Mallorca - Sevilla | La crónica

Un tiro, un golazo, oxígeno puro para el Sevilla (0-1)

Gudelj se abraza con Dmitrovic entre la alegría de todo el banquillo sevillista.

Gudelj se abraza con Dmitrovic entre la alegría de todo el banquillo sevillista. / Europa Press

Triunfo de incalculable valor para un Sevilla tan cogidito con alfileres. Jorge Sampaoli estrenó su casillero de victorias en Palma de Mallorca de la manera más prosaica, sin haber tirado ninguna vez entre los tres palos con la excepción de ese zapatazo de Gudelj desde 30,1 metros que entró por la escuadra de su compatriota Rajkovic. Fue un verdadero golazo y como, además, por primera vez en todo el curso liguero, la portería defendida por Bono, se quedaba invicta, pues los sevillistas no pueden estar más felices con el botín que le añadían a su casillero clasificatorio.

No hay que darle más vueltas, el Sevilla, ahora con Sampaoli, es un enfermo con ganas de rehabilitarse, está en un tratamiento severo y debe hacer todo lo posible con las indicaciones del técnico argentino para darle un giro de 180 grados a su estado de ánimo. Es la única manera de salir del agobio en el que está metido todo el club radicado en el sevillanísimo barrio de Nervión. Porque está claro que el fútbol, el juego al que tantas veces hace referencia su actual entrenador, no da mucho más de sí de momento.

La primera mitad del Mallorca-Sevilla disputado en el Visit Mallorca, como ahora denominan al estadio de Palma por motivos publicitarios, fue insoportable. Ahora que se entra en la época de las castañas fue justo eso, una verdadera castaña, y no hay más que mirar a los números para corroborarlo. Ni un solo disparo entre los tres palos fue capaz de contabilizar el equipo sevillista y no sólo eso, nada más que ¡tres veces! fue capaz de tocar el balón un futbolista del equipo visitante en el área de Rajkovic.

El juego no podía ser más triste en esos 46 minutos que se disputaron a lo largo del primer acto. Ni siquiera hubo una ligera reacción después de que en el minuto 6 Abdón Prats tuviera dos ocasiones clarísimas para haber puesto el primero en el marcador. En la primera, un centro fácil desde la derecha era rematado con no menos comodidad por el delantero centro balear. Bono se lució y salvó a los suyos; en la segunda, tres cuartos de lo mismo, el balón se quedó suelto tras el córner y un segundo centro casi en el área chica y el portero nacido en Canadá salió como un felino para taparle toda la portería al sobrino de Toni Prats.

El Sevilla, diseñado por Sampaoli con una extraña mescolanza entre sus dos comparecencias anteriores y sin un delantero centro como referencia, sólo reaccionó a través del sobeteo del balón, pero con una nula capacidad para tratar de asustar siquiera a la poblada zaga del Vasco Aguirre. Porque el Mallorca no salía a buscar a los sevillistas y éstos se dedicaban a pasarse el balón de unos a otros como en los mejores/peores tiempos de Julen Lopetegui. Los tres centrales, con Bono como cuarto, monopolizaban la posesión del balón, pero la capacidad para conectar con los hombres más adelantados, particularmente Isco, Rakitic y Lamela, era igual a cero.

Lamela, el falso delantero, se lamenta en una acción del partido. Lamela, el falso delantero, se lamenta en una acción del partido.

Lamela, el falso delantero, se lamenta en una acción del partido. / Cati Cladera (Efe)

La desazón de todos los que sienten en sevillista en el intermedio era grande, casi tanto como la incredulidad de ver cómo Sampaoli más o menos se clonaba en Lopetegui o Lopetegui lo hacía en Sampaoli, como prefiera cada uno en su interpretación. Lo cierto es que era un cero a cero de castigo, pues la nulidad del equipo era absoluta. Eso sí, la posesión seguramente sería un triunfo para quienes lo basen todo exclusivamente en eso.

Resta un tiempo y tampoco debió acabar demasiado descontento Sampaoli con lo que había visto, pues su única modificación del plan estuvo en la entrada del joven José Ángel en el sitio de un Jesús Navas que llevaba ya muchos minutos en el campo con su musculatura tocada. Y, lógicamente, el Sevilla iba a seguir moviéndose de una manera parecida, esperando a que fuera el Mallorca el que tomara riesgos y dejara alguna puerta abierta para atacarlo.

Sin embargo, no iba a tardar mucho en producirse una jugada que lo cambiaría todo. Isco dio el enésimo pase de seguridad hacia atrás para que Gudelj jugara de cara a la portería rival. El serbio, que acababa de ser atendido fuera del campo por un golpe en la cabeza y que entró en el mismo para que el Mallorca no devolviera el balón lanzado fuera de manera voluntaria por los sevillistas, sí varió radicalmente el sentido de las cosas. En lugar de dar su tradicional pase atrás, realizó un control hacia arriba, un par de zancadas y lanzó un zapatazo desde 30,1 metros que se fue directo a la escuadra de su compatriota Rajkovic.

Cero a uno para el Sevilla, que prácticamente no se creía ni el más optimista de los suyos, pero así es el fútbol, sólo vale meter la pelota entre los tres palos de la portería rival y ésta entró por todo el ángulo superior de la misma. Los sevillistas iniciaron el carrusel de cambios, igual que el Mallorca, y tampoco sufrieron en exceso más allá de un despiste de José Ángel en una falta no sancionada que se convirtió en anécdota y una pérdida de Nianzou en posible infracción de los locales. Ahí sí volvía Bono a salvar a los suyos con la colaboración final de Marcao.

El Sevilla sí disparó un par de veces, aunque no entre los tres palos. Gudelj debía haber hecho doblete antes de la última opción local en un córner que se le fue alto y llegaría otro tiro de Suso fuera. Por medio le perdonaban la segunda tarjeta a Ruiz de Galarreta en una entrada de Montiel y el Sevilla se ganaba el derecho a festejar los tres puntos por primera vez con Sampaoli al mando. Así es el fútbol, ese deporte tan difícil de explicar con la lógica que por eso nos apasiona a todos los aficionados. Y no hay más, fue el único tiro entre los tres palos, pero ese golazo de Gudelj es oxígeno puro para este Sevilla.

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