Aires de playa en Berlín
Conexion sevilla
La capital alemana recibe el verano con chiringuitos al más puro estilo playero, almuerzos en los parques y buen tiempo.
En 2006 fue nombrada Ciudad Creativa por la Unesco, así que no es de extrañar que Berlín, que ha sobrevivido durante casi 30 años a un muro que la partía literalmente en dos, sea capaz de reinventarse una y otra vez para ser en cualquier época del año uno de los destinos preferidos de turistas de todo el mundo. También en verano, cuando la ciudad, separada del mar casi por 200 kilómetros, construye su propia playa.
En invierno el frío es un habitante más de la capital berlinesa pero a partir de mayo el sol pide permiso y se hace un hueco en la vida diaria de la ciudad. Con cerca de 2.500 parques públicos estar al aire libre es casi una norma. Uno de los más curiosos es el Tempelhofer Park, ubicado donde antes estaba el aeropuerto, y también merece una visita el Treptower Park, junto al río Spree y uno de los lugares favoritos de los berlineses para un picnic.
Es también en esta época cuando empiezan a abrir los bares de playa por toda Berlín con tumbonas, palmeras y hasta arena. Casi cualquier rincón esconde uno de estos peculiares chiringuitos y son famosos Deck 5 (presume de ser el más alto de la ciudad por estar en un tejado); Oranke Orange, ubicado en el distrito Friedrichshain (está en la zona este de la ciudad y en sus calles se rodaron muchas de las escenas de la película Good Bye, Lenin!). Junto a la East Side Gallery (el tramo de muro interior que en 1990 pintaron artistas de 21 países) se encuentra Oststrand, otro punto de encuentro de los berlineses y un buen lugar para tomar un café italiano o un vodka ruso.
Berlín no es una ciudad excesivamente cara si se compara con otras capitales europeas (un billete sencillo de metro cuesta 2,10 euros y el taxi desde el aeropuerto, que está a ocho kilómetros, puede salir por unos 40) pero brinda la posibilidad de pasar el tiempo sin gastar demasiado. Gratis es, por ejemplo, hacer un recorrido desde Alexanderplatz, pasando por Unter den Linden hasta la puerta de Brandeburgo o visitar la biblioteca subterránea de la plaza de la Universidad Humboldt. Subir a la terraza del Reichstag y contemplar la cúpula de Norman Foster o acercarse a algunos de los mercadillos de la ciudad, como el que se instala los fines de semana frente a la Catedral, son también buenas opciones.
Moverse por Berlín sin rumbo fijo también puede ser una experiencia y una oportunidad para ver de cerca al famoso Ampelmännchen, el muñeco propio de los semáforos de la zona soviética de la ciudad y cuya popularidad le ha permitido sobrevivir a la unificación.
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