En el borde del precipicio

CONTRACRÓNICA: SÉPTIMA DE ABONO

Borja Jiménez, aliado con el pasodoble Juncal, levantó de la nada un festejo que caminaba sin freno al sumidero lastrado por el escaso juego de los toros de Jandilla y la escasa química del cartel

Borja Jiménez levanta la tarde de la más absoluta intrascendencia en la resaca morantista

Curro Romero: a 25 años de su última tarde en la Maestranza

Toro y torero se conjuntaron en el colofón de un festejo que parecía condenado a la intrascendencia.
Toro y torero se conjuntaron en el colofón de un festejo que parecía condenado a la intrascendencia. / Juan Carlos Muñoz

LA papeleta parecía imposible. La tarde caminaba hacia la más absoluta intrascendencia, marcada por el mal juego de la siempre esperada corrida de Jandilla y la escasa química de un cartel que obedecía al tacticismo taurino del que ya hemos hablado no pocas veces. Y lo que queda. En esa tesitura, con el público harto de coles, era casi inimaginable que Borja Jiménez echara la moneda al aire en esos dos muletazos cambiados por la espalda que lanzaron la faena y arrancaron la música.

La banda de Tejera tuvo el buen gusto de tocar Juncal, un pasodoble evocador de la serie que lo inspiró y del tiempo -hace tanto ya- en el que esperábamos semana a semana un nuevo capítulo de aquel relato inmortal que retrataba un tiempo que se marchó para no volver. Envueltos en las notas inconfundibles de Vainica Doble -canturreando por los adentros-, la música nos transportó a una época de inocencias en el que había tantas páginas por escribir. Pero más allá de la ensoñación estaba la realidad de Borja Jiménez que merecía reeditar ante lo suyos, en la plaza de su tierra, un trasteo de verdadero premio. Pero hubo que esperar cuando todo parecía caer sin remedio por el precipicio de una de esas tardes huecas que suelen suceder a los grandes acontecimientos.

El matador de Espartinas no había estado nada a gusto con el albahío que hizo tercero:tenso, dándole toques muy bruscos, tuvo que aguardar a ese sexto para desplegar lo mejor de sí mismo en una faena en la que hubo variedad, frescura e intensidad con una clave fundamental: mantener y elevar el nivel desde los primeros muletazos hasta los postreros redondos que apuraron la calidad del toro que salvó, muy por los pelos, el honor de la divisa de la estrella, mudada de los predios de la Janda a los cerrados extremeños de Don Tello. Las discusiones sobre el número y la oportunidad de las orejas se las dejaremos a otros. Importa la trascendencia y la capacidad de Jiménez, un infatigable practicante de la verdadera cultura del esfuerzo -en la más pura línea espartaquista, que es su primera y más sólida escuela- que ha sacrificado todo al servicio de una vocación. Enhorabuena.

¿Qué decir del resto de la terna? Los nombres de Castella y Manzanares, a estas alturas, sólo sirven para arquear las cejas de los aficionados por más que se perpetúen en las ferias con sentido funcionarial, mantenidos articialmente en los alambres de un sistema refractario al talento, la novedad, las oportunidades y las apuestas. Ya lo dijo Adolfo Guerra: el que se mueve no sale en la foto. Es la máxima que parece imperar en la mayoría de los carteles y ferias que se van presentando a la vez que avanza la temporada. Y es alucinante...

Más allá del escaso fondo de la corrida de los Domecq Noguera... ¿Qué se podía esperar de dos toreros a la vuelta de todo, que afrontan cada tarde como el que archiva un expediente? Nadie puede negarles sus triunfos, la importancia de sus mejores años y en el caso del alicantino aquel bellísimo idilio en una plaza, la de la Maestranza, en la que formó un puñado de alborotos inolvidables más allá del indulto de Arrojado, el gran el toro de Cuvillo; primero al que se le perdonaba la vida en Sevilla en la época contemporánea. Pero todo eso queda ya muy lejos...

Fuera como fuese, la tarde no podía abstraerse de la resaca del suceso morantista, comidilla de todos los corrillos. El consejero de Presidencia, Antonio Sanz, sacaba pecho de la audiencia que había tenido la retransmisión de la corrida por Canal Sur. Hasta un millón de almas sintonizaron el festejo del primero de mayo. Morante había sido el primer interesado en dotar de importancia a un acontecimiento que trascendió del coqueto molde del coso del Baratillo. La tele pública tiene estar ahí, con altura de miras de todos los actores del negocio.

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