Sevilla-Villarreal | La crónica

El Sevilla de Diego Alonso, sesenta centros y la misma frustración (1-1)

  • El equipo del uruguayo, insistente pero sin recursos ni banquillo, enlaza su sexta jornada sin ganar

  • Kike Salas marcó en el minuto 75, pero Gudelj falló atrás dos después y el VAR anuló bien el 1-2 final del Villarreal

  • El preparador hizo sólo tres cambios, los tres obligados por problemas físicos y ninguno técnico para agitar el ataque

Los jugadores del Sevilla le piden a Isidro Díaz de Mera que revise en el VAR el gol de Brereton.

Los jugadores del Sevilla le piden a Isidro Díaz de Mera que revise en el VAR el gol de Brereton. / Antonio Pizarro

Casi sesenta centros al área del Villarreal dio el Sevilla en su vano propósito de ganar un partido de una vez con Diego Alonso en el banquillo, y no sólo fracasó en su intención de vencer, incluso estuvo a punto de darse un batacazo similar al del pasado miércoles con el PSV, al encajar el 1-2 en el minuto 95. Prieto Iglesias, a cargo del VAR, avisó a su compañero Isidro Díaz de Mera de que el delantero chileno Brereton, al cruzarse ante Kike Salas antes de encarar a Dmitrovic y batirle de tiro raso, trabó con su pierna derecha al defensor sevillista, que se fue al suelo. El punto, pese a todo, no contiene un gramo de azúcar para los anfitriones.

Antes de esa rectificación que dejó el consuelo de ese empate en Nervión, el equipo de Diego Alonso había cuajado otro ejercicio de impotencia, con una alarmante escasez de recursos ofensivos que echaron por tierra su dominio, insistencia y hasta méritos para hacerse acreedor a la primera victoria con Diego Alonso y la tercera en lo que va de campeonato.

No fue así, son seis los partidos que encadena el preparador uruguayo sin ganar –sólo una derrota, ante la Real en la jornada precedente, es cierto– y la sensación de que este grupo no va a ser capaz de salir de la zona caliente se generaliza entre la grey sevillista, que contempló absorta cómo un equipo que no marca goles y que necesita de forma perentoria ganar como sea, no esgrime un solo cambio desde el banquillo para agitar el árbol a lo que cayera.

El turno de sustituciones volvió a ser un sainete, como la negra noche del PSV: ni un hombre ingresó al campo desde el banquillo por meras cuestiones técnicas, porque a Diego Alonso se le iluminara la bombilla. Después de ver lo que ocurrió con Rafa Mir el miércoles y ausente Mariano, el hombre ni se atrevió. Los tres que entraron obedecieron a contratiempos físicos: Pedrosa por Acuña en el descanso, Kike Salas por Nianzou en el minuto 72, Óliver Torres por Fernando en el 93.

Si el veteranísimo y cada vez más renqueante centrocampista brasileño no se hubiera quejado su caída en el enésimo intento frustrado del Sevilla, Diego Alonso hubiera dejado sin hacer ¡tres cambios! jugándose lo que se están jugando él y el equipo.

Ese apunte viene a reflejar el lacerante presente de un equipo malparido y peor llevado, que lejos de rebajar la tensión de la Junta de esta tarde la agitará más si cabe. El cuarto presupuesto de la Liga, un club que ha encadenado cuatro participaciones seguidas en la Champions, no tiene ni la posibilidad de buscar un plan alternativo sobre la marcha porque no tiene, o al menos eso ve su entrenador, la mínima posibilidad de hacerlo con los jugadores de refresco. Pavoroso. Terrorífico. Y posiblemente cierto.

Tantos balones llovieron al área de Jorgensen, que por mero cálculo de probabilidades, tras unos cincuenta intentos, Kike Salas conectó con fuerza y efecto un testarazo imposible para el portero danés.

