Dudelange - Sevilla

Munir y Dabbur: reivindicación con la sordina de la sordidez

  • Los goleadores del partido, también Rony Lopes con sus trazos de calidad, elevan la voz en un marco indigno para la ocasión de las 200 citas europeas

Dabbur es felicitado por Rony Lopes y Munir tras su estreno goleador.

Dabbur es felicitado por Rony Lopes y Munir tras su estreno goleador. / Julien Warnand / efe

El Sevilla ya está en los dieciseisavos de final de la UEFA Europa League. El triunfo en Luxemburgo le da el pase matemático y el resultado del APOEL-Qarabag le otorga el liderato del Grupo A. No había mejor forma de celebrar el ducentésimo partido del Sevilla en el Viejo Continente, aunque el escenario del partido, el frío ambiente y, sobre todo, el pésimo césped pusieron un marco indigno a tan señalada ocasión. La UEFA sigue sin engordar su segundo torneo tanto como mima el primero.

En el escueto y poco adecuado para la alta competición estadio Josy Barthel varios de los menesterosos integrantes de la amplia plantilla del Sevilla elevaron su voz. Fue una reivindicación con la sordina de la sordidez de un partido que parecía de Segunda División B, por el nivel del rival y por el contexto de unas instalaciones impropias para un partido de competición europea. Es más, hay partidos de Segunda B con más ambiente y mejor césped. La fría noche centroeuropea dejó en su casa a los aficionados del Dudelange.

Pero eso no impidió que Munir, con tres tantos de distinta y bella factura, y Dabbur, con otros dos en su estreno goleador en el Sevilla, elevasen la voz ante Lopetegui. En cierta manera también lo hizo Rony Lopes, participativo en el ataque sevillista, en el que formó como segundo delantero, ya que el técnico guipuzcoano, con el novedoso dibujo de 4-4-2, dejó las bandas para Munir y Nolito.

Munir es abrazado por Dabbur y Escudero en uno de sus tres goles. Munir es abrazado por Dabbur y Escudero en uno de sus tres goles.

Munir es abrazado por Dabbur y Escudero en uno de sus tres goles. / Julien Warnand / efe

Afortunadamente, el Sevilla ya tiene los dos pies en los dieciseisavos de final de su competición favorita, la que ha ganado en cinco ocasiones. A partir de las eliminatorias ya habrá VAR. Y los escenarios sí tendrán la altura que requiere este torneo. Porque la UEFA fue engordando a su niño mimado, sobre todo a raíz de ese rimbombante y falaz nombre de Champions League puesto que no sólo la juegan los campeones, y ahora ya va tarde para intentar que el patito feo luzca en el gran escaparate del fútbol espectáculo.

En sus 200 partidos en Europa difícilmente habrá jugado el Sevilla en un escenario con menos alcurnia, tan alejado del aristócrata cariz del pequeño país centroeuropeo, el Gran Ducado de Luxemburgo. Incluso la UEFA impidió una vez al Mainz 05 jugar en la añeja Maguncia ante el Sevilla y se llevó aquel partido, que abrió la senda gloriosa de Eindhoven en la temporada 2005-06, a Fráncfort, al estadio del Eintrahct.

En el Josy Barthel Dabbur tuvo su estreno al remachar a puerta vacía un ataque de calidad. Abrió así el Sevilla su caja de Pandora. Sobre el indecente césped, blandísimo, irregular, el internacional israelí recitó su reivindicación asociándose en una simbiosis muy productiva con Munir y Rony Lopes. Nolito también se uniría a la fiesta de la fantasía entre baches y pellizcos del césped. Una disertación de toques en corto, paredes, taconazos y goles ante el voluntarioso y pusilánime Dudelange, impotente en su propio patatal ante los movimientos y los gestos técnicos de los atacantes sevillistas. Menos artísticos estuvieron el Mudo y De Jong cuando salieron...

La batuta del toque sobre la irregular superficie fue de Óliver Torres. Con más galones, fue el dinamizador del juego, que se definió en los últimos metros por Munir y Dabbur. También aportó sus trazos el zurdo Rony Lopes, tras fallar una clara ocasión al cuarto de hora, con la derecha, su pierna mala, y tras un resbalón. Fue el único del Sevilla en la noche ducal. Aun con sordina, la reivindicación llegó con la clasificación y el liderato.

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