Camino de Santiago: consejos para preparar la escapada a Galicia
¿Cómo preparar la mochila? ¿Es necesario entrenar? ¿Qué documentación debo llevar? Intentamos resolver algunas dudas habituales.
El Camino de Santiago: las principales rutas jacobeas
¿Con qué ruta me estreno en el Camino de Santiago?
Del Camino de Santiago hay escritas páginas y páginas sobre cómo equiparse. La idea en estas líneas es explicarlo todo de una manera sencilla y práctica. Desde qué llevar, cómo cargar la mochila, qué ruta escoger y cómo afrontar este reto.
El Camino de Santiago se puede ver desde un punto de religioso o uno simplemente turístico o deportivo. Cuando se llegue a la meta, en la Oficina del Peregrino nos preguntarán la motivación y nos darán un certificado acorde a ella.
Religiosa o no, interesa saber algo de estas rutas. El objetivo de todo peregrino es alcanzar la tumba del apóstol Santiago, que según la tradición está enterrado en la capital gallega. Los numerosos caminos que recorren España hasta esta ciudad son los recorridos que realizaban los romeros siglos atrás. Unos siguen siendo muy fieles a los trazados originales, muchos han sufrido cambios por las nuevas infraestructuras, otros han surgido más recientemente.
La meta está clara y el reconocimiento que recibe el peregrino que la alcanza es la Compostela (si se dice que es por creencia religiosa). Para obtenerla no hay que andarlo todo al completo, si vas a pie o a caballo, con los 100 últimos kilómetros la conceden; si vas en bicicleta, necesitas recorrer 200 km.
La persona que se decida a afrontar el Camino de Santiago debe tener en cuenta que hay unas rutas más sencillas que otras. Tampoco hay que ser un atleta, pero conviene prepararse y equiparse correctamente, además de planificarlo todo un tiempo antes. A continuación, varios consejos:
ANTES DEL CAMINO
1. Tiempo y selección de ruta
Parece obvio, pero lo primero es decidir el cuándo, el cuánto tiempo y el por dónde.
Por regla general, completar totalmente los caminos dentro del territorio español implica dedicarles al menos 30 días. Si se dispone de menos, conviene ir completando tramos o calcular el punto de inicio en función de cuántas jornadas hay hasta Santiago.
Planificado eso, hay que ver qué ruta escoger y en qué época. Por ejemplo, agosto es un mes con mucha gente y primavera es ideal para hacer la Vía de la Plata. Además, es posible que en invierno, en temporada baja, haya algunos albergues que cierren o algunos senderos con nieve.
Hay caminos bastante sencillos con buena señalización y perfiles suaves, como el Inglés o incluso el Portugués desde Tuy; otros más exigentes como el Primitivo o las primeras etapas del Norte, con duras subidas y bajadas. También hay que tener en cuenta los servicios que presenta cada uno de ellos: el Francés despliega máquinas expendedoras, albergues y bares con gran frecuencia, pero por ejemplo la Vía de la Plata o el Portugués, sobre todo entre Lisboa y Oporto, son muy solitarios.
Los finales de etapa marcan mucho la dificultad de las rutas. Hay caminos en los que hay mucha posibilidad de elegir finales alternativos, pero en otros no. El Camino Francés pasa por multitud de poblaciones y casi en todas ellas hay albergues, por lo que podemos evitar parar en un lugar concurrido y avanzar unos pocos kilómetros más para evitar aglomeraciones. En otros, esto es distinto: si en la Vía de la Plata decidimos saltarnos Mérida, hay que tener en cuenta que la siguiente parada con servicios para el peregrino está a más de 16 kilómetros, en Aljucén. Puede ser una distancia que no muchos estén dispuestos a asumir.
Conviene siempre mirar las distintas guías disponibles, ya sean impresas (todo lo que firma Antón Pombo es un seguro de vida), webs (Gronze o Eroski son dos de las más destacadas) o en apps (Buen Camino de Santiago, Cno. Santiago o Camino de Santiago en Galicia son recomendables entre las cientos que hay). Las guías siempre ayudan a planificar, ver qué tenemos más adelante, evitar perdernos o incluso qué nos ofrece cada municipio. Es posible que confiemos en que vamos a encontrar un bar en la siguiente aldea o un supermercado y llevarnos una decepción al llegar.
Ojo también con el agua: en las zonas del norte no habrá grandes problemas, pero hay otros trayectos que no dan tantas facilidades. Debemos ser muy previsores y valorar cuándo cargar con más agua. Quedarnos sin ella nos puede pasar factura, sobre todo si hace calor.
