EL TIEMPO Llegan temperaturas de verano a Sevilla en pleno mes de mayo

Hace 50 años, el sector agrario generaba la quinta parte del PIB andaluz (exactamente el 19,5% del total en 1967) y el 39% de los empleos. En España era algo menos (13,8% del PIB y el 30% de los empleos), pero en todo caso aportaciones muy superiores a las actuales, aunque ya se trataba de una actividad en franco declive. En los 80 se consideró que el problema estaba en la estructura de la propiedad y en uso de la tierra, por lo que ingenuamente se pensó que una reforma agraria podría invertir la tendencia. La frustración que se cernía sobre el sector quedó resuelta con el ingreso en Europa y la PAC, aunque la aportación a la economía andaluza ha continuado reduciéndose, hasta quedar en el 6% del PIB y el 8,3% de los empleos, en ambos casos más del doble que en el conjunto de España.

En términos relativos, la decadencia del sector como fuente tradicional de empleo y recursos es la consecuencia lógica del auge de la industria, la construcción y los servicios, pero también de otras circunstancias internas. En particular, el efecto sobre el empleo de la mecanización de actividades y los intermediarios, cuyos márgenes terminaban apropiándose, y lo siguen haciendo, de la mayor parte del excedente del sector. Por otra parte, los mercados agrarios son bastante más transparentes y competitivos que los industriales, provocando que la supervivencia de la agricultura tradicional en economías desarrolladas dependa, salvo excepciones, como la almeriense, de las ayudas públicas, hasta el punto de que tanto en Andalucía como en España o en el resto de Europa, el mejor criterio para la valoración de la política agraria es la gestión de las ayudas públicas al sector.

La agricultura andaluza no es rentable, apuntaba hace un año Juan Colomina (Cohesphal), ante un grupo de expertos reunidos en Almería, pero la sensación es que podría serlo a largo plazo, si se afrontan los retos que están planteados. El primero es la revolución digital. Supone avanzar en la dirección marcada por la aplicación de la electrónica a las tareas agrícolas tradicionales y facilita nuevos desarrollos, como la agricultura de precisión, pero también ofrece una alternativa a los circuitos tradicionales de acceso a los mercados. El segundo, la bioquímica, a medida que vaya superando el rechazo social a su inevitable penetración en la producción de alimentos. El tercero, el medio ambiente en sus múltiples manifestaciones y oportunidades, que van desde la agricultura ecológica a la de conservación, pasando por el aprovechamiento de residuos, el agua y las técnicas de regadío o los aprovechamientos energéticos. Por último, los retos económicos derivados de la difícil conciliación entre la explotación tradicional y los requerimientos tecnológicos y de capital de la agricultura del futuro. Las empresas agrarias desplazan a las explotaciones tradicionales y señalan que la salida para el agricultor es la de convertirse en empresario o integrarse en Organizaciones de Productores. Afortunadamente, la demanda de alimentos aumenta, especialmente los de mayor calidad, y seguimos disfrutando de una posición privilegiada para acceder a los principales mercados.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios