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Donde acaba la tierra y empieza el mar
Sevilla-Roma | La crónica
Campeones, campeones, oe, oe, oe… El sevillismo volvió a gritar muy alto al cielo de Budapest. Su equipo había vuelto a hacerlo, se había proclamado campeón de la Liga Europa por séptima vez para demostrar que no puede ser más verdad que “nadie la quiere como nosotros”, el lema vendido desde la entidad para que todos creyeran que era posible. Y vaya que era posible, toda la grada Norte del Puskas Arena lo festejaba a lo grande, mientras José Mourinho, con sus minuttini para Dybala, se tenía que rendir a la evidencia. El triunfador final no podía ser otro que el Sevilla Fútbol Club, la entidad que tiene a una religión muy fiel radicada en el sevillanísimo barrio de Nervión.
Cuando Montiel lanzó el último tiro desde el punto de penalti ya no cabía otro resultado que el triunfo del Sevilla. El argentino no había acertado a la primera, pero después sí lo hizo para pasar a la historia como el jugador que le daba el triunfo en esa tanda desde los once metros al campeón de la Liga Europa y también al campeón del mundo, a la Argentina de Messi.
El Sevilla no tiene el potencial económico para disponer de futbolistas como Messi, pero sí cuenta con una fe en la Liga Europa que le permite escalar montañas inaccesibles para otros. Tanto que sumaba su tercer triunfo desde la línea de penaltis, como ya lo hiciera en Glasgow contra el Espanyol y en Turín frente al Benfica. Pero que nadie apele a la casualidad, hay una causalidad y tiene dos factores. El primero, que siempre tuvo un portero en un estado de acierto impresionante. Ahora gozaba de Bono, un verdadero especialista, como ya lo padeció España en Qatar. Detuvo uno, forzó un disparo al poste en otro y sólo se quedó sin detener uno.
Entonces tenía a Palop, en la primera, y a Beto, en la segunda. Los dos también se habían lucido con anterioridad en esta suerte. Y otra cosa más. También es capaz de meter todos sus penaltis. Ya lo hizo en Turín y lo repitió en Budapest. Así que gana a las penaltis porque tiene gente, buena, para hacerlo.
Pero no sólo se trata de ganar en esos disparos desde los once metros, el Sevilla también fue capaz de no descomponerse después del primer inconveniente, después de Dybala, el de los minuttini de Mourinho anotara el cero a uno. Los blancos siguieron en el partido, incluso mejoraron a partir de ahí tras un arranque a merced de las estratagemas del entrenador portugués, pudieron igualar a través de Rakitic antes del intermedio, lo hicieron después y trataron en todo momento de ganar antes de llegar a la tanda. Pero daba igual, todos sabían lo que iba a pasar al final, es decir, que ganaría el Sevilla y que conquistaría su séptimo título. No había ni la menor duda de ello.
En la disección puramente del juego, no fue la mejor primera parte del Sevilla de Mendilibar, en absoluto, aunque en ello tal vez tuviera mucho que ver el mérito de Mourinho para conseguir que se jugara exactamente a lo que él quería. La Roma, con Dybala por supuesto, salió mejor posicionada y mucho más metida en el partido. Daba la sensación de que jugaban con un futbolista más sobre el campo, pues parecía imposible que los sevillistas tuvieran alguna opción de asustar a Rui Patricio mientras que el riesgo sí se transmitía en la mitad del campo contrario.
El entrenador vasco había apostado, como también estaba previsto, por el mismo equipo exactamente que en las dos citas de semifinales contra la Juventus con la excepción de la entrada de Alex Telles por el sancionado Acuña. El problema es que rara vez llegaban con ventaja a los balones divididos y, además, Mourinho había posicionado su defensa diez metros más atrás para no dejarse sorprender por el centro.
