Dura corrida de Escolar, 'victorinos' de antaño

Los toros del ganadero madrileño, del mismo encaste, recordaron a las alimañas del paleto de Galapagar

Fernando Robleño, en una airosa larga a su primer toro.
Fernando Robleño, en una airosa larga a su primer toro.
Luis Nieto

13 de mayo 2011 - 01:00

GANADERÍA: Corrida de José Escolar, extraordinariamente presentada y muy dura. El primer toro fue ovacionado, injustamente, en el arrastre. TOREROS: Rafael Rubio 'Rafaelillo', de nazareno y oro. Un pinchazo, un pinchazo hondo y cuatro descabellos (pitos). En el cuarto, casi entera y descabello (protestas). Fernando Robleño, de grana y oro. Sartenazo (palmas). En el quinto, pinchazo y estocada (palmas). Alberto Aguilar, de azul y oro. Media estocada (silencio). En el sexto, media y un descabello (silencio). INCIDENCIAS: Plaza de toros de Las Ventas. Jueves 12 de mayo de 2011. Casi lleno. Un minuto de silencio por las víctimas del terremoto acaecido en Lorca.

En tiempos en los que Victorino flojea, con algunas corridas incluso mal presentadas, los toros de José Escolar, del mismo encaste -albaserrada- rememoraron a aquellos victorinos de hace décadas, irreprochablemente presentados y con una dureza de patas extraordinaria. Toros para una lidia antigua, que exigían el carné de lidiador y de matador de toros. Los diestros -Rafaelillo, Fernando Robleño y Alberto Aguilar- vieron tan claro que aquello era inviable para realizar el toreo moderno, que tomaron el camino de la brevedad hasta el punto de que la duración del festejo fue noticia: ¡una hora y cincuenta minutos!

El público, que se colocó de parte de los toros desde el comienzo, independientemente de su juego, increpó en varias ocasiones a los toreros; principalmente, por no colocar bien a los astados en la suerte de varas.

Rafael Rubio, Rafaelillo, descentrado, en nada se parecía al torero forjado en la extrema dureza que redondeó hace unos días una grandiosa actuación en la Maestranza ante peligrosos miuras. El murciano con lazo negro en una hombrera, brindó su labor a sus paisanos. El torero abrevió ante el encastado primero, que desarrolló sentido de inmediato y en uno de los viajes le rajó la chaquetilla al diestro de certero cuchillazo. Rafaelillo, tras el aviso para navegantes decidió poner proa hacia el puerto; o sea al callejón, para tomar la espada de verdad, con la que volvió al mar de oleadas del astado de Escolar, con el que no estuvo acertado en la suerte suprema. El público pitó al torero y ovacionó, injustamente, al toro.

Rafaelillo abrevió todavía más en el trasteo al cuarto, que fue aplaudido de salida por su arboladura y trapío descomunal. El toro, que daba miedo por su presentación, todavía impuso más al torero por sus dificultades.

Fernando Robleño, sin duda, el más destacado de la terna, se la jugó a ley ante su complicado lote. A su primero, un tío, lo toreó espléndidamente a la verónica, rematando el saludo capotero con una larga airosa. Pero el animal, cuando llegó a la muleta, se metía por ambos pitones y el madrileño tragó lo suyo en un trasteo muy meritorio, que lamentablemente remató con un sartenazo.

Con la alimaña que saltó en quinto lugar, Robleño se fajó en algunos momentos en una faena en la que era imposible el lucimiento artístico como se entiende hoy.

Alberto Aguilar tampoco pudo levantar la tarde. Con el corniveleto tercero, que manseó y topaba constantemente en las telas, se peleó dignamente. El sexto le dio un susto al comienzo de faena, cuando se le tiró al pecho. El trasteo resultó insulso, con un toro complicado y sin entrega.

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