Un viaje de la Sevilla de Manuel Machado a la Triana de Demófilo
Un recuerdo que dura 36 años, múltiple de nueve Juegos Olímpicos
Una boda en la Capilla de los Marineros el año de la caída del muro de Berlín y el Nobel de Cela
Rincones de silencio en la Sevilla del ruido
Hubo un tiempo en el que me aficioné a las películas de Win Wenders. Fue en las míticas salas Alphaville de Madrid. Eran los tiempos en los que el todavía crítico de cine Fernando Trueba, antes de que rompiera en cineasta con Oscar, dirigía la revista Casablanca, el nombre de la película de Michael Curtiz y del bendito tugurio que Perico Barbadillo y Zacarías Cotán, sobrino y biógrafo de Manolo Summers, abrieron en el Pasaje de la O. En aquellos multicines vi un ciclo en el que programaron Alicia en las ciudades, El amigo americano y En el curso del tiempo.
El título de esta última película revolotea mi cabeza en este San Fermín que celebramos los 36 años de nuestro matrimonio. Fue en la Capilla de los Marineros. Una cifra redonda que es divisible por los nueve Juegos Olímpicos que llevamos juntos, a saber: Barcelona 92, Atlanta 96, Sidney 2000, Atenas 2004, Pekín 2008, Londres 2012, Río 2016, Tokyo 2020 (el Covid lo aplazó a 2021) y París 2024. De forma que mis últimos Juegos de soltero, Los Angeles 1988, fueron en la misma ciudad donde tendrán lugar los próximos. Un círculo californiano.
En el curso del tiempo. No fue sólo cambiar de estado civil. Es una metamorfosis mucho más radical que el tiempo va poniendo a prueba. Es pasar de estar a ser, de vivir con a vivir para sin salirnos de la letanía de las preposiciones en esta tabla olímpica del nueve por cuatro treintaiséis. Fue el 7 del 7 a las 7, como rezaba la invitación con un dibujo de Emilio Rioja en el que los invitados le lanzaban una paellera a los novios, que corrían despavoridos como en una viñeta de Escobar. Hay una foto muy parecida al final de la ceremonia en la que en la puerta de la Capilla de los Marineros, en la calle Pureza, se ve la lluvia de arroz ante un Luis Carlos Peris incrédulo, con Pilar, mi suegra, y Mario, el más pequeño de mis cinco hermanos, detrás de la escena. Nos casó Manuel de Unciti, que provocó un pequeño incidente parroquial, ya que venía como invitado, no como celebrante. El mismo sacerdote que me casó con Sevilla cuando doce años antes, en el verano de 1977, me nominó para que viniera a hacer prácticas a El Correo de Andalucía. Otro episodio del mes de julio. El día que murió Nabokov. Pero ésa es otra historia.
Últimos días de soltero
En el curso del tiempo. 36 años subdivididos en 36 horas, 36 días y 36 meses. Mis últimos días de soltero los viví en la calle Cantabria, que serpentea entre Cardenal Spínola y la Plaza de San Lorenzo, donde desayunaba en El Sardinero, nombre de la playa santanderina por la que mis padres pasaron en su luna de miel después de su boda, en julio de 1956. El año que se casan ellos le dan el Nobel a Juan Ramón Jiménez; el año que nos casamos nosotros, se lo conceden a Cela, al que unos años antes relevé como pregonero del Verdeo de Arahal… como sobresaliente de Alberti en la jerga taurina. 36 horas después de nuestro matrimonio eran las 7 de la mañana del 9 de julio de 1989. Nuestro segundo día de casados en el piso de alquiler de la calle Feria, imagino que viendo el tercer encierro de los sanfermines, afición que nos trasladaron las madres de los contrayentes. Ese año cayó el muro de Berlín. Ya había caído el de Torneo.
Los 36 días de nuestra boda nos cogieron de luna de miel. No recuerdo qué libros metí en el equipaje. Ella leía El callejón de los milagros de Maguib Mafouz (cuando le dieron el Nobel al escritor egipcio lo estaba traduciendo mi amiga arabista Lola López Enamorado) y Las edades de Lulú, de Almudena Grandes, premio La Sonrisa Vertical que patrocinaba una marca de calzado y tenía como padrino a Berlanga. Recorrimos Portugal y Galicia saliendo de Ayamonte y volviendo por Conil. Ese trigésimo sexto día de nuestro matrimonio era 13 de agosto. Desde el año 2000 va unido al aniversario de la muerte de Pilar, la madre de la novia, que iba tan hermosa como ella y que había nacido el último día del 36. De aquella luna de miel recuerdo el encuentro entre Torrente Ballester y el ex ministro Pío Cabanillas con sus respectivas esposas en el restaurante El Mosquito de Vigo.
Camarón y Mitterrand
Los 36 meses nos cogieron en plena Expo volviendo de Nantes. Fuimos a la ciudad natal de Julio Verne para jugar un partido de fútbol contra periodistas de esa localidad. Cuando salimos de Sevilla, los periódicos españoles del avión llevaban en la portada la muerte de Camarón. En los periódicos franceses mandaba Mitterrand de visita en Sarajevo en plena guerra de los Balcanes. El amigo de Felipe, que pasaba el paso del ecuador de sus 14 años en la Moncloa. Unos sanfermines muy navarros. Miguel Indurain ganaba uno de sus cinco Tour de Francia consecutivos. España no fue a la Eurocopa y el Barcelona había ganado su primera Copa de Europa en Wembley a la Sampdoria de Génova, la cuna de Cristóbal Colón. Tributo al 92.
Los trajes de novios nos los hizo el Colectivo Fridor. El de María José viajó a un pase de modelos en Nueva York. El mío no llegó a tanto, pero vi mi nombre debajo del de Martirio en una pizarra. Tenían el taller en la calle San Pedro Mártir, en una casa donde está la placa que recuerda que allí nació Manuel Machado un año antes de que lo hiciera su hermano Antonio en el Palacio de las Dueñas (el 26 de julio se cumplen 150 años). En la calle Pureza donde nos casamos murió Antonio Machado Álvarez, Demófilo, que se casó con Ana Ruiz, nacida en la calle Betis, fin de sus días en Colliure tres días después que su hijo Antonio. Atín Aya estuvo en mi despedida de soltero (Las Golondrinas, Peña Trianera), pero faltó a mi boda porque estaba en los sanfermines. Las fotos las hizo José Manuel De la Fuente, el novio de Ava Gardner. 36 años después, la vida nos ha regalado tres hijos (Andrea, Carmen, Francisco Javier) un yerno, Nico, y Laura, nuestra nieta. Eulogio y Maruja fueron nuestros padrinos. La primera cerveza de casados la tomamos en Los Tres Reyes, cruzando el puente de Triana.
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