Es interesante preguntar a los hospitaleros donde dormimos una noche sobre la siguiente etapa. A la mayoría les encanta compartir lo que conocen. Es posible que nos recomienden llevar comida o suplemento de agua, también nos pueden informar de incidencias en el trazado (si hay algún desvío) o hasta darnos consejos útiles sobre el hospedaje en las siguientes jornadas.
2. Entrenamiento
Depende de a quién se le pregunte, dirá que el Camino es duro o sencillo. Debe quedar claro que no es correr un maratón, pero tampoco es un paseo por el parque. Lo que realmente desgasta de esta experiencia es el acumulado: 15 días seguidos andando una media de 20 kilómetros puede pasar factura física si no se está acostumbrado a andar o no se va bien equipado. Afortunadamente, hay pocas etapas de alta montaña, pero eso no quita que haya que cruzar sierras y que algunos perfiles sean complicados.
Conviene por tanto hacer cierto rodaje previo antes de salir: andar por tu localidad varias semanas antes para ir acostumbrando al cuerpo. Igualmente, si podemos salir con algo de peso en una mochila, mejor.
Es fundamental entrenar con el mismo calzado que vamos a llevar. La mayoría de los problemas de los peregrinos viene de unos zapatos demasiado nuevos y poco adaptados al pie. Al final provocarán ampollas, mal apoyo y las temidas tendinitis o una lesión peor.
3. Documentación
Para realizar el Camino de Santiago hay que llevar el DNI y la tarjeta sanitaria, como elementos identificativos y para ser atendidos en caso de necesidad médica.
Conviene ir a alguna asociación de Amigos del Camino para comprar una Credencial, que es el documento que indica que somos peregrinos y que nos permitirá acceder a los albergues. Suelen valer unos 3 euros. De todas formas, si no la logramos antes de partir, siempre la podemos obtener en el mismo Camino. Muchas oficinas de turismo, iglesias o hasta los mismos albergues las pueden ofrecer.
4. Equipamiento
Esto es muy personal. Se indica aquí lo más básico:
Ropa: Como es lógico, hay que llevar ropa deportiva o cómoda: un par camisetas transpirables (manga corta o larga), una sudadera y uno o dos pantalones cortos o desmontables. Si la previsión es de tiempo fresco, las camisetas térmicas son muy útiles y, como es lógico, más abrigo, como chaquetas.
Calzado: Conviene usar zapatos de trekking ya que ayudan mucho a sujetar el pie y protegerlo en caso de tropiezo. Además es un calzado que amortigua mucho la pisada. Muchos están hechos de materiales que protegen de la lluvia y los charcos.
Hay gente que va con calzados deportivos de otro tipo. Es posible, siempre que el perfil de la etapa lo permita. No es recomendable llevar suelas sin agarre si se va a ir sobre terreno complicado.
En cuanto a los calcetines, se recomienda usar varios pares técnicos o sin costuras. Un calcetín normal puede provocar ampollas por el roce.
Mochila: Debe ser una de senderismo con una capacidad de al menos 40 litros. Estas mochilas ayudan a proteger la espalda y a soportar peso con menos problemas. Muchas incorporan una cubierta impermeable. Si no la trae, conviene comprar una.
Saco de dormir: Conviene llevar uno fino si es verano o de abrigo si es invierno. Es bueno usarlos en los albergues porque te aislarán y te protegerán, sobre todo para aquellos que odien tocar los colchones de las literas (no en todos sitios dan fundas desechables).
Botiquín: Mucha gente dice que se debe llevar uno, pero hay que tener en cuenta que en casi todas las localidades donde se va a pernoctar hay farmacias. Salvo que se tenga un tratamiento previo, no conviene sobrecargarse de material médico e ir comprándolo en caso de necesidad. Lo único que no está de más echar son un frasco de Cristalmina, una aguja de coser e hilo. Servirán para curar las temidas ampollas en caso de que salga alguna.
Extras: Se debe llevar un poncho o ropa impermeable; unas sandalias para la ducha y descansar los pies tras los trayectos; un gorro y crema solar. También es bueno tener una linterna, una navaja multiusos y tus propios cubiertos para comer. La cantimplora es fundamental.
Los dos palos ayudan mucho a distribuir el peso en subidas y bajadas además de dar seguridad en tramos complicados. Con uno solo vale, aunque en tal caso es recomendable cambiarlo de mano de vez en cuando.
