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Una superación continua

  • Acostumbrado a llegar a mayo a velocidad de crucero, el Sevilla de Emery ha igualado ya los 63 puntos de la pasada Liga y quiere hacer otra vez historia en Europa. El nivel físico, al alza.

El Sevilla, casi como ya ha hecho costumbre en las últimas temporadas, llega al tramo decisivo del curso con inmejorables sensaciones. Superándose a sí mismo, con retos rebosantes de ilusión y con la euforia desatada en el aficionado, absolutamente enganchado por el buen hacer del equipo dentro del terreno de juego.

El grupo que adiestra Unai Emery parte este martes hacia otra aventura prácticamente reeditando las sensaciones de hace un año, cuando su camino en la Europa League también llevaba un curso motivador. Se medía en esta misma ronda a un gran rival continental como el Oporto, que, a diferencia de lo que ocurre con el Zenit de San Petersburgo, había tomado ventaja en el partido de ida.

Pero es lo que tiene este Sevilla desde que se deja notar el sello del entrenador vasco. La superación es continua e irrefrenable. En la competición que entra en liza el próximo jueves será imposible alcanzar algo más que lo ya logrado en Turín. Bueno, sí, pues reeditar el triunfo en la próxima final de Polonia significaría ser el único club poseedor de cuatro títulos en la competición, además, en el breve espacio de tiempo de nueve años. De 2006 a 2015.

Pero este grupo no es capaz de frenar en su continua superación. En la Liga, el actual Sevilla de Emery ha igualado ya la puntuación alcanzada en la pasada campaña cuando aún quedan seis jornadas por disputarse. En Granada sumó el cuadro nervionense un punto que iguala los 63 con los que el Sevilla acabó el torneo de la regularidad la pasada temporada. Con una progresión que lo sitúa como el mejor Sevilla de la historia, superando incluso al de las campañas 06-07 con Juande Ramos y 08-09 con Manolo Jiménez, el presente de este vestuario es sencillamente arrollador.

Los 18 puntos que aún quedan por disputarse, con la zanahoria de la cuarta plaza para los discípulos del preparador de Fuenterrabía, dan la opción al Sevilla de superarse todavía más con una clasificación histórica para la Liga de Campeones, competición que no disputa el cuadro de Nervión desde la temporada 10-11, aunque quedó eliminado en aquel doloroso play off previo a la fase de grupos a manos del Sporting de Braga.

La gran baza del Sevilla es la velocidad de crucero que ha alcanzado en los meses de marzo y abril. El equipo sevillista suma una docena de encuentros oficiales sin perder (nueve victorias y tres empates) y la demostración de que está tocado por una varita mágica se repitió en Granada, donde un partido que parecía abocado a perderlo acabó empatándolo.

Ese punto, aunque parezca insignificante, ha tenido un gran valor anímico y moral dentro del vestuario. Emparedada entre varias citas de mucho nivel (un doble enfrentamiento europeo ante el Zenit y la siempre temida comparecencia del Barça en el Pizjuán), la visita a un equipo que se juega la vida como el nazarí y que exigía un duro esfuerzo por las circunstancias del rival era un compromiso difícil de afrontar. Emery y los suyos lo sabían y de ahí que el empate materializado por Mainz en propia portería supiera a gloria. Además, el duelo en Granada sirvió a Emery para dosificar esfuerzos a algunos de los que serán titulares el jueves en el estadio Petrovsky de San Petersburgo, en el duelo que tanto espera la afición sevillista.

Las vibraciones son excelentes porque el nivel competitivo expuesto ha sido grande. Algo en lo que, además, la respuesta física también ha sido espectacular. Aunque no es una medida del todo válida, sí que se puede extraer como dato que la reacción en las segundas partes ha sido la que ha llevado a los de Emery a lograr sus últimos éxitos. Por poner tres ejemplos, tanto ante el Barcelona, con el Zenit como en Granada, el Sevilla mejoró tras el descanso hasta alcanzar un nivel futbolístico en algunos casos impactante.

Ello ha hecho que la afición conecte del todo con el equipo y que las expectativas sean máximas en un tramo decisivo en todas las competiciones en el que el grupo parece reunir todos los condicionantes como para dar una respuesta satisfactoria. La autoexigencia es la clave y la superación continua es la consecuencia. Falta averiguar hasta dónde puede llegar este equipo al que no se le ve techo.

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