Bárbara Rosillo

Carlos V nació en un retrete

Opinión

10 de abril 2014 - 01:00

EN 1496 se celebró en Flandes el matrimonio por poderes entre doña Juana de Trastámara, hija de los Reyes Católicos, y el archiduque don Felipe de Habsburgo, hijo del emperador Maximiliano I y de María de Borgoña. Esta boda fue programada para aislar a Francia, que se estaba consolidando como una nación demasiado poderosa para los intereses de los Estados vecinos. Los Reyes Católicos casaron a sus cinco hijos con vistas a establecer una serie de sólidas alianzas políticas. Su primogénita, la infanta Isabel, casó con el rey de Portugal; el príncipe Juan, con Margarita de Habsburgo; Juana, con Felipe, duque de Borgoña y conde de Flandes; la infanta María, con el rey de Portugal Manuel I, que había quedado viudo de su hermana Isabel. Por último, Catalina fue desposada con el príncipe de Gales.

Volviendo al hecho en cuestión, tenemos a la infanta doña Juana, de dieciséis años, lista para embarcar en el puerto de Laredo. Su séquito con destino a los Países Bajos está formado por una armada de nada menos que ciento veinte barcos y miles de hombres. La guerra con Francia no permite que el viaje sea realizado por tierra. Su madre y sus hermanos Juan, María y Catalina han ido a despedirla. La Reina está preocupada no sólo por los peligros de la travesía, sino por cómo se amoldará el difícil carácter de la infanta a su nueva vida. Tarsicio de Azcona, biógrafo de doña Isabel, escribió sobre los sentimientos de la madre con respecto a su hija Juana: "La amaba sinceramente, aunque nunca llegó a entenderla y dirigirla". La joven se enfrenta a un destino desconocido, la corte flamenca es más alegre y ceremonial que la castellana y no domina el francés, aunque con los años lo hablará a la perfección.

Después de un complicado viaje, la Infanta llegó a la localidad de Lila, donde tuvo que esperar a su futuro marido nada menos que dieciocho días. Al conocerse se produjo una atracción fulminante, tanta que no pudieron esperar los cuatro días que restaban para la celebración de los esponsales. Mandaron llamar al primer sacerdote disponible, el español Diego Villaescusa, que los casó rápidamente. Esa misma tarde consumaron el matrimonio. La pasión incontenible se adueñó de la nueva condesa de Flandes, una locura de amor no correspondida por Felipe, que frecuentaba el lecho de otras mujeres. Esto no fue óbice para que la pareja tuviera seis hijos sanos que llegaron a la edad adulta, algo muy poco común en aquellos tiempos en los que la mortalidad infantil era pavorosa. Su primera hija, Leonor, nació en 1498 y dos años más tarde Carlos, el futuro emperador. El 24 de febrero de 1500 Juana se encontraba junto a su marido en una fiesta en el palacio de Gante, su estado de gestación era muy avanzado y en medio del ágape comenzó a sentir dolores. Se retiró al retrete y allí, sin ayuda de médicos ni comadronas, dio a luz a su hijo sin mayor problema. El lloro del recién nacido alertó a sus damas, acto seguido se llamó a la partera para que procediera a rematar la operación. El nacimiento en un simple retrete del rey que tuvo bajo su cetro el primer imperio universal de la historia es una auténtica paradoja. Diez días más tarde Carlos de Habsburgo fue bautizado en la catedral de San Bavón frente al impresionante retablo de la Adoración del Cordero Místico de los hermanos Van Eyck.

La futura y desdichada Reina manifestó problemas de salud mental desde el principio pero su vigor físico era extraordinario. De hecho, amamantó a sus hijos, algo insólito en una princesa o gran dama de su tiempo y que se consideró otra de sus extravagancias. Juana se sentía deprimida en la corte de Bruselas, las infidelidades de su marido del que tenía una dependencia extrema se le hacían insoportables. Las escenas de celos eran continuas, ella misma había presenciado las inquietudes de su madre. La reina Isabel sufrió mucho por la misma causa, un cronista de su tiempo afirmó sobre Fernando el Católico:"...amaba mucho a la Reina, su mujer, pero dábase a otras mujeres". Juana dejó escrito de su puño y letra: "…y no sólo se halla en mí esta pasión, mas la Reina mi señora, a quien dé Dios gloria, que fue tan excelente y escogida persona en el mundo, fue asimismo celosa, mas el tiempo saneó a S. A., como plazará a Dios que hará a mí…" Por desgracia no ocurrió así, Felipe el Hermoso falleció repentinamente en Burgos con tan sólo veintiocho años dejando a su esposa embarazada y con la razón perdida, pero esa ya es otra historia.

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