Perdió su vida para que otros la salvaran. Socorrió a los necesitados. Cumplió con su deber hasta el sacrificio personal. Era un cabo primero de la Guardia Civil, de 53 años, uno más, llamado Diego Díaz. Ayer fue honrado en Guillena, en un sepelio solemne, cargado de emociones, al que asistieron autoridades que no le conocían, junto a vecinos que sí le conocían y familiares que le han llorado. Su féretro fue paseado a hombros de guardias civiles, recubierto con una bandera de España, mientras en el aire de una mañana de marzo (fría aunque soleada) los sones de la marcha fúnebre de Chopin rompían el silencio en fragmentos. Honor y tristeza ante lo inevitable.

Diego Díaz fue arrastrado por las aguas del arroyo Galapagar, al que cayó cuando intentaba salvar, junto a otro compañero, a tres personas que quedron atrapadas en un coche. Un resbalón le llevó a las aguas turbias de la muerte. Ya no consiguió salir, ni le pudieron rescatar. Su cuerpo fue encontrado sin vida. Todos se salvaron, menos él. Así este cabo de la Guardia Civil entregó su vida por salvar a otros. Una muerte heroica, pero una muerte.

El ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, visiblemente emocionado. La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, con lágrimas en los ojos. El delegado del Gobierno en Andalucía, Antonio Sanz. La consejera de Justicia e Interior, Rosa Aguilar. El presidente de la Diputación, Fernando Rodríguez Villalobos. Autoridades de España, Andalucía, Sevilla y Guillena estaban junto a la puerta de la parroquia de la Virgen de la Granada. Canal Sur retransmitía esas imágenes por televisión. El silencio se palpaba con las miradas. Si estremecía a quienes no lo conocían, ¿cómo se puede entender el dolor de sus familiares, amigos y compañeros?

A veces juzgamos con suma ligereza a los guardias civiles y los policías. A veces se ponen del lado de los otros, sean quienes sean. A veces se propaga el infundio de que son cuerpos represivos. Es una bajeza moral. No sólo actúan contra la delincuencia, para preservar el orden público, o para poner multas de tráfico en carreteras. En ocasiones intervienen guardias civiles como Diego Díaz, un hombre de pueblo, sencillo y anónimo, mal pagado. Y que cuando llega la hora de la verdad, piensan en otros antes que en ellos mismos. Piensan, pero sin pensar que ninguna medalla vale más que su vida, porque su verdadera bandera es la del honor y la dignidad.

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