Sangre y valor en un festejo intenso

Diego Silveti sufre una cornada en el muslo izquierdo de pronóstico menos grave · José María Arenas y José Arévalo, que se baten en un variado tercio de quites, dan sendas vueltas al ruedo

Sangre y valor en un festejo intenso
Sangre y valor en un festejo intenso
Luis Nieto

21 de junio 2010 - 01:00

GANADERÍA: Novillada de El Serrano, muy bien presentada, una auténtica corrida de toros en trapío. En juego destacaron primero, segundo y sexto. TOREROS: José María Arenas, de verde y oro. Estocada (saludos). Estocada (saludos). En el que mató por Diego Silveti, tres pinchazos arriba (vuelta). José Arévalo, de caña y azabache. Casi entera delantera (vuelta tras petición de oreja). Dos pinchazos arriba y entera (silencio). Diego Silveti, de verde y oro. Pinchazo (palmas cuando pasaba a la enfermería). INCIDENCIAS: Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla. Domingo 20 de junio. Algo más de media entrada. Los tres diestros debutaron. Silveti fue atendido en la enfermería de "herida por asta de toro en cara interta, tercio superior de muslo izquierdo que atraviesa aponeurósis y lacera fibras de abductor mayor en una trayectoria de 5 centímetros hacia arriba y otra de 12 hacia abajo y afuera. Pronóstico menos grave. Firmado: doctor Octavio Mulet".

Habíamos llegado a esta penúltima novillada de abono desalentados ante el panorama novilleril. Sin embargo, en el festejo de ayer, nos encontramos con debutantes hambrientos de triunfo. El valor, que afloró por bandera, barrió las deficiencias comprensibles de los jóvenes novilleros. Así, el mexicano Diego Silveti, pagó con sangre en su estreno en la Maestranza; el albacetense José María Arenas descolló como gran estoqueador; y el valenciano José Arévalo dio muestras de una garra fuera de lo común, con unas facultades físicas felinas y capaz de improvisar. Todos esos ingredientes, con una novillada de El Serrano, auténtica corrida de toros, en la que primero, segundo y sexto, dieron oportunidades sobradas para el triunfo, hicieron que las dos horas y media del espectáculo se pulverizaran rápidamente.

El festejo comenzó de manera explosiva, con un pique en el tercio de quites -algo inusual en la actual torería- entre Arenas y Arévalo. Hubo variedad y sobre todo descaro por parte de ambos toreros. A un quite, en los medios, toreando de rodillas por parte de Arévalo, Arenas le respondió con unas lopecinas. Luego, compitieron en banderillas. Aquí, Arenas ganó la partida, gracias a un primer par de poder a poder. El toro, muy bien picado y al que cuidaron en varas, fue a más. Arenas lo citó de rodillas desde los medios para una tanda con la diestra, templada. En las afueras, la labor resultó desigual, descollando en una serie con la derecha en la que bajó mucho la mano. La estocada, hasta la empuñadura, fue soberbia.

José María Arenas, voluntarioso, recibió al cuarto de rodillas, prendió banderillas con suficiencia y se mostró porfión ante un animal tardo y reservón. De nuevo recetó otra estocada de nota alta. Mató al sexto, por cogida de Silveti. Un toro encastado. El diestro, correcto con el capote, volvió a cumplir en el segundo tercio. La faena tuvo como mayor virtud un manojo de muletazos de mano baja. Cerró con un circular invertido. Y cuando todo apuntaba para premio... pinchó hasta tres veces en lo alto. Tras las reiteradas entradas con el estoque le sobró la vuelta al ruedo.

José Arévalo agradó sobremanera por su disposición. Recibió al segundo novillo, un tío, con un pitón derecho de respeto, con una larga cambiada de rodillas y continuó lanceando a la verónica hasta los medios. Ágil como un felino, evitó en el remate una cornada. De nuevo, cumplió con Arenas en banderillas. Con la franela, en las afueras, mandó en una serie con la diestra. En los medios, con la derecha, bajó la mano en la siguiente. Acompañado por un pasodoble, dibujó buenos naturales. Tras una estocada dio una merecida vuelta al ruedo tras petición.

Con el manso e incierto quinto, que acabó en tablas, Arévalo volvió a esculpir una actitud intachable. Tras una larga cambiada de rodillas a portagayola fue cogido y sufrió un tremendo porrazo en un quite. Se repuso para prender banderillas. En un par al quiebro se quedó con un solo palo, que con capacidad de improvisación prendió al violín. Con la muleta se mostró firme, adelantando siempre el engaño. Aunque faltó limpieza, arriesgó lo suyo. En el epílogo, un muletazo mirando al tendido fue escalofriante: los pitones le lamieron la taleguilla. No refrendó con la espada.

Diego Silveti -hijo del matador de toros David- quedó prácticamente inédito. Le tocó en suerte un toro manso, que embestía con la cara alta. El mexicano dejó patente que por sus venas corre el valor de los Silveti. Al menos, así lo apreciamos en un quite por gaoneras a pies juntos, tras lancear con buen aire a la verónica. También en la porfía serena con la muleta. Entró a matar a topacarnero y fue cogido. Recibió una cornada en el muslo izquierdo. Sin ningún tipo de alarmismo despachó al toro y pasó por su pie -tras un torniquete- a la enfermería. A su sangre, se unió el valor y la entrega que los tres debutantes ofrecieron en la Maestranza.

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