El Papa Francisco: la Esperanza de uno de los nuestros
El autor analiza cómo ha sido el pontificado de Francisco a través de sus encíclicas y cartas y mediante sus gestos y acciones
Un Papa con un perfil muy definido y con vocación de renglón torcido... de Roma

Sevilla no pudo que ser. Era la Pascua de Resurrección. Toda la archidiócesis hispalense rezó con filial afecto y comunión durante su enfermedad por el pronto restablecimiento de Su Santidad. Y se alegró profundamente de su lenta recuperación. Pasó la Semana Santa y se cumplió la infalible voluntad de Dios. Con entereza fraternal confiaba Sevilla en sus proféticas palabras y en su testimonio vital; esperaba la ciudad las tantas veces propuesta visita del Papa Francisco a la capital, andaluza y mariana, en donde la religiosidad popular constituye la identidad misma de la vida cristiana de muchos sevillanos. Pero el cardenal Jorge Mario Bergoglio ya no vendrá a la ciudad del Guadalquivir, allí en donde la Esperanza, especialmente en el Año Jubilar de 2025, ha sido desde siempre muchísimo más que una bella expresión artística, devocional y literaria; mucho más que una ilusiónate expectativa y anhelo cofradiero de su Semana Santa. Su Santidad bien lo intuía. La Rosa de Oro donada el pasado 3 de diciembre de 2024 a la Virgen de la Esperanza Macarena lo fue en gran medida también a toda Sevilla; la ciudad de la Esperanza. Sin duda por ello, en este cielo azul intenso doblaran ahora todas las campanas sevillanas por el fallecimiento del Papa Francisco.
El mismo pontífice que canonizó el 18 de octubre de 2015 a Madre María de la Purísima de la Cruz, atendiendo, entre otros, a un célebre milagro de un armao de la Esperanza. Había cierta afinidad recíprocamente correspondida entre el Papa Francisco, Sevilla y la Esperanza que hizo del cardenal Bergoglio uno de los nuestros. Se percibió claramente durante los diversos actos académicos, litúrgicos, evangelizadores del pasado II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular, Caminando en Esperanza, y su Magna Procesión Hispalense, que lideró brillantemente nuestro arzobispo monseñor don José Ángel Saiz Meneses y su equipo diocesano. Esperanza, también malagueña, que se acrecentará, como es sabido, en el llamado Jubileo de las Cofradías, que se celebrará en Roma el próximo mes de mayo - Spes non confundit - y en el que tantas expectativas evangelizadoras había puesto el Santo Padre; pues según la bula de convocación del propio Jubileo: "La esperanza nace del amor y se funda en el amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la Cruz".
Hermosas palabras de un líder carismático en un orbe globalizado y cada vez más laicista. Un Pontífice que ha reformando la Iglesia en el fondo y en las formas. En su prolija e intensa actividad pastoral (encíclicas, cartas apostólicas, exhortaciones, discursos, homilías, viajes, encuentros, etc.) se descubre a un Pontífice romano abierto al mudo del siglo XXI, que condena la pobreza y la desigualdad social; que aboga por la justicia y la paz entre los pueblos; que defiende siempre -Fratelli Tutti- el ecumenismo interreligioso; que protege la vida y la familia -Amoris laetitia- ; que reprueba enérgicamente la conducta sexual inapropiada en parte del clero; y que además nunca fue ajeno a la preocupación por la salud ambiental del planeta -Laudatio si-; y sobre todo por la necesaria formación cristiana de los mas jóvenes -Christus vivit- en las diversas instituciones docentes, renovando y actualizando el magisterio académico del Catecismo católico de San Juan Pablo II; aconsejando a todos el quéhacer perseverante de la oración, pues "la oración abre la puerta a Dios, transformando nuestro corazón, tantas veces de piedra, en un corazón humano", porque al rezar, según una vez más el Santo Padre, "se abre la puerta del cielo, y de esa brecha desciende el Espíritu Santo".
