Desde mi córner
  • Una tremenda carga sentimental orló la despedida del muy sevillista Iván Rakitic

Una despedida con sabor a retorno

COMO hace unos días en el Betis, se va ahora del Sevilla el extranjero que más veces ha defendido su camiseta. Sevillista a machamartillo por vía de su mujer y de su sevillanía de Pino Montano, este suizo de nacionalidad croata deja un poso de indudable categoría. Un poso multiplicado por esa reacción ante los primeros pitos que escuchó en su vida de sevillista, ha decidido no tentar a la suerte de una repetición y se va.

Ivan Rakitic llegó en enero de hace trece años procedente de un Schalke en el que compartió vestuario con Raúl y desde el primer día fue gente en Nervión. Gregorio Manzano, a la sazón entrenador del Sevilla, lo hizo debutar frente al Málaga y ya no se quitó la camiseta titular. Luego en el Camp Nou, más de lo mismo en un Barça que ya estaba con el síndrome nostálgico del postguardiolismo, pero que resultaba incruento por los efectos milagrosos de un tal Lionel Messi.

Tras vestir más de trescientas veces la camiseta azulgrana volvió al Sevilla en loor de multitud y gritando en voz alta su sevillismo. Y a la UEFA ganada en Turín le añadió la de Budapest el pasado curso, la primera con Unai Emery y la segunda con aquel José Luis Mendilíbar de tan grato recuerdo y tan ingrato despido. Y por sus méritos en su primera etapa como en ésta, Ivan Rakitic seguro que algún día no demasiado lejano será premiado con el dorsal de Leyenda del Sevilla.

Pero nadie puede nadar aguas arriba del tiempo y aquellos pitos de la tarde negra del Alavés han sido determinantes para que Ivan deje el club de su vida. Aunque lo más probable es que en Arabia encuentre una jubilación dorada no hay que descartar que su profesionalidad tantas veces demostrada le haga encontrar un hueco en el corazón de sus nuevos aficionados. Y en la hora del adiós, con las lágrimas aflorando en muchos rostros, sólo cabe decirle adiós y hasta la vuelta.

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