Vivir

Al Solito Posto, marchando unos raviolis de papas con chocos

  • El restaurante de la Alameda celebra sus dos décadas de vida con su personal propuesta, entre la genuina cocina italiana y las posibilidades de la materia prima andaluza

Nacho Pala, Michele Fratini y Lorenzo Galasso, socios de Al Solito Posto.

Nacho Pala, Michele Fratini y Lorenzo Galasso, socios de Al Solito Posto. / Carmen Castellano

Hace dos décadas, en Sevilla casi nadie sabía lo que era un tataki o la chía, sólo algún extravagante cosmopolita le untaba aguacate a las tostadas y aún no había llegado el bombardeo de anglicismos a la mesa: smoothies, cakes, brunch, delivery. Y por supuesto, la gastronomía italiana, tan reconocida e implantada en todo el mundo, apenas contaba con algún honroso embajador con el horno siempre encendido.

Fue entonces, hace veinte años ya, cuando abrió el primer Al Solito Posto (“donde siempre”, “en el sitio de siempre”) en la angosta calle Huelva, a la espalda de la iglesia del Salvador. Fue el origen de una propuesta fresca, distinta, pero con las pretensiones justas: una cocina genuina, honesta, que tome el origen del recetario transalpino para abrirse, a veces, al producto y al gusto de aquí.

Uno de los socios fundadores, Nacho Pala, aún sigue regentando el establecimiento actual, enclavado en la Alameda desde el 30 de marzo de 2007. Los otros dos socios del primer recinto emprendieron sus propios proyectos y hoy son reputadísimos cocineros.

Michele Fratini, Miki para los amigos, lleva hoy el restaurante junto a Nacho y a Lorenzo Galasso, el maestro pizzero. Miki nació en la bella ciudad toscana de Arezzo, empezó en el negocio de la coctelería en su país y Nacho lo reclutó para la causa en 2007. Y juntos, en una productiva simbiosis, las ideas han ido fermentando en sus cabezas como la masa de la pizza fermenta bajo el paño antes de ir al horno.

“Me preparó un delicioso guiso de jabalí, estilo goulash, en su casa para la entrevista de trabajo”, recuerda Nacho. “Y a Lorenzo, lo contraté como maestro pizzero para el restaurante que abrimos en Atlanterra en 2004 (ya traspasado)”. “Buscábamos abrir en una zona de Sevilla casi virgen en cuanto a una propuesta gastronómica así, algo fuera del circuito del centro centro, la calle Imagen dividía el casco antiguo en una parte más céntrica y otra, la norte, un poco más alternativa. En 2007 el turismo no fluía por esta zona de la Alameda como ahora”.

“Un amigo nuestro (recuerda Miki), que buscaba un local para abrir una heladería (la actual Freskura, buen exponente sito en la calle Vulcano), encontró este pero era muy grande para él. Era octubre de 2006. El local de la calle Huelva eran tres plantas y estaba escondido en un callejón, costaba llenar entre semana”. Cuando abrieron en la Alameda en 2007, por la zona estaban la pizzería El Jueves en calle Feria y, en la calle Trajano, Il Forno. “La reforma de la Alameda empezó un par de años antes y ya en 2008 la inauguraron.

"Alguna navidad, tú venías de la Encarnación o el Duque, tan iluminados, y aquí no había nada, mamma mía…”, recuerda Miki. “Nos hablaron de lo que era la Alameda en los setenta, ochenta y los noventa incluso…”. Hoy, fluyen al local tanto los grupos de turistas con los sevillanos. "Y es genial, porque sus horarios a la mesa son distintos", resalta Nacho.

“Esto ha funcionado por puro equilibrio. Cada uno ha tenido su propio mundo para poder operar en el restaurante. Miki se ocupa de cocina, Lorenzo de pizzería y yo desarrollo todo lo que es sala, contabilidad, proyectos, organización. Yo empecé la hostelería cuando llegué a España, no antes. Cada uno ha desarrollado su ámbito”, enfatiza Nacho.

“Yo puedo ejercer de cocinero para que vaya marchando la cocina… Miki no es un buen camarero, pero cuando se pone, resuelve (risas), hay versatilidad”. “No se trata sólo de tener buena comida y buen vino, sino saber ofrecerlo y venderlo. Diariamente cambian los precios, con la verdura, es impresionante. ¡Y el cereal para la harina! ¡O el arroz, el máximo productor es Sevilla y la situación es desoladora!. Los tomates pera no los encuentras a menos de 2,50 euros el kilo, cuando costaban 0,80. O los lácteos…” lamenta Miki.

Nacho reconoce que se han tenido que adaptar al descontrol del mercado: “Antes hacíamos un raviolis rellenos de gambas o bogavantes, o pizzas con un loncha de foie gras fresco, pero se ha triplicado el precio de ese foie y no puedes venderla ahora a 25 euros, la gente ve ese precio en la carta y se levanta”. No se levantaron, e incluso volvieron a menudo, Pepe Mel en su etapa de entrenador del Betis, o el recordado mito sevillista José Antonio Reyes, o el actor Paco Tous, aficionados a su cocina.

Uno de los puntos fuertes del recinto es su excelente cava de vinos, tanto italianos como españoles y con un foco especial puesto en sugerentes bodegas andaluzas. Su oferta sin gluten, algo fundamental atendiendo a su perfil gastronómico, se adapta a las exigencias actuales.

Personalidad y ductilidad. Miki da en la tecla. Pulsa la esencia: “Aquí han venido abriendo desde entonces muchas franquicias. Mientras, nosotros hemos fortalecido nuestra propia personalidad al empezar a fusionar los productos de acá con la cocina italiana. Por ejemplo, uno de los primeros fue unos raviolis rellenos de carrillada de cerdo ibérico con una salsa de queso payoyo, uno de los platos estrella que aún mantenemos en la carta”. Su cabeza no para: “Esta semana hemos hecho unos raviolis rellenos de papas con chocos, lo estamos perfeccionando pero ya tiene buena pinta…”.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios