La canicie de la competitividad

Joaquín Caparrós escenificó el perfecto regreso con un triunfo que revitalizó al Sevilla y al sevillismo

Mensajes, gestos y desarrollo del partido, fidelísimos a su ritual de siempre

La canicie de la competitividad
La canicie de la competitividad / Fotos: Antonio Pizarro
Eduardo Florido

06 de mayo 2018 - 02:38

Sevilla/Tiene detractores, pero sus seguidores ganan por mayoría apabullante en el sevillismo. Fuera, los detractores se multiplican, claro. Joaquín Caparrós Camino es ya algo más que un entrenador de fútbol. Es un mito en la historia del Sevilla y también un personaje. Un personaje en el que se transfigura en cada partido, con su gestualización, a veces excesiva, rayana en el histrionismo, con su interactuación con todos los actores del fútbol, desde sus propios jugadores hasta los del rival, el equipo arbitral, la afición propia, la contraria... Para Caparrós el mundo del fútbol conforma un todo que abarca mucho más allá de la hectárea verde sobre la que se desarrolla la actividad física y competitiva. Caparrós compite en cada gesto, porque para él el fútbol es competir, y lo demás son milongas.

Y competir es lo que hizo su Sevilla en su forzado y apremiado regreso a Nervión, para ubicarse por cuatro partidos en un banquillo que cada vez verá desde más lejos. Trece años después, con lo supersticioso que siempre fue, Joaquín Caparrós volvió a sentarse en el banquillo de local del Ramón Sánchez-Pizjuán. Bueno, lo de sentarse es un decir. La almohadilla de su asiento quedó incólume. Su competitividad, idéntica que 18 años atrás cuando arribó a un Sevilla en bancarrota, se erizó de vibración en el área técnica. El cuarto árbitro no sabía qué hacer con él. Con canas, sí, pero el mismo Caparrós.

gratitud a la afición

Listo como pocos a la hora de tocar las teclas de los colectivos futbolísticos, en la resaca de su victoriosa vuelta al Sevilla envió un nuevo mensaje a la afición blanca. "Quiero agradecer el apoyo a la afición del @SevillaFC porque ayer estuvo impresionante animando y siendo exigentes y eso nos permitió luchar cada balón hasta el final", escribió a mediodía de ayer en su cuenta de Twitter. "Ahora a pensar en el siguiente partido que encaramos con muchísimas ganas e ilusión". Y el siguiente partido es el Real Madrid, de nuevo en Nervión.

Para su regreso, Caparrós dibujó el ritual de siempre, el de hace 15 años: rueda de prensa nocturna, con su toque procaz, tras un último ensayo en el estadio, algo olvidado; convocatoria el día del partido, sin pistas; aplausos y ánimos a sus jugadores y su afición al salir por la bocana de vestuarios; interactuación con el equipo arbitral; salidas constantes del área técnica, incluso cuando algún jugador de la Real iba a sacar una falta delante de él; conversaciones constantes con sus jugadores y su banquillo; gestos hacia la grada, para inflamar sus ánimos... Y triunfo, sufrido, peleado, pero triunfo, con un final agónico en el que se leyó en sus labios, mientras hacía aspas con los brazos, "ya no se juega más, ya no se juega más".

En lo táctico, un par de retoques clave: la inclusión en el once de Roque Mesa y Sandro, en sus puestos naturales; el adelantamiento de Banega, con relativa libertad; la presión adelantada con hambre, y N'Zonzi bastante suelto por delante, para recibir un juego más directo, hasta que aguantaron las fuerzas; nada de arriesgar el balón en la salida; un dibujo flexible de 4-2-3-1, en fase de presión 4-1-4-1, que acabó en 4-5-1 ante el repliegue intensivo final... Y una consigna general, pelear por cada balón como si fuera el último. Ahí encontró en Sandro a su referencia. Y acertó: fue decisivo para el penalti y para desahogar. Ahora toca el Madrid...

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