La medida del dramatismo

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Duelo de alto voltaje para el Sevilla que testea tanto el crédito de Berizzo como la templanza de los rectores

Bilbao y Moscú hicieron mella y la reacción es ya urgente

Foto: Víctor Rodríguez
Foto: Víctor Rodríguez
Jesús Alba

21 de octubre 2017 - 07:09

Sevilla/Tampoco se trata de ir preparando el patíbulo para las ejecuciones. Es cierto que el 5-1 en Moscú hizo mucho daño, pero sería sano para todos los estamentos de esta entidad desdramatizar, sobre todo porque, si ya habido curvas, está Berizzo conduciendo el autobús en el tramo más complicado, con la visita al Camp Nou también asomando a la vuelta de la esquina. Hoy, cuando pase el trance de Mestalla, puede elevarse el nivel de decepción, seguramente se disparará el de indignación si el resultado acaba guiándose por los derroteros de las tendencias de ambos equipos y será cuando llegue el peligro de errar al tomar -o no tomarlas- decisiones en caliente y con el apremio de la presión popular o la falta de criterio.

La Pizarra
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Ni el Sevilla es tan malo ahora ni era tan bueno antes. Conviene saberlo. Que ha habido errores en la planificación ya se ha recordado. Que otros errores aún no han dado la cara también es bueno recordarlo, pero igualmente se hace necesario dar tiempo al entrenador a implantar su modelo, que, guste o no, es el que tiene y con el que se ha ganado el crédito de estar aquí. Echar la vista atrás en estos casos tiene dos lecturas: o te calma los ánimos o te los enciende más. Si Juande y Emery estuvieron en sus inicios prácticamente destituidos y acabaron como acabaron gracias a mantener los ánimos como se mantuvieron, templados, por ejemplo, nunca se sabrá qué hubiera pasado si el Sevilla no hubiera destituido a principios de febrero a Marcelino, su rival de hoy en el banquillo, para poner en su lugar a un Míchel que no mejoró sus números. Y por comparar, igual tiempo ha tenido el hoy entrenador del Valencia que el argentino para que su equipo funcione y éste ocupe la segunda plaza en la tabla de la que hace sólo una semana disfrutaba el Sevilla.

No es que Berizzo se juegue el puesto esta tarde en Valencia. Todo es hablar por hablar. Pero sí está obligado el argentino a recuperar el crédito, porque si para aquel Sevilla del asturiano era un fracaso estar undécimo con siete encuentros sin ganar, para éste de ahora, que presume de la mayor inversión en fichajes de la historia, lo es estar fuera de los puestos europeos y enlazar más de dos derrotas seguidas frente a rivales con plantillas a todas luces de inferior calidad como han sido los casos de Athletic y Spartak.

Lo que ha hecho daño de verdad ha sido ese segundo tiempo en Moscú, los minutos que pasaron desde la reedición por parte de Ben Yedder del gol de Cardeñosa ante Brasil en el Mundial de Alemania hasta el pitido final, el tiempo suficiente para que Sergio Rico viviera una auténtica pesadilla con sudores de impotencia ante lo que se le venía encima.

En estos casos todo se acaba de un plumazo sacando la cara y ofreciendo una buena imagen sea cual sea el resultado final, pero para ello Berizzo deberá adiestrar a los suyos con mucho más de lo que ha hecho hasta ahora porque el adversario es el equipo más en forma de la Liga, con cuatro victorias consecutivas en las que ha anotado 17 goles y ha exhibido un mortal contraataque, suerte en la que el Sevilla ha demostrado estar especialmente vulnerable a la hora de defenderlos, tanto en Bilbao como en Moscú, donde recibió hasta tres de los cinco goles por su pésima ejecución del sistema de vigilancias.

A todo esto, la rivalidad instalada entre ambos equipos desde cierta noche europea en que Mbia metió la cabeza a una prolongación de Fazio añade, si cabe, más dramatismo a un atractivísimo duelo que es un clásico en Primera División. Dos entidades casi parejas, que siempre han luchado por equiparse a los grandes y que en su etapa moderna se han llevado algunas sonadas alegrías: los valencianistas ganando dos Ligas y una UEFA con Rafa Benítez y los sevillistas ya se sabe: un rosario de títulos europeos y nacionales con Juande y Emery que cambiaron la historia de la entidad y la manera de entender el sevillismo de una generación entera.

La lupa está sobre las decisiones de Berizzo, su discutida política de rotaciones, el gusto por tener un control ficticio del balón... algo que el Valencia ha demostrado que no es tan, tan necesario para destrozar a un rival cuando se trata de marcar más goles.

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