La revolución industrial desde una Giralda proletaria

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Metamorfosis. La barriada de la Esperanza, de la que la torre de los Perdigones fue faro de trabajo y ahora lo es de turismo, fue promovida por Queipo de Llano para militares. El tiempo desmilitarizó el barrio y lo dotó de un especial microclima

La torre de los Perdigones vista desde la barriada de la Esperanza.
La torre de los Perdigones vista desde la barriada de la Esperanza. / Reportaje Gráfico: José Ángel García
Francisco Correal

14 de enero 2018 - 02:34

Es la hora del bocadillo de cinco albañiles que se toman un respiro en la calle Fancelli, a dos pasos de la torre de los Perdigones, una Giralda proletaria y manchesteriana por la que los artilugios que le dieron nombre salían hirviendo desde arriba y llegaban fríos a la base. Los albañiles trabajan en la colocación de un ascensor en una vivienda próxima. El periodista toca el timbre de esta casa de la calle Fancelli, apellido de un escultor del Renacimiento italiano que hizo en Génova el sepulcro del cardenal Diego Hurtado de Mendoza que está en la catedral de Sevilla.

"Aquí se respira la esencia de Sevilla, nos damos los buenos días, nos dejamos el café"

Abre la puerta Rocío Martín, vecina desde la primavera de 1986 en esta barriada de la Esperanza a la que ella llamaba el Cortijo "porque no había nadie" y Javier Aroca, el cómplice de esta historia, denominaba "el barrio de las viudas". Ese año, quien doce años antes había sido Miss España vivía con su pareja en la calle Macarena, detrás de la muralla del mismo nombre. Vieron en el periódico que se vendía una casa en la calle Fancelli. Ya las habían visto en el barrio León, Reina Mercedes, Heliópolis, Pío XII. El taxista no sabía dónde diablos estaba esa calle. Cuando finalmente dieron con ella, descubrieron que era la misma que les había llamado la atención cuando pasaron por esa misma calle en un microbús que desviaba la ruta por unas obras en Resolana.

"Entonces habíamos visto a una señora tomando el sol en la azotea y no nos podíamos creer que esa misma casa es la que estaba a la venta". Como el resto de viviendas del barrio de la Esperanza, se construyeron en la década de los cincuenta para militares a instancia de Queipo de Llano. Un vecino del barrio, Antonio Jesús Morales, "vivo aquí desde los dos años y tengo 49", dice que la casa de Rocío fue la última en la que residía uno de los militares originarios.

Unas viviendas junto a una torre del siglo XIX que conocieron a su lado una transformación del siglo XXI.
Unas viviendas junto a una torre del siglo XIX que conocieron a su lado una transformación del siglo XXI. / José Ángel García
Campus con facultades de Odontología, Fisioterapia y Enfermería.
Campus con facultades de Odontología, Fisioterapia y Enfermería. / José Ángel García

Vivía sólo el matrimonio, "él comandante, ella de una familia de ganaderos de mucho prestigio. Les parecimos una pareja muy simpática, teníamos dos niños, yo estaba embarazada de la tercera pero no estábamos casados, yo divorciada y él soltero". Un sobrino del comandante, amigo de Javier, les dijo que "si queréis la casa, os tenéis que casar".

Se casaron en los juzgados el 27 de abril de 1986. El 27 de abril de 2018 se casa Alejandra, la niña que llegó en el vientre de su madre y que nació el 4 de septiembre de 1986. "Sólo le añadimos a la casa la chimenea", cuenta Rocío, "mantuvimos el naranjo y el limonero". Le decía la Casa Oscura "porque en esa época había muchos atentados de Eta, el militar debía tener miedo y había puestos contraventanas. Mira ahora la luz que entra".

Lo de la chimenea se lo copió un vecino que llegó a vivir justamente detrás, el cantaor José el de la Tomasa. "Le gustaba mucho el menudo que yo hacía, presumía de que tenía una vecina, paya rubia y miss España que hacía un menudo de chuparse los dedos". Nunca se arrepintió de esta casa llena de historia y de misterio, aunque el taxista se volviera loco buscándola. "Aquí existe un microclima. Hace dos o tres grados menos que en la Resolana. Un vecino al que le llamaban el Nervio, arenero de profesión, me contaba que aquí trabajaban con la arena del río y se formó una especie de vaguada. La arena y la torre de los Perdigones han dado mucho trabajo y muchos sueldos". El barrio para militares, "los arreglos de las casas los hacían soldados", nació como fortaleza con dos garitas. En una de ellas el guarda se hizo una casa con pespuntes, la otra estaba en la calle don Fadrique, la que ahora da al Parlamento Andaluz.

