Desde mi córner
  • Tras haber enderezado la tarde con un gol de Nianzou, éste mismo la arruinaría casi al final

El Sevilla se ahogó en la orilla

APENAS le servía el empate a ninguno, pero menos da una piedra y una inadmisible desaplicación de Nianzou le arruinaba la tarde al Sevilla. Se trataba del mismo hombre que había volcado el partido para su equipo en un momento en que bien podía ir 2-0 abajo. Son las vueltas y revueltas de un partido vibrante en el que casi siempre llevó la iniciativa el Girona, un equipo que juega muy bien al fútbol, quizá el que mejor juega de los de abajo.

Fue un partido que el Sevilla recompuso en testarazo de Nianzou tras un inicio terrorífico ante Bono. El Sevilla capeó el temporal que le sobrevino sorpresivamente, las ocasiones de gol se quedaron en los amagos y en un abrir y cerrar de ojos llegó el formidable testarazo de Nianzou tras matemático centro de Rakitic a pelota parada. Ese gol tuvo efectos anestésicos para los locales y todo el primer tiempo discurriría con placidez y sin que nadie le hiciera sangre a nadie.

Tras el descanso, la comedia vira a drama para el Sevilla y una vía de agua a babor, desbordado Acuña y pusilánime Badé permiten que Stuani bata a un Bono que quizá pudo hacer algo más. Y con este gol reaparece aquel tsunami gerundense del inicio ante un Sevilla que no se encuentra cómodo. Pero los cambios de Míchel empeoran al Girona y el Sevilla respira, coge oxígeno y hasta recompone la figura, pero sin inquietar para nada al arquero ampurdanés.

Entra el partido en una dinámica que huele a empate, pero a un empate que no le gusta a nadie. Y cuando todo indica que está presto a sonar el tañido final, Bono mete en un compromiso a Nianzou, éste se hace un lío, pierde el balón y Yangel Herrera bate a Bono con suave vaselina. Todo se ha consumado y el Sevilla ve cómo salir del hoyo es más difícil de lo que se piensa y no queda otra que rezar cuanto se sepa para que los actuales enemigos directos no hagan de las suyas.

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