La calidad de Aguado y Ortega y el empeño de Roca, en Pamplona

Tarde de buen toreo pero sin recompensa por el mal uso de los aceros por la terna

Manuel Escribano sufre el robo de sus espadas en la puerta de su casa

Juan Ortega doblándose en un ayudado, en Pamplona, en un festejos sin trofeos al fallar la terna a espadas.
Juan Ortega doblándose en un ayudado, en Pamplona, en un festejos sin trofeos al fallar la terna a espadas. / EFE

11 de julio 2025 - 22:48

Ficha de la corrida

FERIA del toro en pamplona

TOROS: De Jandilla, desiguales de alzadas, hechuras y cabezas, y sueltos de carnes. Medidos de raza, y alguno manseando en los primeros tercios, resultaron manejables en la muleta, con un tercero especialmente destacado por su duradera y noble bravura.

TOREROS: Juan Ortega, verde manzana y oro: bajonazo enhebrado y baja delantera (silencio); media desprendida (silencio). Roca Rey, celeste y oro: delantera desprendida y dos descabellos (palmas y dos avisos); cuatro pinchazos, pinchazo hondo y media delantera (silencio y aviso). Pablo Aguado, negro y oro: dos pinchazos y pinchazo hondo (ovación); pinchazo y media (silencio).

INCIDENCIAS: Destacó Iván García, que saludó tras banderillear al sexto y lidió con perfección al tercero. Séptimo festejo de Sanfermines, lleno en los tendidos (19.500 espectadores) y calor bochornoso.

Los reiterados pinchazos y unas defectuosas estocadas impidieron a la terna llevarse un solo trofeo de una manejable corrida de Jandilla con la que Ortega y Aguado pusieron el toreo de calidad y Roca Rey el efectismo y el empeño para buscar las palmas de la mayoría.

Pero que no se cortaran orejas no quiere decir que no se vivieran momentos más que interesantes, como especialmente la faena que Aguado le hizo al tercero, el más entregado y bravo, marcada por la suavidad y el buen gusto, quizá por ello algo fuera de contexto en esta plaza.

El trasteo del sevillano arrancó con seis o siete lances muy asentados de salida y continuó con un rítmico galleo para llevar al caballo al fino toro. Y en la que ha sido la tarde de mejor y más toreo de capote de lo que va de feria, Histriónico permitió a Aguado y a Ortega competir en un lucido tercio de quites, el primero por delantales y el otro por verónicas, siempre con voluntad de pureza.

Tras la perfecta brega de Iván García, el de Jandilla se dio a embestir sin reservas al muleteo que Aguado le planteó en los medios y con una tanda de derechazos suavísima que remató con un colosal trincherazo. Y con algún altibajo de colocación por el pitón derecho, pero desde la naturalidad y el temple, llegaron cuatro largos y mecidos naturales y un final por ayudados rodilla en tierra... antes de esos fallos con la espada.

Antes también Ortega había emborronado con dos feas estocadas el cadencioso y elegante toreo que le hizo al primero, desde que lo recibió de capa sujetándolo por bajo y en un extraordinario y airoso quite por chicuelinas que no provocó entre la bulla peñista las más que merecidas palmas. En el último tercio se manejó Ortega con idéntico ritmo, sujetando a un toro que amagó siempre con salirse rajado pero al que supo encelar y sujetar con delicadeza en los vuelos, en lo fundamental y sobre todo en los bellos remates, bien unos largos pases de pecho o bien unos pellizcados cambios de mano y kikirikíes.

Los sevillanos ya no tuvieron mayores opciones con los segundos de sus lotes, pues el cuarto, que acusó de salida defectos de visión, no tuvo ni celo ni clase, obligando a Ortega a machetear pronto, mientras que el sexto se movió desrazado durante unos instantes hasta empezar a perder su fondo.

También Roca Rey se fue de vacío en su segundo y último paseíllo de la feria, como sus compañeros, por su escasa contundencia con los aceros. De no ser así, podría haberse llevado un trofeo de ambos toros con los que mantuvo una actitud muy distinta, en fondo y en forma. A su primero, con el que no se templó de capote, lo movió de manera más efectista, sin apurar su buena condición aunque sin gran clase, en el trazo de los muletazos fundamentales y buscó pronto el efectismo de cara a las peñas, solo que sin llegar a concretarlo con efectividad.

En cambio, se asentó en los medios para ayudar a romper hacia delante al quinto, que se reservó hasta que el peruano lo citó con más sinceridad y, sin exigirle de más, le fue estirando las arrancadas hasta hacerle romper a embestir con mas entrega. Pero todos los méritos se fueron diluyendo por el excesivo metraje de la faena, provocando que el toro se desfondara y dificultándole la ejecución de otra más de las erráticas suertes supremas de esta tarde de buen toreo sin recompensa.

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