La barriada de la Esperanza está delimitada por las calles Juan de Robles y Marcos de Cabrera. Fancelli y Basílica completan el rectángulo y hay dos calles interiores de apenas cuatro casas, Vicente Espinal y Fernán Martínez. "Es uno de los pocos barrios donde no se ha perdido la esencia de Sevilla", dice Rocío, "aquí todavía nos damos los buenos días, nos dejamos el café, nos prestamos las verduras, te preguntan cómo estás". A ese buen ambiente influyeron ámbitos como el ya desaparecido bar de Telechía, un sevillista sobrino del futbolista del Betis, o su vecina Mari Campano. "Era la mánager de Antonio Gades y de Pepa Flores, con la que yo he desayunado más de una vez en la casa de mi vecina". Por Navidad, la mánager organizaba una comida sólo para mujeres -Aurora Vargas, Carmen Ledesma, Mayte Pulpón, Rocío Loreto, Rocío Martín- con un invitado muy especial, el imaginero Luis Álvarez Duarte, colega de Domenico Fancelli, que da nombre a la calle donde los albañiles daban cuenta del bocadillo en el hueco del tiempo del ascensor.

Después de los pisos de los militares se hicieron los de la barriada de la Renfe, una urbanización muy modesta donde se respira un sosiego que no se vende en farmacias. La calle Ferrobús es perpendicular a las calles Talgo, Ter, Taf y El Carreta, que alude a la entrañable Baja Velocidad tan en desuso con los vértigos de la prisa y la tecnología. En esa barriada de la Renfe vivieron los abuelos matrernos de Antonio Jesús. "Mi abuelo era ferroviario y mi abuela era la que limpiaba los vagones de los trenes".

Obras junto a la calle Bécquer esquina con Pacheco Núñez de Prado.
Obras junto a la calle Bécquer esquina con Pacheco Núñez de Prado. / José Ángel García

La torre de los Perdigones, que da nombre a un parque que ha permanecido cerrado por la aplicación de veneno para roedores, se ve imponente desde la calle Pacheco Núñez de Prado, antes Ciego. A la zona se puede llegar por el Pasaje Marqués de Esquivel o por el Pasaje Conde de Mejorada. Hay obras junto a Los Altos Colegios, un centro escolar en Feria esquina con Resolana y la calle Bécquer que inauguró el rey Alfonso XIII. En Resolana sólo hay una altura que osa quitarle a la torre de los Perdigones, convertida en atracción turística como Cámara Oscura y Mirador -Sevilla en tus manos. Sube y Verás- su hegemonía en los aires macarenos. Es la grúa que se asoma por donde estuvo la Peña Sevillista. "Un caramelito así no se encuentra todos los días", se lee en la publicidad de esta promoción de 14 viviendas de 3 y 4 dormitorios con garaje y un local comercial. Como el caramelito que encontraron Rocío y Javier en un anuncio de periódico.

La barriada de la Esperanza, también conocida entre algunos vecinos como el Cortijo o de las Viudas, está delimitada en su exterior por un cuadrilátero que forman Resolana, Perafán de Ribera, donde se empleaban a fondo los de Lipasam, Maimónides y don Fadrique. Por algunas de esas calles van camino de sus afanes Juan López, que cruzará el puente de la Barqueta para llegar a pie a las oficinas de Ayesa en el que fue pabellón de Suiza de la Expo; o Antonio Manfredi, periodista que trabaja en el Defensor de la Audiencia de Canal Sur.

Aunque la torre de los Perdigones es un emblema de la revolución industrial, la zona la transformó completamente ese abanderado del siglo XXI que fue la Expo 92, el certamen dedicado a la era de los Descubrimientos. Donde está el parque, dotado de fuente y un bar con actuaciones musicales, hubo un núcleo chabolista que nunca creó conflictos al vecindario. Es más, ayudaron a la Policía en la detención de los asesinos del doctor Muñoz Cariñanos que salieron huyendo por esta zona después de su crimen.

Otros legados de la Expo son las urbanizaciones que se construyeron sobre el solar donde Felipe González dio el mitin de cierre de una de sus campañas electorales y un nuevo campus universitarios que alberga las Facultades de Odontología, Fisioterapia, Podología y Enfermería. En Perafán de Ribera hay un Centro de Día para la Atención e Incorporación Sociolaboral en Adicciones y el Centro Miguel Mañara que funciona para albergue de personas sin hogar.

Altos Colegios, centro escolar que inauguró el rey Alfonso XIII.
Altos Colegios, centro escolar que inauguró el rey Alfonso XIII. / José Ángel García

Un emblema para las empresas centenarias

La torre de los Perdigones, que perteneció a la Fundición Mata de Sevilla, ocupaba la portada del libro Más de cien años creando empresa en Sevilla. XIX-XXI, que hace una década editó la Confederación de Empresarios de Sevilla con patrocinio de Cajasol, heredera de una entidad bancarias de 1842. En el interior del libro hay otra fotografía de la torre que acompaña al texto del profesor Julián Sobrino El Pasado Futuro: El Patrimonio Industrial Sevillano.

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