Era una invitación a las incorporaciones por el medio, pero ni Rakitic ni Óliver Torres, tampoco Fernando, más retrasado, tenían la claridad para aprovechar esos espacios. Mendilibar lo leyó perfectamente tras el intermedio y metió ahí a Suso y Lamela. De cualquier forma, salvo una llegada por la derecha con disparo de Spinazzola tras el pase atrás, tampoco el cuadro italiano llevaba mucho peligro hasta Bono. Pero como los sevillistas no lo hacían, pues todo quedaba en un partido ideal para lo que le gusta a Mourinho, es decir, pendiente de aprovechar cualquier fallo del rival para golpear.
Y éste iba a llegar poco después de la media hora. Rakitic perdió una pelota en el medio con una posible falta de Cristante. El inglés Anthony Taylor consideró la acción de sigan, sigan y el pase llegó hasta Dybala con la defensa blanca descolocada. El argentino demostró su calidad para adelantar a la Roma, algo que iba acorde a los merecimientos hasta ese instante.
Lógicamente, el Sevilla iba a apretar y estuvo a punto de aprovechar esos metros por delante de la defensa de tres para empatar antes del intermedio. Rakitic probó a disparar con la izquierda y el balón se estrelló con violencia en el palo de la portería de Rui Patricio (51’). También antes tuvo un cabezazo en solitario Fernando tras un saque de esquina (44’), pero el balón le vino muy arriba y no pudo conectarlo bien.
Mendilibar no iba a esperar mucho para tratar de meter picante entre las líneas. Suso y Lamela saltaban al campo en el descanso para que Óliver Torres y Bryan Gil les dejaran sus puestos. Y el Sevilla supo dar un paso adelante, para llegar por las bandas, lo que obligaba a abrir la defensa de tres de los romanos y permitía después segundas jugadas por el medio. Estaba comenzando a avisar el cuadro nervionense y lo hizo con un disparo de Alex Telles (52’). Fue lo anterior al gran centro de Jesús Navas y el remate contra su portería de Mancini (55’). Tablas de nuevo para que ya nada fuera igual que antes.
La Roma había dado el paso atrás habitual en Mourinho y también perdía a Dybala por sus problemas en el tobillo. Sin embargo, al Sevilla también le faltó dar el último pase en varias jugadas, aunque se sentía fuerte, incluso fue anulado un penalti a Ocampos (77’) que obligó a la revisión del VAR y siguió dejando algunas dudas después de Ibañez tocara el balón y después la pierna de Ocampos. No valió, de cualquier manera, aunque daba igual.
En la recta final sí hubo aproximaciones de Bellotti, de Ibañez en un barrullo y de En-Nesyri y Lamela. Todo se iba a la prórroga entre pérdidas de tiempo de la Roma, algo que se agudizaría en un tiempo suplementario sin ocasiones de gol claras salvo una internada de Montiel mal resuelta (122’) y un cabezazo de Smalling ¡en el 130’! debido a todo el tiempo que había perdido el equipo de Mourinho.
Mourinho, como Luis Enrique en el Mundial, no se enteró de que Bono para multitud de penaltis o fuerza a los fallos
Penaltis, pero el portugués, como Luis Enrique en el Mundial, son tan listos que no saben que Bono es un consumado parapenaltis. Sólo uno permitió que entrara en su portería mientras que el Sevilla anotaba los cuatro. Séptima Europa League para el Sevilla y es que, como se decía de los alemanes en su día, las finales de esta competición continental, sí continental, de Europa, la juega muchos y las gana siempre que llega a ellas al Sevilla. Ah, de paso se mete en la Liga de Campeones después de un curso tan inquietante, pero a quién le importa esa menudencia cuando está en juego la posibilidad de alcanzar la gloria alzando una copa en tierra tan lejana como Budapest. Los papelillos le cayeron encima al Sevilla Fútbol y todos sus seguidores lo festejaban con alborozo. No hay más, dato objetivo, el Sevilla Fútbol Club, siete veces campeón de la Europa League.
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