Y la presidencia se puso exigente

Balcón de sol

Corrida de toros del viernes de Feria
Corrida de toros del viernes de Feria / José Angel García

09 de mayo 2025 - 23:45

AL final de la Feria la presidencia de la Maestranza ha decidido ponerse exigente y negar orejas, igual que antes las daba compulsivamente. Ni tanto ni tan calvo. En el término medio está la virtud. Ni la obsesión de algunos/as por otorgar orejas y vueltas al ruedo ni la cicatería de ayer negando la oreja a Luque por una faena mucho más meritoria e importante que otras premiadas con las dos orejas. Es lo que tiene el desconocimiento y la disparidad de criterio de los actuales equipos presidenciales, que se deberían coordinar.

Esta Feria se recordará como la Feria de Morante. La del reencuentro del maestro con sí mismo, con la fiesta y con su plaza. Ayer, una vez más, en especial en su segundo, nos mostró la dimensión de torero que es. Nadie daba un duro por este segundo toro. Inicia Morante la faena en el tercio con unos arrebatados ayudados por alto que remata con unos agitanados molinetes que ponen a la plaza en pie. El toro, falto de todo al salir de uno de ellos, se para. La faena parece haber terminado. Morante, sin embargo, saca al toro a los medios. Allí, al atardecer, mientras suena Suspiros de España, se inventa una faena ante un toro inexistente. Le cita con la derecha, el toro no pasa y protesta. Igual pasa al natural. Insiste Morante, y al final el toro se rinde y embiste, no sabemos con qué, en un natural eterno. Coge a continuación la derecha para, perdiéndole dos pasos, dar una serie templada y honda y ya, cerrando al toro, en el tercio seguir toreando con la derecha a media altura hasta que el toro aguantó para, sin rectificar, plegando la muleta, coger el estoque y, muy en corto, como se matan los toros, entrar a matar. Pincha, qué pena, para a continuación matar de una estocada desprendida. Declinaba ya la tarde cuando, en el sexto toro, sale el maestro a hacer un quite por verónicas lentas y ajustadas rematada con una majestuosa media. No fue el quite del perdón de Romero o Pepe Luis, sino el quite de la propina de un torero excepcional en una Feria inigualable.

Daniel Luque demostró en sus dos toros, especialmente en su primero, el figurón que es. Consintiendo mucho a los toros, con mucho poder, sin dejar que nunca le enganchasen la muleta, ese es su secreto, acabó dominando la embestida reservona y violenta de sus oponentes hasta que estos, derrotados, descolgaron desplazándose hasta donde quería su poderosa muleta. Excepcional fue, a su primero, su toreo al natural, cruzado al pitón contrario, enroscándose el toro en su cintura. Mató ambos toros de una estocada. La presidencia, desconozco el motivo, le negó la merecidísima oreja en su primero y, sin embargo, se la otorgó, quizás para compensar, ante su segundo en otra faena meritoria pero de menor nivel. Es la falta de criterios. Dio una gran dimensión.

Rufo tuvo el mejor lote, ambos de lío gordo. Difícilmente le volverá a salir un lote así. Voluntarioso, enseñó a los toros dándole distancia. Los toros embestían alegres y nobles. Aguantaba el matador, firme, sin hacerse nunca con la embestida de los toros, en unas faenas aceleradas y muchas veces despegadas. Tras matar a su segundo de una estocada obtuvo una oreja de tono menor. Hay veces, siempre se ha dicho, que los toros descubren a los toreros.

En fin abandonaba la plaza tras una entretenida corrida de toros en la que Morante se despidió, brillante, de su Feria, y Daniel Luque mostró una gran dimensión ante una desigual y entretenida corrida de Garcigrande.

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