La tercera edad se resiste a dejar su hogar

En diez años se ha triplicado la cifra de ancianos que viven en residencias. Sevilla es, con un 0,73%, una de las provincias con menor número de mayores en geriátricos.

Anciano leyendo el periódico en el porche del centro residencial Aurora.
Anciano leyendo el periódico en el porche del centro residencial Aurora.
Cristina Cueto

14 de octubre 2014 - 05:03

La mayoría de los ancianos que ingresan en las residencias lo hacen con ciertos reparos y miedos. La adaptación a una nueva forma de vida y a una convivencia con personas ajenas al entorno familiar crea, en muchos casos, reservas en los internos de los centros geriátricos que poco a poco se disipan gracias a la labor de trabajadores sociales y auxiliares.

Los últimos datos elaborados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2011 hablan por sí solos. En diez años el número de personas que en España se alojaban en residencias de la tercera edad pasó de 96.338 personas a 270.287 en 2011, es decir, casi se triplicó. Esto significa que aumentó la cifra de ancianos residentes en hogares para mayores en un 180,56%. El INE señalaba, en esta misma encuesta, que Sevilla se mantiene entre las provincias españolas que menor porcentaje de personas residen en centros de la tercera edad: tan sólo 5.097, lo que significa el 0,73% de la población total sevillana vive en este tipo de instalaciones.

Según datos de la Consejería de Economía, Innovación, Ciencia y Empleo de la Junta de Andalucía, la población mayor de 65 años representa en Sevilla el 17,58% del total. Esto explica que haya tomado mayor importancia el entramado residencial en un contexto social y demográfico de cambio. Por ello, además de los geriátricos han aparecido otro tipo de formatos enfocados en la atención de las personas mayores como la asistencia domiciliaria, la teleasistencia o los centros de días.

Además el número de geriátricos ha crecido en los últimos años. En la provincia de Sevilla la cifra alcanza las 160 residencias. Tres son de carácter público y pertenecen a la Junta de Andalucía, en la zona de Heliópolis, en Marchena y en Dos Hermanas. El resto son de carácter privado o concertado.

Los geriátricos no son hospitales y, por tanto, la legislación no les obliga a ofertar servicios sanitarios específicos. Sin embargo, en los últimos años, el papel de los centros ha cambiado, ya que han devenido en centros socio-sanitarios y tienden cada vez más a la especialización.

Este es el caso de una antigua casa en el número 89 de la calle Marqués de Nervión, que lleva casi 10 años funcionando como un geriátrico bajo el nombre de residencia Aurora. Este asilo sufrió, en el año 2010, un incendio a causa de una avería eléctrica en el aparato de climatización de una de las habitaciones en la segunda planta del edificio. La Junta aseguró que el centro cumplía todos los requisitos exigidos por la ley y ninguno de los familiares tuvo crítica alguna sobre el trato que recibían los residentes en cuanto a higiene, atención y asistencia.

Tras este suceso, el asilo dirigido por Aurora Domínguez inició unas obras de rehabilitación que duraron un año. En la actualidad, cumple a rajatabla (a pesar de su carácter privado) las condiciones de asistencia, a nivel funcional y material, reconocidas por la Junta. Los requisitos varían según el número de residentes del centro. Paqui García de Castro, abogada de la residencia, apunta que el asilo tiene que seguir unas directrices determinadas que "varían según el número de vacantes que tenga el geriátrico". En este caso, al contar con un número de 20 plazas y una ocupación de 16 residentes, las exigencias principales son: tener un equipo médico las 24 horas del día, disponer de un auxiliar por cada 10 pacientes y contar con un cuidador por cada cuatro inquilinos. Además, la Administración pública exige que en los centros de la tercera edad se tenga un especial cuidado de los pacientes atendiendo a controles de analíticas, revisiones médicas periódicas, preparación de menús específicos según las características sanitarias del residente, ayuda en el aseo o control del azúcar en las personas diabéticas. Además los auxiliartes están en contacto con el técnico en transporte sanitario de enlace con la Seguridad Social según el distrito urbano de la residencia.

La abogada del asilo señala que, el número de bajas se ha acentúado con la llegada de la crisis porque "muchos ancianos se ven obligados a mantener a sus familias con sus propias pensiones y, por tanto, abandonan los asilos. Aunque se trate de extracciones pequeñas, sirven como ayuda para mantener el núcleo familiar". García de Castro señala que la mayoría de parientes de los residentes del geriátrico son de clase media-alta "y hemos notado que, desde 2007 aproximadamente hasta ahora, los problemas económicos que arrastran los familiares son enormes en muchas ocasiones".

María Luisa Medina es la hija de una de las inquilinas de la residencia Aurora. A comienzos de abril resolvió ingresar a su madre, con cierta amargura, en este asilo de Nervión. "Me costó mucho tomar esta decisión tras haberla cuidado durante casi 24 años". La atención a esta anciana de 99 años, que ha perdido totalmente la movilidad de las piernas y la visión, se volvió una dura tarea cuando los hijos mayores de la familia se independizaron e iniciaron sus vidas lejos del núcleo familiar. A pesar de ello, Medina asegura que "todos los días la visito para darle de comer y mis hijos también vienen por las tardes. Estamos muy tranquilos porque nunca está sola, el personal que trabaja aquí trata a todos los ancianos como si fueran sus propios abuelos".

Aunque existe un horario de visitas, la dueña del asilo manifiesta que los familiares "pueden pasarse por aquí a la hora que quieran. Nosotros queremos que los parientes vengan todos los días para que sepan, a diario, el estado de salud de los residentes". Algunas residencias han saltado a la palestra y a los tribunales porque los trabajadores maltrataban y descuidaban a sus residentes creando situaciones de violencia física y psicológica. Domínguez apunta al respecto que "nosotros no tenemos nada que esconder, ni tenemos ningún tapujo. Si un familiar quiere subir a las habitaciones puede hacerlo".

Sara Ordóñez es residente del asilo desde agosto del año pasado. Cuenta que lo que más le costó fue aclimatarse al sitio porque "se trata de convivir con personas totalmente desconocidas y ajenas al núcleo familiar. Tuve que pasar por un periodo de adaptación, pero ahora me encuentro como en casa y no quiero irme de aquí". Una diabetes avanzada, problemas graves de circulación que incluso la dejaron inconsciente en una ocasión fueron las principales razones por las que los especialistas sanitarios le recomendaron que dejase de vivir sola. Además su familia no podía hacerse cargo de su estado de salud. Afirma que tiene muy buena relación con el equipo administrativo y médico del centro y que todos los días sale de paseo durante un rato "hasta que las piernas me empiezan a doler y tengo que volver al asilo. Lo que no puedo es participar en las actividades que se hacen semanalmente con las trabajadoras sociales".

Estas iniciativas, en las que participan casi todos los ancianos del asilo, están dirigidas por la trabajadora social Verónica Bolaños. Las labores se realizan por bloques de manera que cada día se realiza uno. Las actividades que se realizan en estas agrupaciones están orientadas para que los ancianos ejerciten sus funciones mentales, motrices y físicas.

Bolaños explica que en la sesión de prácticas mentales se realizan fichas de categorización, observación y atención. Las manualidades con objetos que no supongan un peligro para los internos, se encartan dentro del grupo de tareas que desarrollan el factor motriz. El calentamiento y estiramiento, así como la ejecución de juegos se encargan de fomentar el factor físico.

"Cuando terminé la carrera me especialicé en infancia y juventud. Ahora he cambiado mi perspectiva sobre los ancianos porque me encanta trabajar con ellos y me aportan muchos valores", comenta Bolaños.

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