Sevilla FC

Más jerez que Velázquez

  • La hinchada del Leicester recala en Sevilla convencida de la superioridad rival

  • Del maratón al fútbol, el turismo deportivo se consolida en febrero

Un grupo de aficionados del Leicester posa en la puerta del pub Merchant, en la calle Canalejas.

Un grupo de aficionados del Leicester posa en la puerta del pub Merchant, en la calle Canalejas. / juan carlos muñoz

Febrero se ha convertido en el particular agosto de la industria hostelera local. Dos días después del maratón, Sevilla vuelve a llenarse de forasteros ansiosos del comedero del centro sevillano. En apenas unas horas, los aficionados del Leicester han tomado el relevo de los corredores que llegaron a Sevilla medio a correr medio a retozar en la casi primavera que se ha apoderado del sur de España. Haya entradas para el partido o no, lo importante ha sido el camino. Y el sol, esa tibia fotosíntesis.

"Había 2.200 entradas, pero está previsto que lleguen 4.000 hinchas", explica Josh, antes de ser inmediatamente corregido por un camarada: "No. Venimos 8.000". Ataviados del primer color de su equipo, azul intenso, no es la intensidad la nota predominante entre los hinchas que pespuntan los enclaves turísticos: los bares de la Encarnación, los bares alrededor de la catedral, los bares de los Terceros o el pub de Canalejas, por citar algunos. De la dieta vegana de los maratonianos al desparrame de grasa y alcohol de los futboleros.

"¿Museos? Yo pienso quedarme en el Merchant bebiendo cerveza hasta la hora del partido", asegura Sean, de 49 años, a quien le hace gracia también el sonido de la r de Murillo y de la z de Velázquez. "¿Jerez? ¡Sherry!", exclama eufórico como quien celebra un gol. Si Edgar Allan Poe usó el vino amontillado como trama de un relato de terror, el guión de los aficionados ingleses se limita al espíritu etílico, el médium imprescindible del horror ultra.

No es la afición del Leicester particularmente violenta. Así lo asegura John, que ha llegado a Sevilla con su mujer, Emily, y sus dos hijas, Debbie y Cristine. La familia almuerza en el bar Manolete, en la calle Alemanes. "Será un partido duro. Llevamos seis partidos de liga sin marcar un gol. El Sevilla nos va a meter dos o tres... a cero, claro. ¿Pesimista? No, realista", aclara contrito este padre de familia que ha llegado en coche desde la portuguesa Faro.

Pese a las monedas que una parte de la afición lanzó al césped después de que el Leicester fuera eliminado en la Copa inglesa por el Millwall, un tercera de ellos, sería "raro" que cundiera la violencia, confía John. La única sangre que podría correr sería la de la cabeza de Claudio Ranieri. "Le quedan solamente dos cartas: el partido en Sevilla y el próximo liguero contra el Liverpool".

La hinchada de los Foxes, sobrenombre de este club del centro de Inglaterra, es víctima de un episodio de trastorno bipolar. De ganar la Premier, el Leicester ha pasado en unos meses a contar con un punto sobre el descenso. Se percibe un ambiente sosegado, casi conformista. "Lo anormal fue ganar la temporada pasada. Estar entre los últimos es lo normal", afirma Mike sobre la historia de su equipo.

Nasri, N'Zonzi, Rami, Jovetic... Los ingleses citan a quienes consideran sus mayores enemigos para hoy. "Nuestro mejor jugador se lo llevó el Chelsea, Kante", reclama Peter desde el 100 Montaditos de la Avenida de la Constitución, lo más cerca de la Catedral que va a estar. Peter se guarda una naranja del suelo con la que va a "aliñarse un ", dice. El alcohol y las libras de su presidente, un millonario tailandés, son el mejor estimulantes de estos aficionados. ¿Y Velázquez? ¡Bah!

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