Y todo lo hizo el Papa Francisco con encomiable humildad y sencillez, con exquisita proximidad, como uno de los nuestros, en su legua castellana de bello acento argentino. Bien lo saben todos los sevillanos y andaluces que en general han gozado de una audiencia en Roma con Su Santidad. Afinidad y cercanía pastoral. Un especial "don de gentes" que nacía de su bondad y grandeza de corazón; que le acercaba al prójimo por una innata habilidad de conectar con las personas a un nivel profundo y auténtico; una capacidad de entender sus emociones, necesidades y deseos, y sobre todo de responder de manera activa y directa a sus inquietudes morales e incluso materiales; virtud apostólica que les hacía sentir valorados y comprendidos siempre a todos los que buscaban su instrucción y cátedra pontificia. Carisma, liderazgo y personalidad del Sumo Pontífice que no se improvisaba, porque fue en gran parte una gracia celestial fruto del amor divino; un potentísimo acelerador del éxito y de la confianza - de la esperanza- como el multiplicador más eficaz para hacer resaltar todas las cualidades positivas de los seres humanos. Gracias Santidad por su humanismo cristiano. El último mensaje cuaresmal del pasado Miércoles de Ceniza del Papa Francisco: "Caminemos juntos en la esperanza". En el que nos invita a todos a la verdadera conversión, fue un vehículo revelador de su fe en la Esperanza, esa que en Sevilla, en Málaga, en toda Andalucía, nunca defrauda porque es el "ancla del alma", segura y firme, en los actuales tiempos turbulentos.
Amante de la literatura clásica y del fútbol, el Papa Francisco ha sido un ejemplo cristiano de naturalidad y apertura eclesiástica al mundo; como, por ejemplo, la emoción que le causó al Papa el llamado Cristo de los Futbolistas, obra de Luis Álvarez Duarte, en la catedral de Buenos Aires, tan vinculado por Scotta y Bertoni a la ciudad de Sevilla.
Además, el Papa Francisco no dudó el asumir el magisterio ético y moral de la Iglesia Católica durante la pandemia COVID-19, defendiendo la investigación rigurosa, la ciencia y el conocimiento terapéutico de la medicina al servicio de la salud de la humanidad. No en vano el cardenal Bergoglio se había formado en Química, Humanidades, Filosofía y Teología, de la que fue profesor. En este sentido, y como buen jesuita, el Sumo Pontífice ha sido siempre un interlocutor y un diplomático excepcional a favor del dialogo y la concordia mundial con diferentes lideres políticos, económicos y sociales de ideologías complejas y hasta contrapuestas en América Latina, China, Rusia, Ucrania, Próximo Oriente -Gaza especialmente- África y Europa. Sus dotes de buen mediador fueron ampliamente reconocidas, precisamente por su sencillez y proximidad, en biografías y documentos variados. Bien lo afirma el lema de su escudo pontificio; Miserando ataque eligendo, es decir; lo miró con misericordia y lo elogió.
Cualidades carismáticas excepcionales de un Pontífice sabio que le llevaron en más de una ocasión -Praedicate Evangelium- a replantear con valentía notables reformas internas -para evitar algunas "enfermedades", decía el Santo Padre- dentro de la jerarquía cardenalicia (secretaría de estado, dicasterios, justicia, economía, etc.) de la Curia Romana, como órgano imprescindible de ayuda y compromiso evangélico y misional con la autoridad suprema de la Iglesia. En este sentido las palabras del Santo Padre fueron siempre dogmáticas: "En la Iglesia, signo e instrumento de la bendición de Dios para la humildad, todos estamos llamados a convertirnos en artesanos de bendición, no solo en bendecir, sino a enseñar a bendecir." La humildad y la vocación misional de servicio eclesial en beneficio de la coherencia fraternal que siempre le caracterizó; porque, según sus palabras, " la pasión por la evangelización o, dicho de otro modo, por el celo apostólico”, que convierte a la misión eclesiástica en el oxigeno de la verdadera vida cristiana.
Pero Su Santidad ya no vendrá a Sevilla. Nos quedará a todos los sevillanos el anhelo de un Pontífice integro, de un hombre bueno y siempre de su tiempo, de uno de los nuestros. Un obispo de Roma, Patriara de Occidente, que entendió siempre la piedad popular como un vehículo excepcional para la nueva evangelización y no sólo de los humildes, porque la esperanza, como todas las virtudes teologales, nunca fue ni será una gracia centrípeta, un privilegio de unos pocos. Todo lo contrario. Sin duda por ello el Papa Francisco no ha muerto. Y al recordarlo lo hacen presente estas sencillas palabras y reflexiones. Se fue el hombre, Jorge Mario Bergoglio, por el camino definitivo que un día seguiremos todos los mortales; pero nos quedará la memoria de un pontificado excepcional -moderno y abierto al mundo incluso en la nuevas redes sociales de comunicación- y en gran parte innovador porque Spes non confundit, de decir; la esperanza no defrauda, ni ahora ni nunca. Ni mucho menos en Sevilla, la eterna ciudad de la Esperanza. Era Pascua de Resurrección cuando falleció un hombre atento siempre al mundo, sensible con los débiles, con los pobres y humildes, pero sobre todo un pontífice bueno, S.S. el Papa Francisco, todo un símbolo de Esperanza para la Iglesia Universal.
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