vi desde la azotea de mi casa”.

Nunca olvidará ese año Gonzalo García Pelayo. En 1969 lo expulsan de la Escuela de Cine. “Bardem nos dio el título sindical”. Y nace su hija Vanessa. “Cuando lo celebra con sus amigos de entonces se llaman los de la Luna”. No se había estrenado como cineasta. La noche de los astronautas había casi medio centenar de cines de verano. En las carteleras reinaban Lee van Cleef y Gracita Morales.

Un millón de singles, un millón de kilómetros. Así mide Josele Moreno, que tenía 23 años, el éxito de María Isabel, la canción de Los Payos con la que esa misma semana de la Luna llegaron al número uno. “Ese verano dimos 140 conciertos. A los astronautas los vimos en una venta a la altura de Ponferrada. Veníamos de cantar en La Coruña. Yo conducía mi coche con Luis Moreno (se fue a Alameda). Eduardo Rodríguez Rodway (se fue a Triana) el suyo escuchando a Jimmy Hendrix y la DKV con el equipo de música”. Después de la luna, “coge tu sombrero y póntelo /, vamos a la playa, calienta el sol...”.

Tenía 25 años y una semana después cumplió los 26. En julio llegan los astronautas a la Luna, “yo esos días estaba vendiendo puerta a puerta Biblias y el Libro de la Vida sexual de López Ibor”, en septiembre José Manuel Padilla abre su librería en los Azahares y en diciembre se casa con Pilar, la madre de sus dos hijos. Su recuerdo de esa noche se lo debe a una querida y añorada colega. “María Fulmen era una entusiasta de los progresos científicos. Creo que fue el único establecimiento de Sevilla que sacó carteles a la calle para celebrar el acontecimiento”.

Cuando llega el hombre a la Luna, el Sevilla ha vuelto a Primera y el Betis sigue en Segunda. El consuelo para Joaquín Sierra Quino es que ese año había sido Pichichi en la categoría de plata y debutó con la selección frente a Finlandia en el estadio José Antonio Primo de Rivera de La Línea. “Lo de la Luna lo vi con unos amigos y mi hermano Ignacio en un hotel de Punta Umbría”. Como el Betis no le dejaba salir para fichar por otro equipo, se declaró en rebeldía y anunció su retirada del fútbol. Pablo Blanco tenía 17 años. El que sería ídolo y capitán del sevillismo llega ese año a Nervión, donde apareció como entrenador un extraterrestre llamado Max Merkel, Mister Látigo en los mentideros. Sevillano de la calle Arrayán, vio el prodigio “en el único televisor que había en los pabellones militares de Pineda, entre la piscina y el cuartel de Artillería”.

“Fueron unos héroes. Sin móviles y sin ordenadores”, dice Juan Robles, que tenía 35 años. Le hubiera encantado servirles ese tentempié que tomaron a las cuatro de la mañana. Chus Cantero y Pedro González de la Hoz no habían cumplido los 18 años. Estaban en Preu. Han sido comisarios de los noventa años del teatro Lope de Vega, que dos semanas después del evento lunar acogía los festivales de España con cosacos de Ucrania, bailarines de México y el Teatro Español de Madrid dirigido por Miguel Narros con Ana Belén, Pellicena y Berta Riaza en un triple programa de Molière, Shakespeare y Moratín. Eddy Merck ganó el Tour y Rod Laver Wimbledon.

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