Una olla que cuece talento

El rival del Sevilla FC

Las ya cercanas gradas de Anoeta conforman el escenario ideal para un equipo que se ha reforzado de verdad.

Los cuatro de ataque, punto fuerte.

Alguacil habla con sus jugadores en un partido de la Real.
Alguacil habla con sus jugadores en un partido de la Real. / Juan Herrero / Efe

San Sebastián transpira fútbol por todos los poros de su piel. Las obras de Anoeta ya acabaron, ha quedado un estadio precioso y funcional, con las gradas cerca de la hierba para que los nostálgicos de Atocha, que se contaban por miles, dibujaran una sonrisa de oreja a oreja. Faltaba que la plantilla blanquiazul estuviera a la altura del decorado y, a tenor del brioso arranque de la temporada, flota en La Bella Easo la promesa de un venturoso año de balompié.

El Atlético ya padeció la pujanza de un equipo que, en pleno Festival de Cine, sirve en bandeja el símil: sí, esta emergente Real Sociedad de aire tran fresco divierte como una buena comedia.

Sin balón

Imanol Alguacil gusta de una presión adelantada para recuperar la pelota lo más arriba posible. El repliegue intensivo sólo es un recurso si las circunstancias lo aconsejan, pero su pretensión de controlar el partido con una mayor posesión que el rival lo impelen a adelantar líneas con una actitud firme y audaz, aunque no sea la Real una equipo que ande sobrado de jugadores agresivos.

La llegada de Monreal al costado izquierdo le ha venido de perlas para darle a la zaga esas tablas, esa personalidad para dar el paso adelante. Por la otra banda, Zaldua lo secunda con un fútbol similar, de mucho empuje. Y como el central Llorente está cómodo con metros a sus espaldas, la defensa no tiene reparos en plantar la línea lejos de Moyá.

En la medular, a falta de que se recupere Illarramendi, convaleciente de una lesión de larga duración, Zubeldia es la pieza que procura el equilibrio táctico. A su lado, Mikel Merino tiene más libertad para descolgarse, aunque también es un jugador disciplinado y de despliegue físico.

Con balón

En las últimas temporadas, la Real ha venido siendo un equipo de juego a ráfagas, inconstante y, por tanto, con una marcada tendencia a la irregularidad. Alguacil ha tratado de corregir esos vaivenes y parece que los recién llegados están en esa línea: Monreal, Odegaard o Portu son futbolistas intensos, de ida y vuelta, que le han dado el necesario giro de tuerca a un mecano que antes era más guapo que eficaz.

Martin Odegaard
Martin Odegaard / Rosell

Intensidad, osadía... y calidad: Oyarzabal, el jugador franquicia de los txuri urdin, ha encontrado un compañero de andanzas en Odegaard. Ambos son creativos y, como Portu, buenos llegadores.

Lo mejor

Los nuevos han dado más intensidad al colectivo y llegan con la moral altísima. Creen en lo que hacen y su juego es muy vertical.

Lo peor

La de Sevilla será la primera prueba fuerte a domicilio para comprobar si ya no son tan blandos.

Odegaard salió del cascarón y bien que vuela

En 2015 fue una cuenta más de ese rosario de jugadores que arriban al Real Madrid demasiado pronto y acaban repelidos por las circunstancias. Sólo 16 años tenía ese talento noruego cuando llegó a la Casa Blanca, pero tras varias cesiones vuelve al fútbol español con el punto de madurez para encauzar su talento. En la Real Sociedad, Alguacil lo dispone de enganche con dos contrafuertes como Mikel Merino y sobre todo Zubeldia liberándolo de tareas menos lucidas. Con su zancada, calidad en la conducción y creatividad, la Real rompe líneas enemigas y se hace más profunda y vertical. Con Portu a su derecha y Oyarzabal a su siniestra, ese interlineado hasta el punta promete muchas alegrías para la ilusionada afición donostiarra. Odegaard tiene contrato con el Real Madrid hasta 2022 y no oculta que su propósito es acabar triunfando de blanco.

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