Turismo

La muerte como guía de viaje

Imagen de Chernobil en el 25 aniversario de la tragedia

Imagen de Chernobil en el 25 aniversario de la tragedia / SERGEY DOLZHENKO/EFE

El morbo vende. El ser humano tiene una extraña fijación por la desgracia a pesar de anhelar la felicidad. Y la fiesta de Todos los Santos es una muestra de esa extraña atracción por la muerte. Uno de los ejemplos es Prípyat, la ciudad donde está la planta nuclear de Chernóbil. Desde que se abrió a los turistas en 2011 el número de visitantes no ha parado de crecer. Es cierto que en este éxito ha tenido mucho que ver la emisión de la serie Chernóbil coproducida por HBO y Sky.

Ahora hay posibilidad de  pasar tres noches en un hotel de cuatro estrellas y un tour por la ciudad donde está la central nuclear por 260 euros. De hecho, la junta de turismo y promoción de Kiev prevé recibir este año a 100.000 visitantes, con lo que se superarán los 72.000 de 2018 y se duplicarán los 50.000 turistas de 2017, segúnla CNBC. 

Y es que hay muchos destinos para los amantes del turismo en lugares trágicos. A los clásicos como la prisión de Alcatraz o los campos de concentración de Mauthausen o Auswitch se unen otros más recientes como la cueva Tham Luang, donde quedaron doce niños tailandeses atrapados. 

Incluso zonas donde aún existe cierto peligro como Ruanda se han convertido en lugares cada vez más frecuentes en el itinerario turístico internacional. "Este es un fenómeno extremadamente complejo y heterogéneo: las motivaciones de los turistas son muy diversas, como también los destinos y las actividades ofertadas", afirma Daniel Liviano, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC.

¿Por qué atrae la muerte?

Según Liviano hay varias motivaciones para esta fascinación por la tragedia. "Hay los que sienten el viaje como una motivación moral o espiritual y adoptan una actitud de peregrinación secular", explica Liviano. Una persona puede visitar el escenario de un genocidio para mostrar empatía con las víctimas, recordarlas y honrarlas, y estar guiada por un sentido de deber moral. "Otros turistas  simplemente visitan estos lugares con un deseo o una necesidad de contactar simbólica y emocionalmente con la muerte", considera el profesor de la UOC.

Otra categoría es la de los visitantes que tienen interés por la historia y la cultura. El deseo o la oportunidad de aprender y entender son la razón más común entre los tanatoturistas, según un estudio del investigador Duncan Light.

Y, por último, en esta clasificación están los turistas que, simplemente, sienten "fascinación y curiosidad morbosa por la muerte, algunos de los cuales llegan a sentir lo que en alemán se denomina schadenfreude". Es decir, el regodeo o el sentimiento de alegría o satisfacción generado por el sufrimiento, la infelicidad o la humillación de otro. En el ámbito psicológico es una emoción muy compleja y uno de sus componentes es el deseo de justicia. "Esto explica la actitud de algunas personas que visitan un lugar para celebrar, in situ, que las víctimas han recibido un justo castigo por la razón que sea".

Un ejemplo claro es el tour Helter Skelter, de Charles Manson, en Estados Unidos. El "regodeo del sufrimiento" se relaciona con lugares donde por ejemplo se han habido desastres naturales, con prisiones y convictos o sitios asociados con la esclavitud. Algunos académicos se refieren a este tipo de turismo como una forma en sí misma: el turismo oscuro distópico.

Finalmente, hay las personas que visitan este tipo de lugares sin una motivación especial, simplemente porque están de moda. "Esta modalidad es resultado de una de las muchas cuestiones que gira en torno al tanatoturismo: hasta qué punto este fenómeno se ha visto incrementado por la demanda de los turistas o por la oferta de las operadoras turísticas", reflexiona Liviano.

Curiosidad, banalización y ética

Muchos de estos destinos ofrecen rutas un tanto experimentales y de dudoso gusto. Por ejemplo, las que se ofrecen en la frontera con México, dónde se organizan caminatas nocturnas que simulan el cruce de la frontera con Estados Unidos como inmigrantes indocumentados, en las que se vive la experiencia de cruzar túneles y se sufre el secuestro de traficantes de personas por parte de actores. 

"El estudio académico del tanatoturismo también ha incluido su dimensión ética", afirma Liviano. Este debate se ha acentuado a partir del comportamiento frívolo de algunos turistas en campos de concentración como el de Auschwitz-Birkenau o el memorial a las víctimas del Holocausto en Berlín.

Un comportamiento que el año pasado obligó a lanzar un mensaje contundente desde la cuenta oficial de Twitter de Auschwitz Memorial. "Cuando vengas a Auschwitz Memorial, recuerda que estás en el lugar donde mataron a más de un millón de personal. Respeta su memoria. Hay mejores sitios para aprender cómo andar sobre una barra de equilibrios que el lugar que simboliza la deportación de cientos de miles a su suerte". En el tuit se incluían cuatro de esas fotografías de postureo, en las que se puede ver cómo los turistas pasean por las vías haciendo equilibrios.

"Este tipo de comportamiento, que va ligado a las modas y la atracción que ejercen determinados lugares porque están de moda, no suele estar guiado por valores o códigos éticos y morales, sino por cálculo instrumental, y los intereses y las emociones personales", explica Francesc Núñez, sociólogo y profesor de los Estudios de Humanidades de la UOC. 

Según el sociólogo, el efecto de la comercialización y la masificación de determinados espacios, ha producido su banalización de estos y convierte a esos destinos en un trofeo más (la foto, el selfie) de las aventuras y las experiencias personales de los individuos consumistas.

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