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Su posición como química, viróloga e inmunóloga del Consejo Superior de Investigaciones Científicas e investigadora del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa hizo de Margarita del Val (Madrid, 1959) una de las voces autorizadas durante la pandemia. Fue la portavoz de las malas noticias, la experta que advertía de una pandemia que no sería una cuestión de semanas o de meses. Y lo hizo con conocimiento, sin frivolidad, pensando en el bien común. Sus investigaciones se centran desde hace décadas en la respuesta inmunitaria frente a las infecciones virales y predice que la próxima crisis no llegará en tiempos lejanos. Es el signo de los tiempos.
–¿No le parecen los virus seres fascinantes?
–Lo son. Son muy pequeños y tienen una capacidad muy marcada para perpetuarse. Unos son perjudiciales para las personas y otros son beneficiosos y, por ejemplo, nos pueden ayudar en la lucha frente a las resistencias con los antibióticos.
–Y están a medio camino entre lo vivo y lo inerte.
–Están inertes si no se multiplican dentro de un ser vivo y acaban desapareciendo si no logran replicarse. Ha ocurrido durante la pandemia con virus de la gripe B, que llevan cuatro años desaparecidos porque no han encontrado en quien multiplicarse.
–¿Por qué no acaba de avanzar el gasto en investigación?
–Probablemente se deba a que la inversión, que no el gasto, no se ve poderosa para salir de las crisis. Espero que el ejemplo de la pandemia nos ayude a que el departamento de ciencia e investigación lo defienda mejor ante sus colegas en los gobiernos. Invertir en investigación es invertir en soluciones para el futuro.
–No es una inversión que dé resultados de un día para otro...
–No siempre hay una relación directa entre la inversión y la solución inmediata, pero hemos salido de la pandemia con las vacunas porque había muchísima inversión previa, sobre todo pública, y muchísimo conocimiento previo. La investigación es una asignatura pendiente pero tenemos que darnos cuenta de lo que vale. No puede ser sólo el turismo la herramienta para salir de las crisis.
–¿Está cansada de que le pregunten por la pandemia?
–No mientras sean preguntas de las que la gente necesite respuestas.
–¿Sabe que hubo gente que la tildó de agorera durante aquel periodo?
–Sí. Y es cierto que lo fui, pero era lo que había. Sólo decía las cosas negativas que percibía que estaban ocurriendo o que iban a ocurrir con alta certeza. Y lo decía para que la gente supiese cómo ajustar su vida a la situación, daba esa información para que una empresa guardase sus ahorros, porque no iba a ser cuestión de dos semanas o dos meses. O para que la gente ahorrase sus emociones para más tiempo.
–¿Cree posible una pandemia como la del Covid-19 en lo venidero?
–Sí. Esto surge cuando hay mucho contacto entre personas distintas de zonas muy distintas del mundo y la globalización de los movimientos humanos es mayor que nunca en la historia, sobre todo por el turismo y por los negocios. Es posible que vuelva una amenaza fuerte.
–A la población le sorprendió en algunos momentos la incertidumbre que transmitían las autoridades, incluidas las científicas. ¿Tan en pañales estaba la ciencia inmunológica?
–Hemos aprendido mucho y hace falta conocer mucho más. La inmunología nos permite preparar vacunas para protegernos de los agentes infecciosos, también de los que causan cáncer. Uno de cada seis tumores está causado por un agente infeccioso, ahí hay un campo importante para desarrollar.
–Hay cada vez más pacientes con tumores a quienes se los trata con terapias de inmunología, ¿no es así?
–Está siendo la revolución de las dos últimas décadas. Hay muchos procedimientos médicos y fármacos para combatir el cáncer con inmunoterapia. Y hay más aplicaciones en el camino.
–¿Cuáles?
–Necesitamos saber más para hacer mejores vacunas que produzcan inmunidad en las mucosas, que es por donde entran los agentes infecciosos. Hay que tener a los soldados preparados en el punto de entrada de los enemigos. También debemos aprender sobre la inflamación, que es una de las respuestas del sistema inmunitario. Y son muchas las enfermedades en las que subyace un componente inflamatorio. Muchos de los achaques de la edad son en realidad disfunciones de la inflamación.
–¿Por qué cree que hubo tanta desconfianza de los ciudadanos durante los años de pandemia?
–La desconfianza viene por la falta de certezas, por el desconocimiento. Y las desconfianza es mayor si no hay transparencia. En algunos casos ha sido porque no hemos sabido comunicar. Soy inquisitiva, soy escéptica, y pregunto mucho hasta que lo entiendo. Por eso comprendo que haya personas que necesiten más piezas del puzle para comprender la estructura completa.
–¿También ve comprensible que cundiera la desesperación?
–En la pandemia ha habido mucho miedo, que es poderosísimo. Era una situación absolutamente desconocida y el miedo provocó que la gente pidiera certezas y que por favor no me digas más veces que esto va a ir a peor. Por eso intento no meter miedo. Si hay algo negativo que es muy probable o casi certero, lo digo, pero intento no meter miedo con cosas que no existen o que son meras posibilidades. Una vez metido el miedo es difícil sacarlo.
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