Valladolid - Sevilla | La crónica

Bono, el portero que emula a Palop

  • Un gol del marroquí en la última jugada del partido, como ocurrió en Donetsk, rescata para el Sevilla un punto que le sabe muy bien para su objetivo de acabar cuarto

  • El Valladolid, rácano y que no remató, se agarró a un penalti de VAR

Bono celebra su gol en el último minuto ante Rakitic, Koundé, En-Nesyri y Óscar.

Bono celebra su gol en el último minuto ante Rakitic, Koundé, En-Nesyri y Óscar. / LaLiga

“Locura este gol de Bono en el último segundo, ¿os suena a algo? @Palop1”. Con este tuit, Frédéric Kanouté reflejaba lo que le palpitaba en la mente al sevillismo pocos minutos después de acabar el partido en Valladolid. En el último instante del partido, en el cuarto y último minuto de añadido que había concedido el árbitro Estrada Fernández, el Sevilla botaba un saque de esquina por la derecha. Como en cierta noche en Donetsk hace 14 años. Y como en aquel inolvidable partido camino de la segunda Copa de la UEFA, un portero hizo de delantero para hacer un gol de un sabor muy especial. Un gol con una carga anímica añadida por marcarlo quien cobra por evitarlos.

Suso sacó, De Jong cabeceó, Óscar evitó que el balón se perdiera por la línea de fondo pero le dio mal, mordida. La pelota viajó botando por la línea de fondo y dos defensores del Valladolid, también el guardameta Roberto, optaron por dejarla a su aire confiando en que saliera fuera. Pero rebotó en el poste y le cayó a En-Nesyri, que la envió al corazón del área. Koundé la tocó y de repente Bono la atacaba de cara para engatillar. Y su zurzado seco se fue a la red para gozo de los sevillistas y dolor de los pucelanos, que ya paladeaban tres puntos que iban a embolsarse más por su ardor que por sus méritos deportivos.

Bono, el portero que detuvo penaltis y realizó paradas estratosféricas en la última Liga Europa, como hizo Palop en alguna conquista europea; Bono, el mismo que tantas veces ha sostenido al Sevilla esta temporada con sus reflejos entre los palos y sus salidas felinas emulando a Palop, es definitivamente un trasunto del gran portero valenciano. Le faltaba la estrambótica acción de Andrés en Ucrania y fue a hacerla en otra ciudad gélida que a punto estuvo de dejar helado al Sevilla. Ese punto, ese puntazo, hace que los de Julen Lopetegui se vayan al parón con siete de sus últimos nueve puntos ganados, y a 10 de una Real Sociedad que hoy recibe al lanzado Barça.

Hubiera sido traumático irse al paréntesis con una inesperada derrota ante un enemigo que planteó un partido para empatar y que se encontró al filo del descanso con un penalti a favor casi sin querer, al permitir Diego Carlos y Rekik una maniobra del tosco y canchero Weissman en el área y querer ambos defensas reaccionar cuando el punta ya les había ganado la posición muy cerca de Bono. Los dos, a falta de uno, golpearon a Weissman y aunque Estrada no lo advirtió, desde el VAR sí lo hicieron. Orellana engañó a Bono desde los once metros.

Todo se le torció de repente a un Sevilla que había empezado con buen son, como suele hacer ante los equipos que no salen a hostigarlo de verdad. Muy respetuoso salió el Valladolid. El Papu Gómez desde la izquierda, Óliver y Joan Jordán por dentro y Suso desde la derecha dieron rienda suelta a ese fútbol más vistoso que efectivo, que suele discurrir de lado a lado y que, cuando Jesús Navas está, suele acabar con el balón a los pies del palaciego como si calzara botas imantadas.

Y el caso es que los sevillistas dispusieron de una buena ocasión a los cuatro minutos, cuando el Papu recortó hacia dentro y conectó un disparo cruzado y duro que repelió el veterano Roberto. La pelota le cayó a En-Nesyri. Y a su pie izquierdo, además, pero en una posición tan forzada que le privó de rematar con limpieza.

Durante los veinte primeros minutos, el balón fue del Sevilla y sólo del Sevilla. Pero en su virtud está el pecado: la acumulación de centrocampistas en ese 4-3-3, que en realidad es un 4-5-1, procura un acusado control y capacidad combinativa, pero si nadie apoya al único punta y abre líneas de pase hasta el área, si nadie se suma al remate en los numerosos centros al área...

El Valladolid percibió ese fútbol inocuo y salió de la cueva. Sergio González ordenó una presión más adelantada, los pucelanos fueron mucho más agresivos y cortaron el ritmo lo que pudieron. Lopetegui metió a Ocampos y Acuña como carrileros al prescindir de Navas y Óliver (46’). Mejor le sentó la entrada de De Jong por Rekik y Rakitic por Gudelj (67’) para volver a zaga de cuatro y dos puntas. Ahí pudo empatar Rakitic con un zurdazo (60’) y sobre todo De Jong con un cabezazo que estrelló en el poste (77’). Y cuando parecía que el Sevilla se iba al parón con sabor amargo, Bono emuló a Palop.

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