Carmen Pérez

Corrida bancaria silenciosa

Tribuna Económica

16 de junio 2017 - 02:35

Todos recordamos películas -Mary Poppins, entre ellas- que representaban corridas bancarias, con imágenes de gran cantidad de clientes haciendo cola a las puertas de un banco, intentando retirar su dinero. El pánico puede llevar a un banco hasta la bancarrota en poco tiempo: mientras más personas retiran sus depósitos, la probabilidad de impago se incrementa y se agudiza el proceso. Cuando el dinero era exclusivamente físico, todo esto era visible y muy rápido. Hoy en día, las retiradas de fondos se hacen desde casa, con transferencias a otros bancos, sin que nadie aparentemente se entere. En silencio.

Detrás del pánico suele existir fundamento. El Popular llevaba años mal. Su rating era ya de bono basura. Pérdidas en 2016 de casi 3.500 millones de euros. Activos improductivos por 35.000 mil millones, derivados del sector inmobiliario, en el que entró en el peor momento. La acción cotizaba a la baja desde hacía tiempo y los bajistas se agarraron a la situación como los perros a su presa: imparable el descenso. La sangría de depósitos se tornó hemorragia sin posible taponamiento. Los empleados, clientes, administraciones públicas, empresas: se iban los que tenían depósitos cubiertos -el miedo es libre- y no cubiertos: hasta 18.000 millones de euros.

La forma de trabajar la banca conlleva este riesgo. Como falte la confianza, incluso siendo solvente a largo plazo, una fuga de depósitos masiva conduce a una insolvencia a corto plazo, sin remedio. Asegurarlos hasta 100.000 euros y la provisión de liquidez desde el banco central son los muros de contención de las corridas bancarias. Para el Popular no han sido suficientes. El procedimiento de resolución ha sido impecable: la normativa vigente protege al depositante sin que sufra el contribuyente. Se lo ha quedado el banco de Santander por un euro. Se le acusa de haber hecho negocio. Si hubiera sido Bankia, muchos opinarían que el Estado había cargado con un muerto.

Lo que no puede entenderse es cómo los gestores no hicieron durante años nada para evitarlo. Quizá quisieron aguantar con las propias fuerzas. Pudieron pedir el rescate en 2012 o haber vendido cuando aún estaban a tiempo. Ron, sin transparencia y sin afrontar los activos deteriorados con diligencia. Saracho, hablando demasiado, sin acompañarse de una propuesta de solución resuelta.

Los accionistas, los poseedores de bonos contingentes convertibles -Cocos- y subordinados se han quedado sin nada. El alto riesgo que tienen estos productos financieros se ha puesto de manifiesto.

La cúpula directiva del Popular ya ha recibido demandas. Es inadmisible que se vayan a casa de rositas y con millones de euros. No serán los únicos. Al BCE le rebatirán la declaración de inviabilidad. A la Junta Única de Resolución, que así resolviera. A los supervisores, que no prohibieran las posiciones en corto; que no hablaran antes o que sí lo hicieran. Contra la auditora, contra el Santander... Los que más probabilidades tienen de éxito son los que acudieron a la ampliación de hace sólo un año, muchos empleados o incitados a comprar con préstamos. Con todo, la solución que se le ha dado a la silenciosa corrida bancaria del Popular parece la correcta.

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