Construcción 2008: fin de una etapa de esplendor

La crisis generalizada en el sistema económico mundial complica nuestra situación, pero ésta no es la causa de nuestros problemas.

Construcción 2008: fin de una etapa de esplendor
Construcción 2008: fin de una etapa de esplendor

16 de marzo 2009 - 13:58

JERÓNIMO MOLINA HERRERA Director del Instituto de Estudios

de la Fundación Cajamar

Fieles al espíritu de Miguel de Unamuno de "que inventen ellos", las fases de mayor crecimiento de la economía española siempre han venido impulsadas desde fuera de nuestras fronteras. El desarrollismo de los años sesenta se cimentó sobre el turismo y la emigración; en la segunda mitad de los ochenta, fue la inversión extranjera, alentada por la incorporación de España a la Comunidad Económica Europea, el motor de la economía, y la última larga etapa de crecimiento ha venido de la mano de la creación del Mercado Único Europeo y la posterior adopción del euro como moneda común.

El nuevo entorno macroeconómico surgido en Europa, además de facilitar los intercambios y la circulación de personas entre los países, ha sostenido una política monetaria de dinero barato, como instrumento para aumentar la inversión y el consumo y con ello el empleo y la renta.

En España, esta política se explicitó principalmente en el sector de la construcción, al que se fue canalizando, con el paso de los años, gran parte del esfuerzo, hasta terminar con una aportación al crecimiento general de la economía muy por encima de lo que se considera normal en una estructura económica como la nuestra. En algunos casos como en Andalucía ésta ha sido hasta excesiva, ya que la construcción ha llegado a duplicar la aportación de la industria al PIB de la región. A esto ha contribuido el gran efecto multiplicador que la construcción ejerce sobre el conjunto de la economía. Según datos del sector, por cada euro de inversión directa, se inducen 0,69 euros adicionales en otros sectores; por cada empleo generado en construcción, se crean 0,44 en sectores relacionados, y se ha estimado que en los últimos años, el dinamismo de la inversión en construcción explicó cerca del 30 por ciento del crecimiento del PIB.

Diversas han sido las circunstancias que han alentado el mercado inmobiliario en España y en Andalucía. Desde el lado de la demanda destacan: los bajos tipos de interés, que estimulaban la compra de vivienda tanto para residencia habitual como para inversión alternativa a la baja rentabilidad de los mercados financieros; el aumento de población, en gran parte inmigrante, y la demanda de vivienda residencial y de segunda vivienda para españoles y extranjeros; etcétera. La oferta, por su parte, reaccionó al aumento de la demanda desarrollando una actividad sin precedentes. Esto ha sido posible debido a las pocas exigencias tecnológicas del sector, a la abundante mano de obra incorporada por la inmigración y a las facilidades de financiación en cantidad y precio.

No obstante, para comprender la magnitud del fenómeno también hay que observar las actividades colaterales surgidas en torno a la construcción. Se han utilizado promociones de turismo residencial o de viviendas para disfrazar operaciones de cambio de uso de los suelos; se han comprado y vendido viviendas en construcción para especular con las subidas de los precios. Además, se ha edificado sobre la construcción gran parte del entramado económico de los últimos años: la financiación de los ayuntamientos, el desarrollo de actividades deportivas o culturales, el diseño de las ciudades, e incluso las constructoras están presentes en los consejos de administración de las principales empresas españolas. En definitiva, la construcción ha sido el motor y el principal soporte del crecimiento español en el largo periodo iniciado a mediados de la última década del pasado siglo y que ha terminado en 2008.

La situación de crisis generalizada del sistema económico mundial viene a complicar la situación de nuestra economía, pero ésta no es la causa de nuestros problemas. En cualquier caso, la crisis de la economía española, y en particular de la andaluza, se hubiera producido igualmente sin la crisis mundial. Si miramos los datos de la evolución del sector de la construcción durante 2008, las cifras son demoledoras. En Andalucía, la venta de viviendas, el consumo de cemento, la formalización de hipotecas o el empleo caen entre un 20 y un 40 por ciento en el año. Pero si observamos los indicadores adelantados de actividad, como las nuevas construcciones visadas o las viviendas iniciadas, los retrocesos son del orden del 60 y el 50 por ciento, respectivamente. En definitiva, la burbuja inmobiliaria no se ha ido desinflando suavemente, como hubiera sido deseable, sino que ha explotado abruptamente en 2008. Las consecuencias van a ser graves, pero siendo realistas hemos de pensar que la profundidad de la crisis ha de ser proporcional a la desmesura del crecimiento de los últimos años.

Como se ha comentado en numerosas ocasiones, el sector de la construcción no debe aspirar a recuperar los niveles de crecimiento del pasado, que han sido excepcionales, sino que su objetivo ha de ser una vuelta a la normalidad. Una "normalidad" que, evidentemente, planteará problemas, y no sólo para el sector de la construcción, sino también para todo el conjunto de actividades relacionadas con él. Esta nueva situación está teniendo y tendrá una especial incidencia sobre el empleo, siendo los colectivos de inmigrantes los más afectados. Desgraciadamente, como no es de esperar una reducción de la afluencia de inmigrantes, su llegada en las nuevas circunstancias de empleo sin duda agravará la situación de estos colectivos, dificultando aún más su integración en la sociedad.

Esperemos que, en esta ocasión, los nuevos impulsos que nos hagan salir de la actual fase de recesión no vengan de fuera, y que sea en la mejora de nuestro capital humano y tecnológico donde se cimiente nuestro futuro económico.

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