Etapa 7 del Camino Olvidado: Olea-Aguilar de Campoo | Tierra de románico y... de galletas

El trayecto abandona Cantabria para internarse en Palencia y hacer parada en una interesante localidad con un bello patrimonio.

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Inicio desde Bilbao (etapa 1)

El Castillo de Aguilar de Campoo con la Iglesia de Santa Cecilia a sus pies.
El Castillo de Aguilar de Campoo con la Iglesia de Santa Cecilia a sus pies. / Emilio J. de los Santos

El Camino Olvidado apenas nos retiene en Cantabria. Tras una etapa, abandonamos esta región para volver a acceder a Castilla y León, aunque en esta ocasión lo haremos por Palencia. El recorrido nos ofrece cierto descanso. Sus 25 kilómetros presentan escasas ondulaciones al progresar al sur de la Montaña Palentina. La meta es Aguilar de Campoo, una villa muy interesante con un patrimonio muy rico, además de ser conocida por la elaboración de galletas. No obstante, lo más destacado, tanto en esta jornada como en las próximas, será la predominancia del estilo románico en muchos edificios que encontraremos en el trayecto.

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Desde el hospedaje de Olea tendremos que tomar la carretera para volver al grupo principal de casas, donde se halla la iglesia románica de San Miguel. La calle que baja se desprende pronto del asfalto y, al dejar los edificios atrás, afronta un descenso en la llamada Cuesta del Ladrero.

Esta etapa es más llana. Veremos las montañas a lo lejos.
Esta etapa es más llana. Veremos las montañas a lo lejos. / Emilio J. de los Santos

Ignoramos el primer cruce y seguimos de frente. A pocos metros, en otra encrucijada, sí tenemos que virar a la izquierda para caminar entre dos lomas que nos conducen al Barranco del Collado. Una curva cerrada a la derecha nos coloca junto al Arroyo de la Nava. Su serpenteante discurrir evita las elevaciones y nos conduce hasta el Puente de Casasola, próximo a la localidad homónima y por donde atravesamos el curso de agua. Siempre se dijo que este puente era romano, pero finalmente se confirmó que es bajomedieval.

El Puente de Casasola, antes de conectar con la carretera.
El Puente de Casasola, antes de conectar con la carretera. / Emilio J. de los Santos

A poca distancia del puente, nos incorporamos a la carretera CA-284. Mientras caminamos por ella, nos irán saliendo al paso algunos carteles para visitar una serie de menhires en las proximidades. Son monumentos megalíticos que han sido rehabilitados para poder visitarse. Junto a ellos, hay paneles que informan de los pobladores de aquella épica. Podremos verlos por este orden: La Matorra (I y II), La Puentecilla y La Llaneda.

Menhir de la Llaneda.
Menhir de la Llaneda. / Emilio J. de los Santos

A un kilómetro de Casasola, la CA-284 toma una curva cerrada a la izquierda. Nosotros debemos continuar de frente por la CA-834, rumbo a Las Quintanillas. El Camino no entra en este municipio, pero podemos desviarnos si queremos para ver la Parroquia de San Facundo y San Primitivo, de estilo gótico.

El Camino no entra en Las Quintanillas.
El Camino no entra en Las Quintanillas. / Emilio J. de los Santos

Un kilómetro más adelante, cuando parece que vamos a acceder al pueblo de La Quintanilla (sí, ahora en singular), las flechas nos sacan por un camino de tierra a la izquierda. Flanqueados por árboles a ambos lados, tomamos la derecha en la bifurcación cercana, rodeando una explotación ganadera.

La fachada principal del Palacio de la Corralada.
La fachada principal del Palacio de la Corralada. / Emilio J. de los Santos

El sendero rodea la suave ladera del Alto Corralón, con una pradera a nuestra izquierda y un bosque por la inclinación de la derecha. Así alcanzamos Las Henestrosas, pequeña población que sorprende por el Palacio de la Corralada, enorme edificio con un imponente escudo de armas de piedra en su fachada. Salimos pronto de la aldea, pero aún nos aguarda otro tesoro: la Iglesia de Santa María la Real, situada un poco más adelante, a unos metros del trazado del Camino Olvidado. Merece la pena admirar este templo románico del siglo X que además destaca por su pintoresca ubicación dominando una explanada.