5. Consejos para preparar la mochila
Hay muchos tipos de mochila y sería absurdo decir cómo distribuir la carga detalladamente. No obstante, hay varias reglas importantes:
- El peso total no debe superar el 10% del peso de su portador. El tope recomendado son 8 kilos. Se puede llevar más, pero ya se arriesga uno a una lesión de espalda.
- El contenido comprimido y equilibrado, es decir, que no se sobrecargue más un lado. Podría hacernos caminar doblados.
- Lo más lógico es poner en el fondo lo que menos vamos a necesitar. Esto es importante por si hay que buscar algo durante el trayecto y no tener que sacarlo todo.
- La mochila debe ajustarse perfectamente a la espalda para evitar tambaleos. El peso debe recaer siempre sobre las caderas, en el cinturón de la pelvis. El resto de cinchas deben ajustarse para que queden pegadas al cuerpo.
EN EL CAMINO
1. Previo a iniciar la marcha
Dedícale siempre tiempo a observar la ruta que vamos a seguir en la jornada. Como se ha indicado algo más arriba, hay muchas guías impresas, apps y webs con gran cantidad de información sobre los trazados, perfiles, etc.
Es importante tomar puntos de referencia en los mapas, es decir, saber por cuántos pueblos vamos a pasar para hacernos una idea de nuestra posición y cuánto nos falta. Conviene revisar la información sobre qué servicios ofrece cada localidad: farmacias, albergues, ambulatorios, supermercados, bares, etc. Si observamos que hay poca civilización en nuestro recorrido, debemos valorar si conviene llevar comida y bebida extra a la habitual.
No se aconseja ir sobrecargados de vituallas, salvo en casos de etapas largas sin servicios intermedios. Sí es bueno llevar con nosotros al menos un litro de agua (recargándolo siempre que podamos) y algo de comer (algo de fruta, frutos secos... el azúcar no puede faltar).
Planificar la hora de salida es muy importante. Si la etapa es muy larga o hace mucho calor, puede que convenga salir temprano.
Por último, toca la preparación física. Los estiramientos ayudan mucho a entonar los músculos. No está mal dedicar un rato a esto antes de la marcha. Otro truco para los pies es echarles vaselina antes de ponernos los calcetines: los hidratarás y ayudará a que las ampollas tarden más en salir.
2. Durante la marcha
El Camino no es una competición. No hay que correr, pero sí disfrutarlo en la medida de lo posible. Por regla general vamos a estar varios días seguidos caminando y conviene dosificar las fuerzas. Si empezamos muy fuerte y rápido es posible que al final, si la etapa es dura o larga, nos pase factura.
El ritmo ideal de caminata de cada uno es aquel que permite ir andando mientras se habla sin asfixiarse. Ir más forzado puede provocar más cansancio, pero ir más lento también puede perjudicarnos.
Dicho esto, será normal encontrar a los típicos peregrinos que piensan más en llegar cuanto antes al albergue para asegurarse una cama que en disfrutar de cada momento (abundan en Galicia, especialmente en Año Xacobeo). Los recorridos suelen pasar por lugares con detalles muy bonitos que pueden pasar desapercibidos si vamos rápido o enclaves de gran encanto en los que muchas veces merece la pena pararse o hasta desviarse levemente si hace falta. Hablar con la gente de los pueblos si nos dan conversación, oír los pájaros, admirar los cruceros, entrar en las iglesias y ermitas, disfrutar del silencio... hay mucho que hacer durante la ruta y casi siempre merece la pena. El camino es lo que llena la jornada del peregrino. Si se hace de otra manera, se puede acabar teniendo conciencia de que la mayor parte del día estamos en un albergue dormitando.
Aparte de disfrutar, la clave es no perderse y para eso las flechas amarillas y las vieiras serán nuestras amigas. Las encontraremos en mojones, en azulejos, pintadas en señales, en rocas, veremos dibujos hechos de piedra indicándonos el camino... En teoría es fácil, hay que ir buscándolas para ir avanzando. El problema es que son trayectos tan largos, que algunas veces pueden tener problemas de señalización. Lo habitual es seguir siempre el camino más lógico. Por ejemplo, si vamos por un sendero recto y nos encontramos con un cruce y no vemos ninguna indicación, lo normal es seguir de frente. En cambio, si llevamos demasiado tiempo sin ver una marca, deberíamos empezar a preocuparnos y preguntar a la gente que veamos o consultar una guía. La necesidad de ir buscando siempre estas orientaciones visuales hace que no se recomiende salir de noche, ya que a menos luz, más probabilidad de no ver una pequeña flecha en una esquina.
