Así jugó el Sevilla en 2007

Sevilla | racing· la crónica

Brillantez El Sevilla se despide del año como en el anterior, con una goleada y con un fútbol de una gran calidad Dificultad El Racing se lo puso difícil, pero la apuesta por rasear el balón fue definitiva

Kanoute celebra con la grada del Sánchez-Pizjuán el primer gol de los sevillistas frente al Racing de Santander.
Kanoute celebra con la grada del Sánchez-Pizjuán el primer gol de los sevillistas frente al Racing de Santander.
Francisco José Ortega / Sevilla

23 de diciembre 2007 - 05:02

Brillante exhibición del Sevilla para despedir uno de los años más gloriosos de su centenaria historia. El equipo que ahora entrena Manolo Jiménez se acercó al nivel ofrecido durante 2007 para firmar un fútbol sencillamente espectacular y superar de esa manera al orden que preconiza Marcelino en su Racing. Fue un Sevilla de toque, con el balón siempre a ras del suelo, con la pelota circulando con criterio en busca de las bandas y con una línea marcada desde el primer minuto que ni siquiera se alteró durante el breve espacio de tiempo en el que sus cimientos llegaron a tambalearse después del empate de Garay en el enésimo gol que encajaban los blancos en un saque de esquina.

El Sevilla, adiestrado por Manolo Jiménez por la expresa renuncia de Juande Ramos, fue la viva imagen de antaño. Porque los blancos, que es verdad que tuvieron algunos altibajos, movieron el balón como sólo ellos saben hacerlo, con una velocidad tremenda, con una capacidad para desarbolar a sus adversarios tanto en lo colectivo como en lo individual. La presión del Racing no podía ser mejor ejecutada, pero la pelota apenas duraba unos segundos en los pies de los futbolistas locales y eso propició que las ventajas fueran continuas. Sólo le faltó al cuadro de Jiménez sentirse seguro en el primer periodo, no precipitarse en los metros finales, porque en ese caso el resultado hubiera sido aún más abultado.

Porque la propuesta sevillista, para mejor, iba a ser muy diferente a la que viene mostrando en el presente ejercicio. Maresca se arrogó todo el mando desde el primer minuto y le lanzó el mensaje a sus compañeros de que el balón debía circular al ras del césped el mayor tiempo posible. En este sentido, es especialmente significativa una acción en la que el italiano se vio acorralado junto al banderín de córner de la banda izquierda de su equipo no más comenzar. En lugar de pegar un balonazo hacia arriba o hacia el costado, que hubiera sido lo más lógico tal vez, Maresca optó por realizar mil y un giros con la pelota hasta que ésta salió jugada hacia los dominios de Diego Capel.

El mensaje no podía ser más concluyente desde el mismo arranque del juego. La mejor manera de derrotar a un equipo tan ordenado como el Racing de Marcelino es echar el balón abajo, no caer jamás en la desesperación que conduce a la búsqueda de acciones mucho más directas. El plan, por tanto, estaba bien trazado desde los vestuarios por parte de ese Jiménez que tiene que justificar más cosas de la cuenta para ganarse un reconocimiento. Sólo faltó mayor profundidad a la hora de acercarse hasta Coltorti. Y no porque los blancos no lo intentaran, que lo hicieron a través de hacer circular la pelota desde una banda a otra en busca de las acciones en superioridad, sino porque el Racing casi nunca dejaba desprotegida su zona de atrás.

Pero el gol tenía que caer como una fruta madura y lo hizo en una acción llena de brillantez. Una jugada bien trenzada por la derecha, un taconazo de Maresca para alterar el discurrir de todo y un Daniel pletórico entrando por su banda para darle un regalo navideño por anticipado a Kanoute. El Sevilla había superado la tela de araña del Racing, pero, para no variar en el presente curso, todavía tendría que sufrir. Un córner, otro más, y Garay le ganó la acción a a Escudé. Demasiados fantasmas revoletearon por las cabezas de los anfitriones.

Sin embargo, su entrenador se encargó de sacarlo del apuro con un par de decisiones de un valor tremendo para que el triunfo fuera sevillista. Primero, prefirió a Chevantón a Kone; después, ordenó con energía que un golpe franco en el borde del área lo ejecutara el uruguayo ante el indisimulado enfado de Daniel. Acertó de pleno. Chevantón ejecutó la falta por el palo del guardameta y el Sevilla demostró que aún sigue teniendo esa sexta velocidad capaz de destrozar a sus adversarios.

El Racing se empeñaba en buscar el imposible, pero el balón ya era propiedad absoluta del Sevilla y encima Diego Capel se iba encargar de finiquitar la cuestión. Garay llega tarde a un cruce y ve la segunda cartulina amarilla para que quede claro lo difícil que es jugar en inferioridad (Villarreal, Almería, Valladolid...). El Sevilla sacó provecho de ello para mostrar su faz más ambiciosa y destrozar de esa manera a los cántabros. Maresca siguió al mismo ritmo y halló los espacios para que Jesús Navas y Adriano, ejecutaran. Así jugó el Sevilla en 2007, su año más glorioso.

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