La Iglesia de Santa María la Real queda a unos metros del camino, pero merece la pena visitarla.
La Iglesia de Santa María la Real queda a unos metros del camino, pero merece la pena visitarla. / Emilio J. de los Santos

El trayecto prosigue rodeando la colina. En el kilómetro 12,5 de la etapa, pasamos Bercedo. Más allá de la pequeña Ermita de la Inmaculada, no tiene mucho más. A continuación, el sendero vira levemente al suroeste para buscar el último pueblo de Cantabria: Cuena. Por sus calles, superamos el río Valberzoso. Si el vado está lleno de agua, podemos cruzar por un puente que hay a la derecha. Aquí también podremos ver la Iglesia de Santa María, que cuenta con una curiosa mezcla de elementos del siglo XIII y XVI.

Cuena es el último pueblo de Cantabria. En él tendremos que pasar el río Valberzoso.
Cuena es el último pueblo de Cantabria. En él tendremos que pasar el río Valberzoso. / Emilio J. de los Santos

Al entrar en Palencia dará la impresión de que el paisaje cambia. De pronto, se imponen los campos de cereales. Las montañas, aunque presentes siempre de fondo, parecen haberse distanciado un poco. Así iniciamos el Cordel de las Merinas, de cuyo trazado no nos vamos a separar hasta el Puente Perdiz. Es una construcción romana fechada en el siglo I a. C. Sus cinco ojos de arcos de medio punto nos permiten superar el río Rubagón. Cerca hay un merendero con explicaciones sobre cómo se construyó y qué importancia tuvo en su época.

Puente Perdiz, de construcción romana.
Puente Perdiz, de construcción romana. / Emilio J. de los Santos

El sendero continúa por una zona bastante agreste. No sería raro que se nos cruzaran ciervos por aquí. Entre colinas que nunca llegamos a subir, conectamos con una carretera local y alcanzamos Grijera. Unos edificios ruinosos nos dan la bienvenida. En la segunda curva que da el carril asfaltado hay una fuente colocada estratégicamente para repostar la cantimplora. Enfilamos la calle que nace ahí y que nos saca del pueblo.

Las Peñas de Grijera.
Las Peñas de Grijera. / Emilio J. de los Santos

Volvemos a salir a campo abierto, pero ya vemos a lo lejos el enorme polígono industrial de Aguilar de Campoo. Nuestro objetivo está cerca ya, pero antes tenemos que atravesar las Peñas de Grijera, que son unas formaciones rocosas coronadas con piedras desnudas. El trayecto se sale del camino que seguíamos desde el pueblo, para tomar el primer sendero que parte a la izquierda. De esta forma, ya tenemos vía libre para alcanzar la meta. Entramos en la localidad conectando con la carretera P-220.

Aproximación a Aguilar de Campoo.
Aproximación a Aguilar de Campoo. / Emilio J. de los Santos

Aguilar de Campoo invita a perderse por sus bonitas calles y conocer las siete puertas que dan acceso a su casco urbano. Asimismo, su castillo, cuyo origen se remonta al siglo XII, domina perfectamente toda la villa y los alrededores del río Pisuerga. A sus pies, está la Iglesia de Santa Cecilia, originaria del siglo XII en la que destacan los ventanales de su bonito campanario. Si nos interesa el románico, debemos ir al Monasterio de Santa María la Real, que alberga el museo de este estilo arquitectónico, siendo el propio edificio en sí su principal atractivo. También hay que visitar la Colegiata de San Miguel, que aglutina varios estilos diferentes, aunque predomina el gótico.

La Colegiata de San Miguel, en Aguilar de Campoo.
La Colegiata de San Miguel, en Aguilar de Campoo. / Emilio J. de los Santos

Por supuesto, la gastronomía no hay que olvidarla: la carne de ternera de la zona es muy buena y los lechazos son típicos también. Aunque quizá la clave sean las galletas. Aguilar de Campoo es famosa por su elaboración. La conocida marca María Fontaneda nació aquí. Se decía que la localidad olía a ellas cuando se hacían en la antigua fábrica. Por desgracia, la producción actual se ha trasladado al polígono industrial que vimos antes de llegar.

Vistas de Aguilar de Campoo desde su castillo.
Vistas de Aguilar de Campoo desde su castillo. / Emilio J. de los Santos

Esta séptima etapa de este Camino Olvidado es bastante suave y favorece que hagamos turismo para conocer el imponente patrimonio románico de la zona o los atractivos que alberga Aguilar de Campoo, la Villa de las Galletas.

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