Sueños esféricos
  • Diego Alonso es una anécdota comparado con el cruel daño de los codiciosos ‘patricios’ sevillistas

Un terrorífico cuadro llamado Sevilla Fútbol Club

Detalle de 'Saturno devorando a su hijo', la célebre pintura de Goya. Detalle de 'Saturno devorando a su hijo', la célebre pintura de Goya.

Detalle de 'Saturno devorando a su hijo', la célebre pintura de Goya. / D.S.

Brian Cox, actor que encarna en la serie Succession al magnate que lucha por el control de su emporio contra sus propios hijos, se acercó al Museo del Prado y cuando contempló el cuadro Saturno devorando a su hijo de Goya, tuvo un buen golpe: “Es el cuadro que me describe”.

Hablamos de una serie de ficción y el comentario jocoso queda legitimado. Pero a veces, demasiadas, nos topamos en la vida con personajes tan codiciosos, ambiciosos y despiadados como Logan Roy, el protagonista principal de la estupenda serie. Y no hace falta irse a Manhattan. Te los encuentras compartiendo una gran lata de melva de La Tarifeña en la zona VIP del Sánchez-Pizjuán. Chorreándole el aceite como a Saturno le chorreaba la sangre caliente de su vástago.

Las denominadas “familias” del sevillismo se vanaglorian de querer al club como a un “hijo”, pululan por los vomitorios del estadio y se pavonean en la sección noble de Preferencia con una actitud estúpidamente adusta, de patricio romano. Y con la daga oculta, pero siempre a mano. Que nadie se llame a engaño: son más codiciosos que sevillistas. Todas esas “familias nobles” se sentaron a la mesa cuando el americano llegó exhalando el embriagador tufo del dólar. Todas las que luego llamaron a cavar trincheras contra el intruso forastero se sentaron en esa mesa y se llevaron la manita a la oreja. El torpe manejo de Diego Alonso es una anécdota ante el daño de estos patricios.

El Sevilla FC ha sido un caso digno de estudio desde aquel 2006. Su eclosión en la escena internacional no tiene parangón, porque su esqueleto y su musculatura, su dimensión, no le da ni le dará para luchar con los pesos pesados de Europa, pero él se entrometió ahí, con su inconcebible registro de siete de siete en las finales de Europa League. Llegaron desde prestigiosas universidades para estudiar su caso único. Alabaron su gestión y sus balances. Tan apetitoso fue el club, que las propias “familias”, en su gula y codicia, en su incapacidad para renunciar a su propio bien, van a acabar por devorar a ese otro “hijo”. Y no es una serie de ficción.

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