Papelería Ferrer, la más antigua de España: “Hay clientes que venían con sus abuelos y hoy vuelven con sus nietos”
Con casi 170 años de historia, esta negocio familiar ha sobrevivido a guerras, crisis y pantallas. Hoy la regenta la quinta generación, con el mismo mostrador, los mismos suelos y la misma pasión por el oficio
Los pregones perdidos de la Papelería Ferrer
Un barco que se escapa, una espera que se alarga seis meses, y una historia de amor escrita con tinta. Así comienza la historia de Papelería Ferrer, la más antigua de España, y una de las más longevas de Europa. Está en el número 5 de la calle Sierpes de Sevilla.
En 1856, un joven matrimonio catalán —José Ferrer y Poch y Josefa Vidal y Fragoso, naturales de Capellades (Barcelona)— llegó a Sevilla con la intención de embarcarse rumbo a América desde Cádiz. Querían “hacer las Américas”, como decían entonces. Pero el barco zarpó sin ellos. Y lo que parecía un contratiempo acabó marcando el destino de cinco generaciones.
“Montaron un pequeño negocio mientras esperaban al siguiente barco. Vendían lo que mejor sabían hacer: tinta. Pero la espera se convirtió en vida. Hicieron su América aquí, en Sevilla”, cuenta hoy Alberto Ferrer, descendiente directo y rostro visible del establecimiento que se mantiene intacto en 2025.
La tienda sigue en el mismo lugar, con los mismos suelos, mostradores, estanterías de madera oscura y cajones que crujen al abrirse. “Todo lo que ves es el mobiliario original. El paso del tiempo se nota, pero eso también forma parte de su belleza”, dice Alberto con una sonrisa tranquila mientras no deja de atender a la clientela, que en pleno mes de agosto, se mezcla con el turismo y el sevillano que no falla fiel a Ferrer cuando busca algo distinto. “Cuando los clientes vuelven después de décadas, lo que más valoran es que todo sigue igual. Es como si no hubiera pasado el tiempo”.
El valor de lo escrito a mano
Papelería Ferrer ha atravesado guerras, crisis económicas, la llegada de la mecanografía, el ordenador, Internet y la pandemia. Y todo lo ha resistido. “Lo importante es que siempre hemos estado aquí, al pie del mostrador. Somos una tienda familiar, de verdad. Desde mis tatarabuelos hasta mi hermana, mi prima y yo".
Muchos de sus clientes también llegan por herencia. “Cada semana viene alguien que me dice: ‘Mi abuelo me traía aquí de niño’. Y hay quien entra emocionado porque pensaba que la tienda ya no existía. Les reconforta verla igual”. No es solo nostalgia: es memoria viva.
Aunque las tendencias han cambiado, Papelería Ferrer ha sabido adaptarse sin perder el alma. Hoy ofrece desde lápices y cuadernos de toda la vida hasta artículos exclusivos: papeles húngaros, encuadernaciones francesas, plumas japonesas o plumas de ganso con orfebrería italiana. “Somos especialistas en escritura. Todo lo que vendemos lo hemos probado antes. Aportamos algo diferente, o peculiar", afirma Alberto.
También hay sitio para agendas, portaminas, estilográficas, diarios de cuero y regalos con alma. “Queremos que cuando alguien entre, sienta que ha entrado en un mundo diferente. Algo que no encuentras en otros sitios”.
En una era donde todo se teclea y se borra, ellos apuestan por la tinta que no se olvida. “El Covid nos demostró algo muy importante: si seguimos aquí es gracias al cliente sevillano. No somos una tienda de souvenirs. Somos una tienda de siempre”, explica. De hecho, a pesar de la ubicación turística, apenas trabajan con público extranjero. Aun así, miran al futuro: también venden online. “Nos permite llegar a quien no puede venir”.
Una familia, un legado
Papelería Ferrer no es solo un negocio. Es un relato intergeneracional de tinta, papel y memoria. “Esto es lo que hemos mamado desde pequeños. Mi hermana, mi prima y yo seguimos aquí, atendiendo al público. Nos han enseñado a amar lo que hacemos”.
Y no están solos: sus vecinas de toda la vida, como La Campana o Sombrerería Maquedano, forman con ellos una especie de familia comercial centenaria. “Nos apoyamos mutuamente. Hemos compartido generaciones. Entre todos intentamos conservar el alma de la calle Sierpes”.
Al final, la América que José y Josefa soñaban estaba más cerca de lo que pensaban. Y hoy, casi 170 años después, su legado sigue vivo gracias a quienes, como ellos, creen en la tinta, en el papel y en el mimo de las cosas bien hechas. Papelería Ferrer sigue ayudando a escribir historias, contando sin querer la suya propia.
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