Las paradas de unos 15 minutos cada dos horas de marcha ayudan a recuperarnos y a hacer que la excursión sea más llevadera. Debemos sentarnos alguna vez para que los pies descansen. Hay quien aprovecha hasta para comer si le coge en buena hora. Eso sí, no hay que dejar que el cuerpo se enfríe.
El final de la etapa es siempre orientativo. No es una obligación. Muchas veces coinciden con las localidades que ofrecen albergues y más servicios, otras con los lugares de mayor interés. Cada uno hace su Camino y es posible alterar estas conclusiones.
La credencial, además de acreditarnos como un peregrino, también recoge nuestro recorrido por todo el trayecto. Es nuestro historial de caminante. Consta de unas casillas en las que podemos ir poniendo unos sellos que tienen los lugares por los que vamos pasando: un albergue, un bar, una ermita... En principio, sólo vale con uno cada día, pero hay quien colecciona y es que hay algunos con diseños muy interesantes. Cuando estemos a 100 kilómetros de Santiago, habrá que poner dos sellos al día (por ejemplo, uno donde desayunemos y otro en el albergue donde paremos).
3. Tras la caminata
Hemos completado el objetivo diario. Hemos alcanzado nuestra meta. Es el momento de buscar el alojamiento donde poder descansar y asearnos. Casi todos los finales de etapa suelen tener albergues públicos (más baratos) y otras opciones de alojamientos privadas (albergues privados u hostales). Puede que a veces no los haya municipales y tengamos que buscar otras alternativas más caras. Por esto conviene revisar la información de las guías.
El hospitalero lo primero que pedirá será nuestra Credencial y el DNI. Si no tenemos la cartilla que nos acredita como peregrino, puede negarnos pasar.
El acceso a los albergues es por orden de llegada, teniendo preferencia los que van a pie sobre los que van en bicicleta. Asimismo las personas con discapacidad también van antes, aunque es posible que haya camas reservadas.
El peregrino debe descansar tras la jornada de excursión. De nuevo, el estiramiento ayuda al llegar.
Hay que cuidarse los pies, revisando si tenemos ampollas (y curándolas si nos han salido) e intentar airearlos con un calzado cómodo y fresco.
En cuanto a las piernas, si las tenemos muy cargadas, se aconseja relajarlas colocando los pies en alto. El aceite de romero ayuda mucho también.
Por último, hay que rehidratarse, sobre todo si hemos sufrido mucho calor durante el camino.
Por regla general, los albergues suelen tener horas bastante estrictas de cierre: sobre las 22:00 se pide que todo el mundo esté acostado, se apagan las luces y se ruega silencio. El respeto es fundamental en esto lugares.
Si eres de los que lo pasa mal con los ruidos nocturnos (léase ronquidos): no olvides unos tapones para los oídos.
AL CONCLUIR EL CAMINO
Por fin alcanzamos Santiago. La entrada no suele ser muy agradable, casi siempre son muy pesadas las llegadas a las ciudades. Calles y avenidas hasta entrar en el centro. Ya en el casco histórico de Compostela la cosa cambia. El primer objetivo es buscar la plaza del Obradoiro y admirar el espectacular exterior de la Catedral. Parece como si los propios edificios de los alrededores abrazaran al peregrino. Es un lugar de emociones y hasta de reencuentros con nuestros compañeros de aventuras.
Tras esto, lo mejor es acudir a la Oficina del Peregrino (Rúa das Carretas, 33). El trámite para pedir la Compostela es la última tortura que nos aguarda. En los últimos años, el número de peregrinos que llega es enorme y siempre había largas colas en la oficina. La solución que han dado es conceder citas limitadas. Si llegas temprano podrás coger número para ese mismo día; si llegas tarde o hay mucha gente, tendrás que pedir para otro día. Ni que decir tiene que esto aburre a muchos y no es raro el peregrino que desiste.
Si logras la cita, en la oficina te pedirán la Credencial y comprobarán que has recorrido los últimos 100 kilómetros. Tras preguntarte tus motivaciones te darán la Compostela (religiosa) o un papel que dice que has hecho el Camino (otras). Asimismo, la Credencial recibe el último sello, el de la Catedral de Santiago.
Concluida la burocracia, la tradición es visitar al santo en la Catedral y darle el abrazo.
Hay quien se conforma y se queda aquí. Aunque también hay algunos que deciden ir hasta Finisterre y Muxía, otras tres jornadas a pie, para completar la llegada al fin del mundo. En estas localidades se pueden obtener otros dos certificados: la Fisterrana y la Muxiana
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