Sevilla FC

La normalidad en su bendita plenitud

Diego Carlos y Rakitic, en un entrenamiento haciendo preventivo con bandas elásticas.

Diego Carlos y Rakitic, en un entrenamiento haciendo preventivo con bandas elásticas. / Antonio Pizarro

Es la mejor manera de llamarlo. Un desplazamiento sin miedo, sin restricciones, con mascarilla por supuesto, pero con la alegría de la vuelta a la normalidad, a lo que nunca debió marcharse. El Granada-Sevilla de esta noche es la primera gran fiesta del fútbol andaluz de las muchas que han de venir. Fuera ya las medidas sanitarias que acabaron con la normalidad en la sociedad y en la manera de relacionarnos con el entorno, el fútbol vuelve a hacerse grande este primer domingo de octubre, en el que los estadios vuelven a llenarse sin límites pandémicos.

Y ha querido el calendario que las aficiones de Granada y Sevilla puedan vivir una fiesta del fútbol andaluz. Unos 600 seguidores nervionenses se espera que acudan a las gradas del Nuevo Los Cármenes con todo lo que ello conlleva: colorido, turismo futbolístico, consumo, impulso a la hostelería...

En lo meramente deportivo, el equipo de Lopetegui tiene otra oportunidad para dar un paso más y ganar en confianza ante unas dudas que a veces lo atenazan, si bien tampoco está mal recordar que aquellos rivales con los que no ha estado del todo fina la tropa del vasco son equipos potentes y con un nivel futbolístico alto. Real Sociedad y Wolfsburgo, en sus estadios, no son moco de pavo. Está bien que a este Sevilla en el que todo el mundo saca pecho, sobre todo desde presidencia, se le exija como el que más, pero veo más prudencia siempre en estas cuestiones entre los profesionales del día a día en el verde o en la dirección deportiva. Lógico y normal, por otra parte. No se puede esperar más.

La previa La previa

La previa / Departamento Infografía

Hoy sí que el Sevilla necesita un golpe contundente. No será fácil por mucho que lo repitan desde fuera. El Granada es un equipo de inferior potencial, que además está en un mar de dudas con un entrenador que no ha caído de pie tras lo que consiguió Diego Martínez en esta plaza, pero cuando Alberola Rojas pite esta noche serán once contra once y como repite Lopetegui ahora casi en cada comparecencia pública, los partidos son como los melones.

Porque, además, todos los equipos están en esta época en esa búsqueda de sí mismos y a ello no escapan los grandes. El Real Madrid es ridiculizado por un desconocido Sheriff moldavo que lo puso a hacer el indio –genial el titular de prensa– en el mismísimo Bernabéu, Simeone recibe críticas porque no acaba de encajar las valiosas piezas de artillería pesada que tiene en ataque y está ganando los partidos a golpe de suerte y del Barcelona no hablemos, con Koeman cada vez más colorado y apartado de la directiva mientras sigue perdiendo partidos, por goleada incluso.

Los comienzos de temporada no son nunca fáciles y el Sevilla puede darse con un canto en los dientes. Acoplar a los nuevos al modelo, recuperar sensaciones, refrescar automatismos a base de repeticiones en la ciudad deportiva... y, por supuesto, contrarrestar al rival, que no siempre se comporta como quieres.

El Sevilla está imbatido, es el segundo equipo menos goleado de Europa y sus dudas, que las tiene, son hasta cierto punto pasables, entendibles... a estas alturas. Basta echar un vistazo alrededor para entenderlo, ejercicio que debería ser suficiente para dejar a un lado el histrionismo tristemente extendido alrededor del forofo que se cree con derecho y del entorno del fútbol en general.

Tendrá Lopetegui que devanarse los sesos para que la ausencia de En-Nesyri se note lo menos posible en el funcionamiento del equipo y eso no sólo atañe al rendimiento de Rafa Mir. No debe. Que el equipo recupere movimientos, que aparezca ese ataque envolvente, que los extremos entren y salgan produciendo con sus arrastres los espacios necesarios... deben ser la clave para que el Sevilla vuelva a ser el Sevilla que el aficionado ha visto durante un año y medio desde el sofá de su casa y que ahora lo tendrá a sus pies, ojo, también sufriendo y padeciendo con sus reacciones, protestas, murmullos y, cómo no, sus palmas y la energía que con su apoyo puede ofrecer.

Vuelve el fútbol al cien por cien, sin limitaciones, y eso es una buena noticia para un grupo y un colectivo que presume de su potencial futbolístico y humano y que también saca pecho pecho de su nivel competitivo. Claro que eso hay que demostrarlo en el campo y el Granada es un equipo como otro cualquiera, que va a alinear a once futbolistas profesionales porque el árbitro se lo va a permitir a la hora de las inscripciones en el acta.

Si alguno ya se ha convencido de que en los grupos de Champions no hay cenicientas, mucho menos este tipo de bicocas aparecen en una competición superprofesionalizada como la Liga española. Los deseos chocan con la realidad y aunque los futbolistas del Sevilla harán lo que puedan, como se puede decir vulgarmente, que nadie olvide que ganar un partido requiere muchas cosas como para caer en conclusiones y silogismos simplistas.

El fútbol es muy grande y la vuelta de la normalidad debe recordárnoslo.

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