Corría el minuto 75 cuando marcó el central moronense y tardó muy poco en aflorar el habitual nerviosismo que brota en los equipos tan necesitados que van ganando. Sólo dos minutos después afloró. En la primera acometida de los amarillos tras el 1-0. Apertura a Álex Baena a la izquierda, Pedraza se desdobla, mete un centro raso al corazón del área y cuando Fernando se aprestaba a cortar, se le adelanta Gudelj para meter la punta de su bota derecha en su forzado movimiento y cargar de veneno la pelota. Grosero error. Ni Fernando ni Dmitrovic pueden interceptarla antes de que llegue a Morales, que se limita a alargar el pie para desviar el cuero a la red (77’).

El sevillismo no tuvo tiempo ni de sufrir en la defensa de ese 1-0 que tanto valor tenía. Pasó del sufrimiento a la resignación. Si ante el PSV el personal barruntó la guasa de la mala con la segunda amarilla a Lucas Ocampos, esta vez el gol de Morales fue igual de sentencioso: que no, que no hay manera, que este Sevilla tan descompuesto y que, siendo limitado se cree aún peor de lo que es, no sabe ganar un partido.

Y eso que, como cuatro días antes en la Champions, ante el líder destacado de la Eredivisie, arrancó con buen son el Sevilla, llevando la iniciativa y animándose a atacar con más insistencia que idea, con más fe que peligro. No se comportó como un equipo tembloroso, defectuoso y que mira con pavor a los tres últimos puestos de la tabla. Llevó las riendas y no sufrió atrás. Pero su plan ofensivo es tan, tan previsible en situaciones de ataque posicional, que al enemigo le cuesta poco responder a las tibias acometidas.

Casi treinta balones colgó al área el anfitrión desde los costados en los primeros 48 minutos, antes e que Isidro Díaz de Mera ordenara el descanso. ¿Y cuántos peligrosos? ¿Cuántos rematados? Los equipos tienen muy estudiado a este Sevilla de propuesta tan primaria y previsible, incapaz de sorprender por dentro con un fogonazo imaginativo de Sow, Fernando o Rakitic.

Todo desemboca por fuera, todo se fía al centro al corazón del área, donde Raúl Albiol y Cuenca, con la ayuda de los laterales Foyth y Pedraza, se hicieron grandes y no permitieron que En-Nesyri cazara una sola en las nubes. Sólo Ocampos se atrevió a cabecear en el segundo palo un servicio de Lukébaio desde la izquierda, aunque muy hostigado y condicionado por Pedraza (29’).

El peligro afloró a medias, pasada la media hora, en centros al área rasos que fueron a parar a algún sevillista que venían desde la segunda línea: Sow aprovechó un pase de Juanlu desde la derecha y conectó un tiro que bloqueó Raúl Albiol y, ya en el minuto 48 de la primera parte, una recuperación muy arriba de Fernando la prolongó a En-nesyri, Jorgensen tapó el remate del marroquí y en el rechace, Foyth también tapó el duro chutazo de Ocampos.

Se fue al descanso el Sevilla con la percepción de que cargaba de pólvora sus ataques poco a poco, pero quien amenazó de verdad fue el Villarreal en la reanudación. Álex Baena tiró al cuerpo de Dmitrovic (46’), Gudelj ya empezó a fallar en una acción donde Juanlu se adelantó a Morales (48’) y Dmitrovic volvió a responder dos veces más a Baena (59’ y 70’).

Mientras, el ataque del Sevilla se estrellaba una y otra vez en sus cortas miras, en su empeño por derivarlo todo a la banda y al centro. Así, hasta sesenta. Y para una vez que Juanlu y Ocampos, los más insistentes por la derecha –Marcelino metió por ello a un segundo lateral, Alberto Moreno– tejen una jugada por abajo hasta el palo (67’), no hay uno solo de blanco bien colocado para rematar. Parecía que Kike Salas iba a hacer bueno el plan. Pero sólo lo parecía. Más gasolina para la Junta.

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